Pizzaballa: «Ilusionarse con un mundo sin guerras es como pensar que el diablo dejará de actuar»
El patriarca latino de Jerusalén recuerda en una entrevista en «Il Timone» que el mal siempre existe y actúa.

El cardenal Pizzaballa es un voz católica de referencia para todo lo referente a Tierra Santa y con gran prestigio y credibilidad internacionales.
Es la voz más autorizada de la Iglesia sobre la situación en Tierra Santa y a lo largo de los dos últimos años ha adquirido una relevancia eclesial e internacional que le hizo figurar en el elenco de los papabili antes del último cónclave. Hablamos del cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén y anteriormente Custodio de Tierra Santa.
Lorenzo Bertocchi le ha entrevistado en el número de diciembre de Il Timone:
Me reuní con el Patriarca latino de Jerusalén el martes 11 de noviembre, después de que, poco antes, le hubiéramos comunicado que había sido elegido por nuestra redacción como Persona del año 2025.
"¡Oh, qué fastidio!", fue la primera respuesta del cardenal Pierbattista Pizzaballa tras escuchar la noticia. "¿No había nadie más?", insistió con esa ironía y sinceridad, típicas de Bérgamo, que le caracterizan. Intenté explicarle que su nombre ya estaba decidido y que el motivo era que se había mostrado como un constructor de paz en un mundo que tanto lo necesita. Al final, accedió a contarnos su historia y su punto de vista, el de alguien que lleva décadas viviendo en Jerusalén.
Dos fechas, dos dimensiones
-Comencemos por la segunda, que sin embargo es la primera en orden cronológico, el día en que llegué aquí. Otra era, otra época, aunque 'solo' hayan pasado 35 años: no son pocos, pero han pasado volando. Es el comienzo de mi trayectoria aquí, de mi aventura, que debía ser, como tantas cosas en la Iglesia, provisional. Tenía que venir a estudiar y luego volver a Bolonia, a mi convento de frailes franciscanos. En cambio, me quedé aquí, en Jerusalén, con trayectorias diferentes, nunca previstas, nunca organizadas. Ha sido un punto de inflexión en mi vida.
»Como todos los cambios, para mí ha sido así: nunca programados, nunca previstos. Vine aquí porque el padre provincial de entonces, un modenés de antigua observancia, que me trataba de usted, me dijo: "Hemos decidido que irá a Jerusalén". Y así fue. Fue el comienzo de un camino en cierto modo duro, pero también muy fascinante y hermoso. Cambió mi fe, me enriqueció, cambió mi vocación, mi historia. Lo que soy hoy se lo debo también a ese momento.
-Es otro punto de inflexión en la vida de todos, pero sobre todo en la de estos pueblos. Está el 7 de octubre de 2023 y está la guerra que le sigue, que ahora está en suspenso, pero no ha terminado. Aún no hemos tenido tiempo de procesar y comprender a fondo a dónde nos lleva esta fecha. Pero está claro que es un punto de inflexión.
-Los periodistas italianos siempre utilizáis la palabra 'paz', dándole diferentes significados. Deberíais dejar de utilizarla con ligereza. La paz, en el verdadero sentido de la palabra, es algo muy comprometedor. Aquí, ahora, no existe. No existe en la percepción de los dos pueblos, el israelí y el palestino. Ahora hay que trabajar por la estabilidad, por el alto el fuego y por reconstruir un mínimo de tejido civil que devuelva la dignidad a todos, en primer lugar, a Gaza.
Mundo
Pizzaballa condona la deuda escolar de los alumnos de los colegios del Patriarcado de Jerusalén
Religión en Libertad
»Pienso también en Cisjordania, de la que ya no se habla: está masacrada. Y pienso también en la sociedad israelí, en sus divisiones. Hay que tener en cuenta a los palestinos, pero también a los israelíes que hay allí. Solo entonces se podrá hablar de perspectivas de paz.
»No hay lugar para teorías ni adornos: hay que trabajar por la paz, debemos ser constructores de paz. Probablemente será la próxima generación la que disfrute de una libertad que hoy no tenemos. Y por eso hoy debemos curar las heridas, muy profundas, para dar precisamente a la próxima generación esa libertad que hoy no existe".
El sentido de un gesto
-Sigo sorprendido por el hecho de que mi disposición haya causado tanta sorpresa. No fue una iniciativa mía, sino la respuesta a la pregunta de una periodista que me provocó, por así decirlo, durante una rueda de prensa, y yo respondí: Por supuesto que estoy dispuesto a dar mi vida: se la he entregado a Dios. Y dar la vida a Dios también significa dársela a la vida del mundo. Con este don, la vida ya no te pertenece. Si esto puede aportar serenidad y vida a otras familias, sobre todo en el caso de los niños, ¿por qué no? Lo haría también por los palestinos.
»No quería hacerme el héroe, fue un gesto que para mí es obvio, normal, espontáneo: lo que debería hacer cualquier persona en mi situación.
-Estamos inmersos en un mar de dolor, un dolor que nace del odio, la venganza, el miedo, la violencia, las diversas formas de la obra del antiguo adversario. El diablo está presente y actúa. A menudo me preguntan: vemos la obra del diablo, pero no la de Dios. Llevo tiempo reflexionando sobre esto: sobre la presencia del mal, del pecado, que no es oscurantismo, sino realidad concreta.
»Es la vida real, es lidiar con una existencia marcada por el dolor, por el odio, que tiene consecuencias inmediatas en la vida personal y en toda la comunidad. La pregunta es: ¿cómo afrontar y vivir todo esto como cristianos? El mal existe y seguirá existiendo, la cizaña permanecerá hasta el final. Por tanto, ilusionarse con un mundo sin guerras, pacificado de una vez por todas, es como pensar que el diablo dejará de actuar. La cuestión es cómo estar como cristianos, y luego como comunidad cristiana, en estas situaciones.
El cónclave
-No lo sé, estaba en el cónclave y no vi esa entrevista. Cuando me enteré, me enfadé, porque le había dicho a mi familia que no concediera entrevistas. Digamos que sí, tenía cierta inclinación por lo religioso. Me influyó mucho un sacerdote, don Perse, carismático y cercano a la gente.
-Claro, pero también jugaba con cromos. Quizás mi madre lo haya olvidado. Recuerdo que mis amigos se burlaban de mí precisamente porque nunca salía ese cromo del portero, ¡y me echaban la culpa a mí porque decían que los tenía todos yo! Con mi tío solo nos vimos un par de veces, luego siempre estuve lejos.
Vaticano
Pizzaballa, el papable franciscano que llega de Tierra Santa: cuidadoso constructor de paz
Pablo J. Ginés
-No fui como 'candidato': esas son reconstrucciones que les gustan a ustedes los periodistas. Desde dentro se vive todo de manera diferente. El tiempo previo al cónclave en la Capilla Sixtina fue muy importante, en particular las congregaciones generales, porque era necesario conocernos y allí pudimos hablar entre nosotros y escucharnos. Al principio estaba intimidado, pero con el tiempo me relajé. Ha sido una experiencia maravillosa de Iglesia, para comprender las diferentes perspectivas y culturas. La elección ha sido breve, como habéis visto, pero para mí ha sido interesante precisamente por esta oportunidad de intercambio y oración.
-Al cardenal Dolan siempre le gusta bromear. Es cierto que no había chuletones ni cerveza... pero era un periodo de sobriedad. Como explicó el entonces cardenal Ratzinger, el Espíritu Santo no viene a decirles a los cardenales cómo votar: actúa dentro de las circunstancias humanas. En cualquier caso, creo que la brevedad del cónclave es en sí misma una indicación importante.
La unidad y la doctrina
-No es simplemente un deseo del Papa, es una nota de la Iglesia. La Iglesia de hoy ya no es la de hace quinientos años; es, digamos, más universal, no 'solo' europea, por lo que la unidad en las cosas esenciales se vuelve cada vez más urgente.
-Pensar que un organismo que reúne a más de mil millones de personas no tenga tensiones es absurdo. Para un organismo así, compuesto por miles de obispos, sacerdotes, religiosos y diferentes carismas, considero natural y necesaria una sana tensión. Solo hay que saber gestionarla y tener criterios claros que ayuden a reflexionar, a tener una relación crítica con lo que somos dentro del contexto del mundo.
»La doctrina sigue siendo la referencia, sin olvidar nunca que debe encarnarse en la realidad. Que luego haya excesos aquí y allá... bueno, se los confiaremos al Padre eterno, que sabe cómo hacer estas cosas.
El cardenal Biffi
-Sí. Nací y crecí en la zona de Bérgamo, en un contexto entonces 'hipercatólico', donde las preguntas y las respuestas ya estaban preparadas. Y no lo digo en sentido negativo, porque todo esto lo viví bien y entré en el seminario menor a los once años. Para mí todo esto fue determinante, me hice fraile franciscano en Italia y estoy feliz; en ese contexto había realmente Alguien que me hablaba.
»Luego, como ya hemos dicho, llegué aquí a Jerusalén y mis compañeros de clase judíos me preguntaban por Jesús, por la Iglesia... Sus preguntas no eran las que yo esperaba, y cuando les respondía, no me entendían. No por el idioma, sino porque en el fondo no entendían de qué hablaba.
»Una chica, una judía muy religiosa, me dijo: "Jesús es hermoso, es una persona muy fascinante, pero ¿por qué tenéis que resucitarlo? Incluso sin la resurrección, su carisma permanece". Intenté responderle, le hablé del pecado, de la salvación, del sacrificio salvífico, etc., pero vi en sus ojos que realmente no lo entendía.
»Para mí, fraile franciscano nacido y criado en la zona de Bérgamo, fue una experiencia completamente nueva, que de alguna manera me reveló también el sentido profundo del diálogo interreligioso. Cuando es auténtico, verdadero, es algo que te permite encontrar al otro y, al mismo tiempo nos revela quiénes somos y nos hace florecer. Las preguntas que me hicieron aquellos jóvenes judíos me devolvieron a Jesús, me llevaron a un nuevo encuentro con Él, y por eso no puedo sino estar agradecido.
-No solo se puede, sino que se debe. Si Jesús no hubiera resucitado y no fuera Dios, todo lo que hacemos no tendría sentido. Todo nuestro testimonio como cristianos, en todas sus formas, debe partir de esta conciencia y de esta experiencia.
-Toda mi formación teológica la realicé cuando él era arzobispo de Bolonia. Durante todos mis años en Bolonia pude escuchar y leer sus discursos, sus homilías, sus intervenciones. Era ingenioso, nunca banal, muy original. Siempre fue para mí convincente porque estaba convencido".
»De hecho, cuando le decían al cardenal Biffi que había que ser creíble, él respondía que antes de ser creíble había que preocuparse por ser creyente...
»Así es. Su franqueza, que no siempre consigue poner a todos de acuerdo, lo convertía sin embargo en un claro referente para todos los que estábamos en formación. Y hoy, para mí que soy pastor, sigue siendo un punto de referencia para el ejercicio de mi misión.
»Recuerdo que, en un momento dado de mi experiencia aquí en Israel, quise traducir al hebreo un pequeño y famoso librito suyo, Identikit del Festeggiato [Retrato de Jesús], que me parecía muy útil para quienes querían conocer a Jesús de una manera sencilla y sincera. Así que, cuando él ya estaba jubilado, fui a visitarlo a Villa San Giacomo, en Bolonia, donde se había retirado y quise regalarle esta traducción: él se alegró mucho y para mí fue una forma de darle las gracias por lo que nos había hecho vivir.
-Cuando él dijo eso, la reacción fue muy dura. Hoy creo que sería diferente, porque Occidente quizá sea consciente de estar saciado e infeliz. El secularismo está mostrando su fracaso: lo tiene todo, pero carece de sentido. Desde aquí, en Jerusalén, vemos bien este Occidente, aunque se perciben algunos cambios: se muestra como una sociedad que lo tiene todo, pero es infeliz. Entre todos los elementos que permiten comprender esto, hay uno que me parece esencial: Occidente tiene miedo a la vida, es una sociedad que tiene miedo a la vida.
Claves de esperanza
-Sí, esta es una tierra con muchas contradicciones: aquí hay mucha muerte, pero también mucho deseo de vida. No solo en sentido, digamos, demográfico, sino también porque hay mucha gente que se arriesga. Muchos se arriesgan a nivel cultural, social y político, aunque no sean noticia. Es una tierra llena de contradicciones, pero viva. Y esta es una de las razones por las que estar aquí es agotador, pero siempre fascinante.
-Recuerdo una homilía del obispo Filippo Franceschi, cuando estaba en Ferrara. Era un buen predicador, yo estaba en primero de secundaria. Dijo una frase que en ese momento no entendí del todo, pero que se me quedó grabada. Dijo: "Cristo resucitado es nuestra esperanza". Yo, como hijo de campesinos de Bérgamo, siempre en busca de cosas concretas, me dije: "Pero, ¿qué significa realmente?".
»Bueno, puedo decir que he empezado a comprenderlo en su concreción aquí en Jerusalén, me ha llevado tiempo. Porque son cosas que se concretan cuando se viven, la teoría no basta. La resurrección no se explica, se encuentra. Cuando ves la vida renacer después de tantas muertes y devastaciones, cuando encuentras personas que, incluso en situaciones dramáticas, están llenas de vida, cuando experimentas el perdón, recibido y luego dado, comprendes que realmente Cristo resucitado es nuestra esperanza.
De Bérgamo a Jerusalén, pasando por Bolonia
Se trasladó a Tierra Santa, a Jerusalén, en octubre de 1990. Tras sus estudios filosófico-teológicos, obtuvo la licenciatura en Teología bíblica en el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén. El 2 de julio de 1999 entró formalmente al servicio de la Custodia de Tierra Santa. Desempeñó el cargo de vicario general del patriarca latino de Jerusalén para la atención pastoral de los católicos de expresión hebrea en Israel.
Fue nombrado Custodio de Tierra Santa por primera vez en mayo de 2004, por un período de seis años. En mayo de 2010 fue reconfirmado por otros tres años y, en junio de 2013, por otros tres años más. El 24 de junio de 2016, el Papa Francisco lo nombró Administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, sede vacante, hasta el nombramiento de un nuevo patriarca, con dignidad de arzobispo. La ordenación episcopal tuvo lugar en septiembre de 2016 en Bérgamo, Italia. El 24 de octubre de 2020, el Papa Francisco nombró a monseñor Pizzaballa nuevo Patriarca Latino de Jerusalén. El mismo Francisco lo creó y publicó cardenal en el consistorio del 30 de septiembre de 2023.