

Entre los años 1918 al 1923 ocupó el cargo de asistenta en el Consejo Provincial, razón por la que estuvo destinada en la Casa Central de Jesús, nº 3, en Madrid. El 31 de agosto de 1921, el Rey disponía que con toda urgencia se implantase el servicio de asistencia de la Hijas de la Caridad de la Congregación Española de San Vicente de Paul en los Hospitales militares establecidos en las tres Comandancias generales de África.
En el año 1923 se produce el descalabro de las tropas españolas en el desastre de Annual. Los soldados heridos son numerosos y se necesitaban enfermeras en el norte de África. Ante el requerimiento del Rey que pide ayuda, Sor Josefa Bengoechea, Visitadora, le contesta:
-Majestad, no 24 Hermanas sino 42 Hijas de la Caridad saldrán mañana mismo y, al frente de este batallón de bálsamo y paz, marchará Sor Martina.
Efectivamente ella fue la responsable de los hospitales militares en este tiempo, desde su puesto de superiora en el de «Doker», de Melilla (1923-1926).
Todo cabía en su corazón maternal: limpiar pisos, atender y escuchar a los soldados heridos y dar órdenes a los militares, cuando la situación lo requería. Estaba convencida de que así continuaba la misión de Jesucristo. Por eso repetía con alguna frecuencia:
-A mí los soldados y los pobres son los que me tienen que llevar al cielo.
Cierto día llegó al Hospital de «Doker» un camión con soldados heridos y muertos, mezclados unos con otros. Ella se puso a descargar y reanimó a unos cuantos de los que habían dado por muertos. Los soldados conductores del camión decían:
-Usted es nuestra verdadera madre.
Al ver que no había sitio donde colocar tantos heridos pensó en que los jefes tenían en Melilla un Casino propio para ellos. Con aquel local se podría solucionar el problema. Sor Martina se dirigió a los jefes y les dijo:
-Yo necesito esos salones para hospital de enfermos.
Un jefe se opuso con aires autosuficientes. Entonces ella cogió el teléfono y llamó a Don Juan de la Cierva, ministro de la Guerra, y le dijo:
-No me quieren ceder el casino y no tengo dónde poner tanto herido, Vuecencia dirá lo que hago.
El Sr. Ministro mandó inmediatamente un telegrama a Sor Martina Vázquez nombrándola Capitán General para que hiciera cuanto deseaba. Los jefes militares del casino, al tener noticia de este nombramiento, se pusieron a sus órdenes y le ayudaron a poner en el casino las camas necesarias para los heridos y enfermos.
[La Unión Ilustrada, del 9 de marzo de 1924]
Sería largo de narrar tantos momentos verdaderamente emotivos en esta guerra. Una vez terminada, Sor Martina contaba que había ido al monte Gurugú, donde los moros tenían emplazados los cañones y tiró un puñado de medallas de la Milagrosa y, al tirarlas, dijo:
-Si algún día yo puedo, vendré a poner en este monte una estatua de la Milagrosa.
Hasta uno de los jefes musulmanes le regaló una tela de seda preciosa para hacer un manto a la Virgen del Henar, patrona de Cuellar, su pueblo natal. Y que como nos contó don Carlos Miguel, se conserva en el Museo del santuario.