La polémica estalla tras la publicación del mayor estudio hasta la fecha: «Trastornos, cocaína, suicidio...»
El síndrome postaborto existe: Iglesia, ciencia y patronal del aborto confirman sus síntomas

“Todas las iniciativas en el ámbito de la Iglesia de apoyo a las mujeres que han abortado confirman que el Síndrome postaborto existe”, asegura el obispo César García Magán.
La polémica en torno al síndrome postaborto se encuentra en su punto álgido. Comenzó el martes, después de la aprobación de la moción llevada al Pleno del Ayuntamiento de Madrid por el Partido Popular y VOX para informar sobre dicho síndrome en centros de salud, espacios de igualdad, servicios sociales y plataformas digitales del consistorio.
Tras aprobarse la moción se desató una tormenta mediática contra la misma. Los críticos alegan la inexistencia del síndrome postaborto, término que alude a las afecciones mentales que siguen a la práctica de un aborto: si bien afectan a los hombres que toman parte, la salud mental de mujer suele ser la más comprometida.
Uno de los ataques que más están sonando contra la medida del Pleno del Ayuntamiento de Madrid es la pretendida ausencia de evidencia científica que respalde la existencia del síndrome postaborto.
[Más sobre el debate en la sección Síndrome postaborto de Religión en Libertad]
Lo cierto es que España no es el principal proveedor de estudios al respecto, pero no son pocos los informes de base científica que corroboran los síntomas mencionados por los impulsores de la moción: “Depresión, un profundo sentimiento de culpa, aislamiento, imágenes recurrentes, pesadillas, insomnio, alcoholismo, anorexia y bulimia, disfunciones sexuales, autolesiones, agresividad y una tasa de hospitalización por problemas psiquiátricos que duplica al de las mujeres que no han abortado”, enumeraba Carla Toscano, concejala del Grupo Municipal VOX.
Los obispos: "El Síndrome postaborto existe"
Este mismo 2 de octubre, los obispos también han salido al paso de la polémica. Concretamente a través del secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Francisco César García Magán. Preguntado al respecto, el obispo sentenciaba: “Puedo asegurar que todas las iniciativas que hay en el ámbito de la Iglesia de apoyo a las mujeres que han abortado confirman que [el Síndrome postaborto] ciertamente existe”.
El talón de Aquiles del movimiento abortista
Desde hace años, Spei Mater es una de esas iniciativas mencionadas por el obispo que más ha contribuido en la "tarea esencial de curar las heridas" del Síndrome postaborto, como indica su web.
María José Mansilla, presidenta e iniciadora de Spei Mater y bloguera en ReL, declara a Religión en Libertad que la reciente publicación del estudio Aborto inducido y sus implicaciones para la salud mental a largo plazo “no puede ser casualidad”.
Y no solo por haber sido realizado con financiación pública, sino también por ser uno de los más grandes realizados hasta la fecha sobre el Síndrome Postaborto, con más de 1,2 millones de embarazos de seguimiento.
Un estudio que, a su juicio, “va a la línea de flotación [del lobby abortista] porque, superada la humanidad del feto, ahora todo se apoya en la supuesta libertad y supuestos bienes que el aborto da a la mujer”.
Sin embargo, agrega, “si al final se demuestra que el aborto trae un mal, ¿qué justificación queda? Si se admite la necesidad del tratamiento psicológico después [del aborto], es que el aborto es intrínsecamente malo. Y eso desmonta el aborto completamente”.
Una de las mayores investigaciones hasta la fecha
El listado de dolencias mencionado ha sido cuestionado por carecer de justificación científica o pruebas que lo avalen, mientras que José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid (Partido Popular) se desmarcaba del argumentario alegando que el término de “síndrome postaborto” no es una categoría científica reconocida.
Reconocida terminológicamente o no, son muchos los estudios de calibre que admiten la consideración traumática de las dolencias que siguen al aborto.
Uno de los más destacados es el mencionado por María José Mansilla Aborto inducido y sus implicaciones para la salud mental a largo plazo: un estudio de cohorte de 1,2 millones de embarazos. Un estudio elaborado por Nathalie Auger, Jessica Healy-Profitós, Aimina Ayoub, Antoine Lewin y Nancy Low, publicado este verano en PubMed, base de datos estadounidense de acceso libre y especializada en ciencias de la salud.
En este estudio, los investigadores comienzan admitiendo que “la relación entre el aborto inducido y la salud mental a largo plazo no está clara”, siendo su objetivo de la investigación esclarecer si someterse a un aborto se asociaba o no con un aumento del riesgo a largo plazo de hospitalización por problemas de salud mental.
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El estudio fue elaborado sobre una cohorte de 28.721 abortos inducidos y 1,2 millones de nacimientos en hospitales de Quebec (Canadá), y las pacientes que se sometieron a procedimientos de abortos inducidos participaron en un seguimiento de hasta 17 años transcurridos tras el fin del embarazo.
Los resultados no pueden ser más relevadores. Según cita las conclusiones del mismo estudio,
• Las tasas de hospitalización relacionada con la salud mental fueron más altas después de abortos inducidos que otros embarazos (104.0 frente a 42.0 por 10,000 personas-año).
• El aborto se asoció con la hospitalización por trastornos psiquiátricos (HR 1.81, IC 95% 1.72-1.90), trastornos por uso de sustancias (HR 2.57, IC 95% 2.41-2.75) e intentos de suicidio (HR 2.16, IC 95% 1.91-2.43) en comparación con otros embarazos.
• Los trastornos de salud mental parecieron ser más frecuentes después de abortos inducidos que después de otros tipos de embarazo desde el inicio del seguimiento ( Fig. 1 ). Al cabo de 17 años, hubo una tasa de incidencia acumulada de 14,3 hospitalizaciones por problemas de salud mental por cada 100 abortos inducidos (IC del 95 %: 13,6-15,0) frente a 6,8 por cada 100 embarazos que culminaron en parto (IC del 95 %: 6,7-6,9) (valor p <0,0001).
• En comparación con otros embarazos, las pacientes con abortos tuvieron tasas de hospitalización más altas para cualquier trastorno mental (104,0 frente a 42,0 por 10.000 personas-año), trastornos psiquiátricos (85,1 frente a 37,1 por 10.000 personas-año), trastornos por consumo de sustancias (56,7 frente a 15,0 por 10.000 personas-año) e intentos de suicidio (14,7 frente a 4,4 por 10.000 personas-año).
• El aborto se asoció con el riesgo a largo plazo de hospitalización por trastornos psiquiátricos (HR 1,81, IC del 95 % 1,72-1,90), trastornos por consumo de sustancias (HR 2,57, IC del 95 % 2,41-2,75) e intentos de suicidio (HR 2,16, IC del 95 % 1,91-2,43) en modelos ajustados por edad, comorbilidad, enfermedad mental preexistente, privación material, residencia rural y período de tiempo. El aborto se asoció más fuertemente con trastornos de la alimentación (HR 2,25, IC del 95 % 1,67-3,03), trastornos por consumo de alucinógenos (HR 5,15, IC del 95 % 2,76-9,58) y trastornos por consumo de cocaína (HR 3,46, IC del 95 % 3,01-3,98).
• Las pacientes con abortos corrieron el riesgo de ser ingresadas por trastornos psiquiátricos, trastornos por uso de sustancias e intentos de suicidio en el largo plazo después de la finalización del embarazo. Los riesgos fueron mayores entre las pacientes con trastornos de salud mental preexistentes y las pacientes menores de 25 años. El riesgo de hospitalización por salud mental fue más prominente dentro de los cinco años posteriores al aborto y disminuyó con el tiempo. Si bien estos hallazgos no son evidencia de un vínculo causal entre el aborto y las secuelas de salud mental a largo plazo, respaldan la posibilidad de que el aborto pueda ser un marcador de un mayor riesgo de por vida de trastornos mentales.
La conclusión de dichos resultados no ofrece duda: “El aborto inducido se asocia con un mayor riesgo de hospitalización por problemas de salud mental a largo plazo”, se puede leer.

Tabla 2 del estudio, relativa a la relación entre el aborto y la hospitalización relacionada con la salud mental.
El porcentaje de “abortos deseados” no supera el 33%
Un estudio publicado el 11 de mayo en la revista médica Cureus sostiene que solo un 33% de las madres que abortan lo consideran algo "deseado", por un 67% que lo asumen como algo "incoherente con sus valores y preferencias" (43%) o directamente se entienden víctimas de una coacción (24%).
Solo ese primer tercio expresa "satisfacción" con el hecho de haber abortado, mientras que el resto (dos tercios) experimentaron consecuencias emocionales negativas con eventuales problemas de salud mental. De hecho, el 60% de las mujeres que abortaron manifestaron que "habrían preferido dar a luz si hubiesen recibido mayor apoyo de los demás o una mayor seguridad económica".
Resultados más precisos
Este estudio de David C. Rardon (del Instituto Elliot de St Peters, Missouri), Katherine A. Rafferty (de la Universidad de Iowa en Aimes) y Tessa Longbons (del Instituto Charlotte Lozier de Arlington, Virginia), expertos en salud pública y psicología del embarazo y de su pérdida, tiene un precedente en el de dos de ellos, Rardon y Longbons, que, sobre la misma cohorte, había identificado en enero, en la misma publicación, los patrones de conducta consecuencia de esos abortos no deseados.
A saber: "Más emociones negativas; más alteraciones en la vida diaria, en el trabajo o en las relaciones; más pensamientos, sueños o evocaciones del aborto; sentimientos más frecuentes de pérdida, dolor o tristeza por el aborto; mayor conflicto moral y maternal sobre la decisión de abortar; un deterioro generalizado de la salud mental que ellas atribuían al aborto; un mayor deseo o necesidad de ayuda para soportar los sentimientos negativos sobre el aborto".
Hasta la patronal abortista lo admite: «Se sienten solas, inútiles y cobardes»
Women's Health Tasmania es una de las representantes de la patronal del aborto en Australia. Su caso es representativo de cómo hasta los mismos proveedores de abortos admiten los síntomas asociados al llamado “Síndrome postaborto”: en febrero de este 2025 tuvieron que lanzar un servicio de apoyo para mujeres que han abortado, buscando fomentar que estas pudiesen procesar sus sentimientos y sanar el dolor emocional tras sus abortos.
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La misma Jo Flanagan, directora ejecutiva de Women's Health Tasmania, reconoce el dolor de las mujeres antes de comenzar procesos de sanación psicológica.
“Le pedimos a las mujeres que usaran palabras para describir cómo se sentían antes de hablar con la trabajadora social y cómo se sentían después. Las palabras que usaron antes son ‘sola’, ‘inútil’, ‘cobarde’. Y las palabras que usan después son ‘valiosa’, ‘valiente’ y ‘digna’”, detalla la directiva abortista. Un resultado que, si bien demuestra que el proceso de sanación puede ser adoctrinador y llevar a las mujeres a sentirse “valientes” por abortar, el estado de las mismas antes de sanar no da lugar a dudas.