Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Pertenece a la Comunidad del Emmanuel y sintió la vocación tras la JMJ de Polonia

El padre Cédric, campeón ciclista BMX, aplica a la fe su lema al entrenar: «Más, más; menos, menos»

Cedric Claessens.
Cedric Claessens fue un practicante semipofesional de BMX y no duda en incorporar la actividad deportiva en la pastoral juvenil. Foto: Unité Pastorale Catholique des Sources Vives.

C.L.

En 1989, el hoy sacerdote Cédric Claessens fue campeón nacional de BMX, una exigente disciplina ciclista de la cual su hermano mayor, Vincent, fue pionero en Suiza en los años 80. Una de las hijas de Vincent, Zoé Claessens, de 21 años, ha llevado el estandarte helvético y familiar a lo más alto de la especialidad, como subcampeona mundial junior en 2020 y campeona de Europa femenina en 2021.

Cuando entrenaba (hoy sigue subiéndose a la bicicleta, pero de forma más relajada), el padre Cédric, nacido en Lausana hace 49 años, se guiaba por un principio: “Más, más; menos, menos. Es decir: cuanto más entrenes, más te apetecerá entrenar; cuanto menos entrenes, menos te apetecerá entrenar”.

Un entrenamiento de Zoé Claessens, sobrina del padre Cédric, que muestra la dureza de este deporte.

Ahora ese principio lo transmite a sus fieles para que lo apliquen a su vida espiritual y perseveren: “Hay que jugar al ‘más, más’ en las cosas buenas, entre ellas las religiosas, que no siempre son las más fáciles, pero son las que dan vida. Es una certeza. ¡Hace más de dos mil años que se demuestra! Incluso en sociedades caóticas, los cristianos que han perseverado han sido santos”.

De la JMJ a la Comunidad del Emmanuel

El padre Cédric creció en una familia católica, que iba a misa cada domingo y celebraba de forma especial la Navidad y la Pascua. No solamente él tiene, como presbítero, una fuerte vinculación personal a la Iglesia. Su hermano Vincent y su esposa Fabienne toman parte activa en la unidad pastoral de Saint Pierre-Les Roches, en el cantón de Vaud, y desde hace años, impulsados por su fe, tienen consigo continuamente niños de acogida: "Rezamos por ellos como rezamos por nuestros hijos", explican.

Cédric empezó a montar en bicicleta de bicross cuando tenía ocho años, y se convirtió para él en una "pasión" que llegó a practicar de forma semi-profesional y con gran éxito deportivo. La historia de su vocación empezó en 1991, cuando acudió a la primera gran JMJ con Juan Pablo II, que tuvo lugar aquel año en Czestochowa (Polonia). No estaba alejado de Dios, pero confiesa que acudió pensando sobre todo en pasarlo bien en una fiesta. Lo vivido no defraudó sus expectativas, pero sí notó algo especial, "muy perceptible", y es que, aunque estaba acostumbrado a momentos de alegría en el ámbito deportivo, allí percibió "una alegría más profunda".

Durante el viaje de vuelta, pararon en una pequeña iglesia, donde asistían a misa solo unas pocas personas. Al llegar el momento de la Consagración, tuvo una súbita conciencia muy clara de algo que ya sabía: "Comprendí que Dios estaba ahí, que Dios me amaba, y eso transformó mi vida. En la Eucaristía Jesús está verdaderamente presente y toca los corazones más endurecidos".

No se planteó todavía un cambio radical: “Durante años sentí que Dios me llamaba, pero yo hacía todo lo posible para no responder. Tenía miedo de huir del mundo y de no ser feliz en esa vida. Pero Dios llamó fortísimo a mi corazón”.

Finalmente, tras un paso por los encuentros de Paray-le-Monial (que reúnen en verano a miles de jóvenes de espiritualidad carismática), se unió a la Comunidad del Emmanuel y se trasladó a Bélgica, donde ha vivido el último cuarto de siglo sin perder el acento suizo. En 2003 fue ordenado allí sacerdote y empezó a trabajar en la parroquia de Saint Julienne de Salzinnes (Namur), para ser destinado en 2017 a Bruselas, a la unidad pastoral de Sources Vives [Fuentes Vivas], que agrupa cuatro parroquias.

Del "baile del cura" a la oración tras el deporte

Don Cédric es un párroco creativo. En 2018 organizó un "baile del cura" que reunió a más de mil personas, católicos o no: una misa solemne, seguida de una cena y un baile, que llamó la atención de los medios de comunicación y sirvió para unir a la iglesia con la comunidad.

También organiza encuentros juveniles donde aprovecha su propia afición al ejercicio físico: "Estoy tan convencido de los beneficios del deporte, y obviamente también de la oración (cuerpo sano en un espíritu sano), que propongo en la parroquia una hora de deporte para los jóvenes. Durante una hora, el domingo a las cinco, entrenan con un coach, luego toman algo juntos, y después hacen oración de alabanza y damos un tiempo para preguntas y respuestas. Son momentos privilegiados con los jóvenes, porque hacen algo juntos con el deporte, y esto crea una especie de fraternidad natural, y de esta forma la oración se hace también de forma más natural".

De esta forma han conseguido una comunidad muy viva, donde hay más de cien adoradores eucarísticos "que viven esa comunión con el Señor".

Precisamente mantener todo eso fue su prioridad durante los confinamientos y restricciones gubernamentales de los últimos dos años, toda una tentación de jugar al ‘menos, menos’: “Hay que evitar perder el contacto”, porque “la gente se habitúa rápidamente”. Por eso él no dejaba de proponer cosas a sus parroquianos para que no se alejasen de la parroquia y que viviesen su fe “sin deteriorarse psicológica y espiritualmente”.

Por ejemplo, cuando las limitaciones de aforo en el templo lo limitaban a unas imposibles 15 personas en domingo, transmitían la misa en streaming y luego abrían las puertas del templo para dar la comunión, que recibían así entre 600 y 700 personas.

Esa actitud activa del padre Cédric ante el cierre global obedece a un criterio teológico: ”Es el Señor quien tiene la última palabra”. No hay que lamentarse de las circunstancias, insiste, sino confiar en Dios, que nos las presenta por algún motivo.

“Y debo reconocer humildemente que Él ha actuado en este desierto”, añade, “pues ha habido  ‘síes’ de conversión y también gente practicante que ha vivido durante este periodo algo desconocido: la oración en familia. Muchas familias nunca habían rezado juntas, y es algo vital. Porque es importante no equivocarse de combate. Lo más importante es la comunión con el Señor y esto pasa por que nos amemos unos a otros”.

La satisfacción de ser sacerdote

Cuando estuvo en la JMJ de Madrid en 2011, la cadena católica KTO le entrevistó y el padre Cédric Claessens explicó con sencillez las cruces y alegrías de la vida sacerdotal: "Todos los estados de vida tienen pruebas, también el sacerdote las vive. Cuando el marido elige esposa, quiere que sea guapa y amable, pero sabe también que habrá sacrificios. Nosotros también elegimos, tenemos a Dios duante toda nuestra vida y esta vida de entrega a Dios se colma de otra manera. Hay momentos difíciles, pero también otros de gran alegría por hacer lo qe hacemos. Saber que cuando uno da los sacramentos, los fieles recobran la vida gracias a nuestro don, gracias a que uno es acerdote... ¡no hay nada más bello!" 

 

El padre Cédric, en la JMJ de Madrid.

De ahí su proverbial optimismo: "Nuestro mundo descristianizado", afirma, "nos impulsa a menudo a fijarnos en todo lo que va mal. Pero, puesto que nosotros vivimos la virtud de la esperanza, enfoquémonos no en constatar lo que va mal, sino en contemplar y fortalecer lo que va bien".

Cuanto más se oscurezca nuestro mundo", concluye, "más luminosos debemos ser nosotros. Debemos iluminar y librar el buen combate, el de la santidad. El mundo nunca se ha convertido sin santos”.

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