Viernes, 29 de marzo de 2024

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De los historiadores de la Iglesia. Hoy, Cesare Baronio

por En cuerpo y alma

 
 
            Otro de esos hombres de iglesia que fueron grandes sabios de su época y custodios del saber haciendo posible su traslado a las futuras generaciones y con él el progreso humano.
 
            Cesare Baronio nace el 30 de agosto de 1538, hijo único de una familia humilde proveniente, sin embargo, de la poderosa estirpe napolitana de los Barono, latinizado Baronius. Ve la luz en la ciudad de Sora, en el reino de Nápoles, hijo de Camilo, y de Porcia Febonia, ferviente cristiana conocida por su piedad.
 

Cesare Baronio

            Tras recibir su primera educación en la cercana Veroli, a los 18 años es enviado a la escuela de leyes de Nápoles, y luego a Roma, donde se convierte en discípulo del prestigioso Cesare Costa, maestro en derecho canónico y civil, pero donde, al mismo tiempo, en la iglesia de San Girolamo della Carità, entra en contacto con el sacerdote Felipe Neri, San Felipe Neri, a quién seguirá encarecidamente aunque sin abandonar en ningún momento su formación.
 
            La deriva del hijo no gusta demasiado al padre, que le corta todo suministro y Cesare comienza una vida pseudo-religiosa en la comunidad de San Girolamo, de la Congregación del Oratorio de Felipe Neri, entregado a las obras de caridad. Con apenas veinte años de edad, se hace cargo de las conferencias que se imparten en la iglesia de San Girolamo, y seis años más tarde es ordenado.
 
            En esas estamos cuando entre 1559 y 1574 se publica la “Ecclesiastica Historia: integram ecclesiae Christi ideam complectens, congesta per aliquot studiosos et pios viros in urbe Magdeburgica”, obra protestante concebida por Mathias Flach Francowiez (Flacius Illyricus), conocida como las “Centurias de Magdeburgo”, con un contenido de gran calidad pero premeditadamente difamatorio para la Iglesia. Sus trece volúmenes tratan cada uno de un siglo de la era cristiana, de donde el nombre, “centurias”. Felipe Neri encarga entonces al más brillante de sus acólitos la tarea de responder con una obra de similar calidad, y Cesare inicia su proceso de familiarización con la ciencia histórica y con las ricas bibliotecas romanas.
 
            Entre 1564 y 1575, Cesare presta sus servicios en la iglesia de San Giovanni dei Fiorentini, donde lleva a cabo una vida ascética, durmiendo entre cuatro y cinco horas, y se inicia en los problemas digestivos que a la postre le causarán la muerte. Con la fundación del Oratorio en 1575, se traslada a Santa María en Vallicella, sede de la congregación.
 
            En 1593 sucede al ya anciano Felipe como superior del Oratorio, y a la muerte de éste en 1596, es reelegido para otros tres años. En 1595 es confesor de todo un papa, Clemente VIII, que le nombra protonotario apostólico y en 1596 cardenal.
 
            En el campo de la política, Baronio se ganará enemigos tan importantes como nuestro Felipe II, al trabajar para levantar la excomunión de Enrique IV de Francia, el de la famosa “misa en Paris”, y en el mejor derecho sobre Sicilia del Papado frente a la monarquía hispánica. Pese a la importante oposición española, Baronio será un importante candidato a papa en dos cónclaves, los que terminan eligiendo a León XI y Pablo V, los dos en 1605.
 
            En el año 1607 Baronio, tras recibir una visión que le advierte de que es el último de su vida, regresa al Oratorio, de donde vuelve a Roma para morir el 30 de junio. Tiene sesenta y ocho años. Es enterrado en la iglesia de Santa María en Vallicella, a la izquierda del altar mayor. Casi siglo y medio después, el 12 de enero de 1745, el Papa Benedicto XIV lo proclama venerable.
 
            En cuanto a la obra cumbre del sabio napolitano, los “Anales”, para 1588 aparece el primer volumen, que opaca a las mismísimas “Centurias” (repárese en la intencionalidad del título, anales frente a centurias, con todas seguridad no casual), conoce un éxito editorial sin precedentes y es traducida a varias lenguas. Los siguientes volúmenes irán saliendo hasta 1607, terminado el duodécimo poco antes de su muerte. La crónica de Baronio conseguirá abarcar hasta el año 1198.
 
            Aunque la calidad y el rigor de la obra son reconocidos de todos, ello no obsta para que sea sometida a importantes estudios de tipo crítico, y hasta revisada en algunos datos y conclusiones. Entre esos trabajos destaca por encima de todos la “Critica historico-chronologica in Annales” de Antoine Pagi (16241699) en cuatro volúmenes, editada en Amberes en 1727.
 
            A la obra de Baronio aún se añadirán anexos, entre los cuales los de sus tres compañeros oratorianos, Raynaldus, que con el mucho material compilado por Baronio lleva la historia hasta el año 1565; James Laderchi, que la prolonga hasta 1571; y Augustin Theiner, que la cierra en 1583.
 
            En cuanto a las ediciones, la mejor tal vez sea la de Lucca (1738-59), en nada menos que 38 volúmenes, lo que nos da una idea de su alcance, con las continuaciones de Raynald y Laderchi, la crítica de Pagi, y las notas del Arzobispo Mansi; y la de Bar-le-Duc (1864-83), en 37 volúmenes, que añade a las anteriores las adiciones editoriales del P. Theiner.
 
            Los Anales no son la única obra salida de la mano del gran sabio napolitano. En 1584, y en paralelo a la reforma del calendario realizada por el Papa Gregorio XIII, recibe de éste el encargo de revisar el Martirologio Romano. Baronio realiza la obra en dos años y a ella sigue una segunda edición con nuevas correcciones, el “Martyrologium Romanum, cum Notationibus Caesaris Baronii”. A lo que añadir otras obras menores como su “Vida de San Gregorio Nacianceno”.
 
            Y sin más por hoy, queridos amigos, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana les veo por aquí. Espero.
 
 
            ©L.A.
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