Religión en Libertad

Para responder a las preguntas de los niños, aconseja: "si uno es creyente, rezar un poquito antes»

Ricardo Martino, experto pediatra, acompaña a niños a morir: «Yo creo que hay una vida eterna»

"Tengo la tranquilidad de que no todo depende de mis propias fuerzas", asegura.facebook

Redacción REL
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¿Cómo se aborda el tema de la muerte con un niño que padece una enfermedad terminal? Para Ricardo Martino, uno de los mayores expertos en cuidados paliativos pediátricos de España, la clave no está en grandes discursos, sino en la escucha activa y la respuesta serena a las dudas concretas que el menor plantee.

Al ser preguntado por su propia visión sobre lo que hay después de la muerte, Martino responde en COPE con una convicción que, para él, es también una herramienta de resiliencia profesional y personal. "Yo creo que hay una vida eterna", confiesa.

Un Dios que nos cuida

Esta creencia no es un adorno; es un pilar que le permite sobrellevar la inmensa carga emocional de su trabajo. Explica que "saber que esto no es el final y que no todo depende de nuestras propias fuerzas, sino que hay un Dios que nos cuida o que nos guía o que nos da fuerzas, lo hace todo mucho más sostenible".

Cuando el entrevistador, Alberto Herrera, le pregunta cómo puede con un trabajo tan emocionalmente demandante, su respuesta es coherente: "es que yo tengo la tranquilidad de que no todo depende de mis propias fuerzas".

Su enfoque, alejado de cualquier dogmatismo, se basa en la honestidad adaptada a la madurez del niño y en la comprensión de que detrás de cada pregunta hay un mundo de miedo e incertidumbre que necesita ser calmado.

El punto de partida de Martino es claro: la verdad no se impone, se comparte cuando el niño está preparado para preguntar. "A un niño se le dice si lo pregunta", afirma. Esta premisa evita abrumar al pequeño con información para la que quizás no está emocionalmente preparado.

El tipo de preguntas, explica, varía enormemente con la edad y la madurez del niño. Mientras que los adolescentes pueden formular cuestiones más directas y existenciales como "¿cuánto me queda de vida?" o "¿me voy a quedar solo?", los niños más pequeños tienen preocupaciones más inmediatas y concretas. "A lo mejor te pueden preguntar si eso le va a doler o si su papá se va a quedar solito o va a estar con él".

Uno de los consejos más valiosos que ofrece el pediatra es no tomar la pregunta inicial al pie de la letra, sino indagar en la emoción que la motiva. La técnica que propone es sutil pero profundamente efectiva: "Es importante responder con una pregunta".

¿Por qué? Porque "detrás de esas preguntas hay toda una angustia, muchos pensamientos, muchas imaginaciones". Un niño que pregunta "¿me voy a morir?" puede estar realmente preguntando "¿vas a abandonarme?" o "¿va a doler mucho?". Al devolverle una pregunta con calma, se le invita a expresar el miedo concreto que le atenaza, permitiendo al médico o a los padres ofrecer un consuelo específico y significativo.

Tan importante como el qué se dice es el cómo se dice. Martino subraya la necesidad de crear un entorno seguro y sereno para esta comunicación. "Se contestan con tranquilidad, respirando primero", recomienda.

Incluso sugiere un recurso personal para quien lo necesite: "y si uno es creyente, a veces rezando un poquito antes". La clave, insiste, es "no teniendo prisa". Comprende que estas conversaciones no son lineales y que pueden necesitar su tiempo: "esas preguntas se pueden responder en un momento o en varios".

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