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Christine Kwipu cuenta a ATTWN los horrores del aborto tras meses trabajando en la industria

Exempleada de un abortorio relata su salida: «Era como una fábrica de muerte 24 horas al día»

Ecografía.

Christine Kwipu relata los horrores del aborto tras colaborar activamente con la industria desde la gerencia de una de las clínicas de Planned Parenthood.Freepik.

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ReL

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Con poco más de 20 años, con una recién nacida a la que se planteó abortar y sola, sin nadie que la ayudase con las cargas económicas, Christine Kwipu no supo cómo decir que no a la oferta de empleo en la multinacional abortista Planned Parenthood. Tampoco aguantó mucho: seis meses después de la firma de contrato, la joven cristiana nacida en Nueva York abandonó desolada la industria, conocedora de los horrores que se perpetran en las clínicas tanto a madres e hijos como al propio personal.

Reconocida como la exempleada del mes de enero por And Then There Were None -un ministerio dedicado a ayudar a renunciar a los empleados de la industria del aborto- Kwipu siempre quiso trabajar en el campo de la salud. Pero el aborto nunca entró en sus planes, ni practicarlo ni ejercerlo.

Una resolución que cambió cuando a los 20 años supo que estaba embarazada y lo planteó como una posibilidad ante su madre.

“Por encima de mi cadáver. Tendrás a este niño, y si no lo quieres, lo tendré yo”, le dijo ella.

Confiada, Kwipu dio a luz a su hija unos meses más tarde. “Es el pilar de mi vida, mi columna vertebral, lo es todo”, relató al portal de ATTWN.

La "luna de miel": Planned Parenthood llama a la puerta

Con cada vez más facturas por pagar, Christine buscaba crecer profesionalmente y aumentar sus ingresos. Por eso le costó resistirse cuando Planned Parenthood llamó a su puerta para ofrecerla un puesto en la gerencia de la multinacional abortista. Tendría un buen salario, incorporación inmediata y, en principio, un trabajo de oficina, alejado de los tétricos abortorios.

Los primeros días veía como sus compañeros y supervisores lo hacían todo por que se encontrase lo más cómoda posible. Eran agradables y comprensivos, podía irse pronto a casa… Pero lo que ella llama hoy su “luna de miel” duró poco.

Todo empezó con un hipotético encargo puntual como supervisora de abortos durante un día.

“Solo lo vas a documentar, no harás ninguna locura”; la tranquilizaban. Primero fue un día, pero pronto se convirtió en algo más rutinario.

La realidad: la crudeza del aborto, cara a cara

“Fue agotador. Es como una fábrica: estás viendo a los pacientes en la sala de espera. Vienen, hablas con ellos, entran a la habitación, los metes, ves el frasco, te aseguras de que todo esté bien hecho y luego los envías a la otra habitación”, enumera. Con “bien hecho” se refiere al conocido procedimiento de reconstrucción, por el que se identifican todas las partes del bebé abortado. De no suceder, las mujeres son enviadas nuevamente a quirófano para completar la reconstrucción.

No era un lugar feliz”, recuerda hoy Kwipu. Recuerda que los ritmos de abortos eran vertiginosos, buscando acabar con tantos pacientes como fuese posible antes de cerrar. Algo que terminaba por hacer imposible hasta la esterilización y limpieza de los equipos.

“En determinados momentos trataba de ayudar a limpiarlos yo misma y, a veces, veía desperfectos de la persona anterior. Era como una fábrica”, repite ella.

Como madre en casa y colaboradora de abortos en el trabajo, recuerda aquel empleo como una disonancia plagada de recuerdos “desconcertantes”.

Los gemelos que escaparon

“Nunca olvidaré a una clienta. Llegó, sabía que estaba embarazada y quería hacerse un aborto. Cuando se enteró de que iba a tener gemelos, se emocionó y empezó a dudar”, recuerda ella. Pero por experiencia, aprendió que una vez entras en Planned Parenthood, harán todo lo posible para que el cliente no se esfume. Así que empezó la presión sobre la embarazada de gemelos. “Tengamos compasión. ¿Y si es una de nosotras?”, planteó ella. Por suerte, la embarazada y sus gemelos pudieron escapar.

Conforme pasaban sus días en la gerencia de la clínica, confirmaba que no era la única que odiaba su trabajo. “Todos lo hacían por igual. Nadie se enorgullecía de trabajar para Planned Parenthood. Todos parecían agotados”, menciona.

Si comparaba los abortos quirúrgicos con una fábrica, los farmacológicos eran “como comer caramelos. Te inscribes, te dan la pastilla y te vas”.

Christine Kwipu, exempleada de Planned ParenthoodATTWN

El comienzo de la salida

La joven empleada tuvo un primer quiebre cuando una conocida cercana apareció en la clínica para pedir un aborto.

Me sentí responsable. Podría haberla detenido, pero elegí quedarme en mi oficina. Todavía me arrepiento de ello hasta el día de hoy”, lamenta.

Algo semejante sucedió cuando otra mujer acudió a la clínica acompañada de su padre y sus hijos pequeños. Por lo avanzado del embarazo no podía abortar, pero le aseguraba a Christine que no podía tener otro hijo. La empleada de Planned Parethood supo que realmente sí podía ayudarla.

“Todavía hay una salida”, le dijo antes de ir a la impresora y recoger la información para la adopción.

Christine recuerda la mirada de agradecimiento de la desesperada madre como el último impulso para abandonar Planned Parenthood.

"Si el Estado quisiese, se habría cerrado el centro"

Los dramas personales no son lo único que lamenta. También verdaderas estafas y negligencias en la propia clínica. Entre ellas, la utilización de las sondas ecográficas de mujer a mujer sin ningún tipo de esterilización: “Si el Estado se hubiera involucrado realmente en la auditoría, probablemente se habría cerrado el centro”.

Llegado un momento, Christine rezaba cada mañana al entrar en “la clínica”, suplicando a Dios que le sacase de ese trabajo.

“No me importa cómo, pero necesito salir de aquí. No me siento cómoda estando cerca de la muerte las 24 horas del día, los 7 días de la semana”, rezaba ella.

La respuesta llegó a través de una tarjeta navideña que encontró en el buzón de correo de la clínica y que todavía conserva. Estaba escrito a mano y en ella se podía leer: “¿Buscas una salida? Podemos ayudarte a salir de la industria del aborto. Llama a este número”.

Interviene el Espíritu: "Me cambió la vida"

“Algo, el Espíritu Santo, me impulsó a guardarla en el bolso y llevármela a casa y hablé con mi madre”, recuerda.

Segundos después de descolgar el teléfono y marcar el teléfono de AWTTN le estaba saludando lo que recuerda como “la persona más dulce del mundo”: “No me gusta llorar, pero en cuanto empezó a hablar, se me saltaron las lágrimas. Parecía demasiado bueno para ser cierto. Había estado rezando todos los días para salir de esta industria”.

Christine fue una de las muchas empleadas de la industria del aborto salvadas por ATTWN, la organización fundada por la exabortisa y activista católica Abby Johnson cuya vida relata Unplanned.

ATTWN cambió mi vida. La batalla que libramos no es contra la carne y la sangre, y el primer paso era abandonar Planned Parenthood”, concluye Christine, hoy en un nuevo trabajo y habiendo hallado la paz tras seis meses de horrores en la industria del aborto. 

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