Domingo, 05 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Eugeni Gay, ex-magistrado del Constitucional español, y su esposa, dan su testimonio en el Sínodo

ReL

Eugenio Gay y su esposa Montserrat Rosell en el Sínodo de la Familia en Roma
Eugenio Gay y su esposa Montserrat Rosell en el Sínodo de la Familia en Roma
Eugeni Gay fue miembro del Tribunal Constitucional español desde 2001 a 2011. Fue también presidente del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) de 1993 a 2001 y vocla del Consejo de Estado de 1993 a 2001.

Ante la ley que generalizaba el aborto sin necesidad de alegar causa alguna que estableció Rodriguez Zapatero en 2010, pidió con otros 4 miembros del Tribunal que se aplazara con medidas cautelares hasta que el Tribunal Constitucional la examinase. El Tribunal, con 6 votos contra 5, impidió este aplazamiento... y la ley lleva 5 años legitimando más de 600.000 abortos en España mientras que el Tribunal Constitucional, cinco años después, sigue sin examinarla o, al menos, sin pronunciarse sobre ella.

Eugeni Gay forma además parte del grupo de "7 voces católicas" que publican con cierta periodicidad propuestas conjuntas en el diario barcelonés La Vanguardia .

En el Sínodo de la Familia de Roma ha acudido con su esposa, Montserrat Rosell, para hablar de su experiencia matrimonial, como esposos, padres y abuelos integrados en la vida de una parroquia barcelonesa, la de San Francisco de Sales. Esta ha sido su intervención, publicada este martes.

»Santo Padre, padres sinodales, hermanos todos en Cristo: Queremos manifestaros cuan emocionados y reconocidos estamos a Vuestra convocatoria a asistir al presente Sínodo de los Obispos sobre la familia en calidad de auditores; así como a la invitación que nos hacéis a participar en esta Aula.

»Debo decirles que somos de Barcelona y hace 44 años que estamos casados. Tenemos cuatro hijos y, de momento, nueve nietos.

»Nos conocimos dos años antes de contraer matrimonio. Mi marido formaba parte, en aquel entonces, de la Federación de las Congregaciones Marianas Universitarias de los jesuitas. Y yo formaba parte del movimiento católico de los scouts de la parroquia de San Francisco de Sales, de la que entonces era una de sus responsables, colaborando también en su pastoral. Pronto los amigos de mi marido pasaron a ser mis amigos y viceversa.

»Nos casamos en el Monasterio de Nuestra Señora de Montserrat, al que nuestras familias se sentían muy vinculadas, en una ceremonia sencilla, en la que solemnizamos nuestro compromiso sacramental, pidiendo a Nuestro Señor que nos ayudara en el camino que iniciamos y fortaleciera nuestro compromiso social, según las enseñanzas del Evangelio, en comunión con su Iglesia.

»Inmediatamente nos integramos en equipos de matrimonios con los que compartir preocupaciones y anhelos. Empezamos a construir nuestro hogar, que tuvimos siempre abierto a todos; y empezaron a nacer nuestros hijos que llenaron de vida, primero con sus lloros y después con sus risas, la casa para más tarde alegrarla con sus juegos y travesuras.

»Ahora, cuando algunos nietos pasan una o dos noches con nosotros revivimos con emoción aquellos momentos, sin ninguna nostalgia.

»La “experiencia de la vida” y la sincera oración a Nuestro Señor, para que nos ayudara a vivirla y gozarla con los demás, nos llevó muy pronto a ver en la persona la maravillosa obra de Dios, que envió a su propio Hijo para que se hiciera hombre en la entrañable noche de Navidad, dándonos a conocer, así, la filiación divina de todos y cada uno de nosotros. ¡He aquí el valor de la familia! Por ello nada más sagrado en el género humano que la dignidad que nos iguala y nos urge a formar una sola familia.

»Ha sido en ese empeño que nos hemos esforzado en la defensa de los derechos humanos y en el ejercicio de las obligaciones humanas. Así Montse, que ya desde muy joven, los domingos salía de casa a las seis y media de la mañana para atender a los enfermos del Cotolengo, ahora lo hace con las Hijas de la Caridad, que asisten a mujeres excluidas o en grave riesgo de exclusión, prestándoles asilo y asistencia para su reinserción social.

»He dedicado mi vida profesional al derecho como abogado y al final de mi carrera como Magistrado y Vicepresidente del Tribunal Constitucional de mi país, compartiéndolo con compromiso y así tuve el privilegio en los años ochenta de coordinar y dirigir el grupo de juristas de Pax Romana, en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

»Participé, también, en varias misiones de derechos humanos. Ello supuso para mí un verdadero revulsivo. Pues conocí cárceles muy distintas de las que ya conocía; escuché a infinidad de víctimas de la violencia, así como a familiares de asesinados y desaparecidos. Siempre sentí que Jesús estaba muy cerca de ellos y que además era su único consuelo y su esperanza.

»Como jurista tanto en el ejercicio de la abogacía como en el de la más alta magistratura de mi país, así como en la Academia he tenido presente que la dignidad de la persona es única, exclusiva e intransferible y que debe ser la base del Ordenamiento jurídico de los países y de la propia Comunidad internacional.

»Hoy damos gracias a Dios por testimoniarlo. Pero también a Usted Santo Padre por iluminar con su palabra y su propio testimonio a la Santa Iglesia de Cristo.
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