Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Al contemplarle, Antoinette descubrió que la oración es hablar con Alguien

La abrumó ver rezar a su amigo: «Había en él una luz que yo no tenía; él había recibido el bautismo»

Antoinette.
Antoinette no estaba bautizada y había crecido en un ambiente de izquierda revolucionaria. El amor a un amigo la animó a dar un paso insólito en alguien como ella...

C.L. / ReL

"Tengo la fortuna de formar parte de una familia numerosa. Éramos cinco hermanos. Una familia de artistas", cuenta Antoinette: "¡Y éramos lo que se suele considerar unos revolucionarios de izquierda verdaderamente comprometidos!"

Ella siguió la tradición familiar y desde muy joven debutó como comediante. Fue gracias a esa profesión como conoció a una persona que cambiaría su vida: "Mi director de escena, que en aquella época era mi mejor amigo (y sigue siéndolo), tuvo un problema familiar. Yo veía que a medida que pasaban los días se aislaba de nosotros y caía en una depresión".

Estaba sin bautizar... pero rezó por su amigo

Antoinette intentó reiteradamente hablar con él para intentar ayudarle, pero era inútil. Hasta que, realmente preocupada, y sabiendo que su jefe y amigo era creyente, se le ocurrió ensayar algo a la desesperada: "Si rezo por él, me dije, encontrará la fuerza interior para decir sí a la vida".

Lo hizo... y la oración surtió efecto: "Al cabo de diez días de que yo comenzase mi «gestión», nuestro amigo nos pidió ayuda... ¡y pudo salir de la situación en la que se hallaba! Yo estaba muy orgullosa de mí misma, porque sentía que gracias a mí se había arreglado todo".

Visitando una iglesia... él se arrodilló 

Ese poso de la petición atendida quedó en el alma de Antoinette como una semilla a la espera de dar fruto. Pasó el tiempo, y llegó la hora de la cosecha.

Seis meses más tarde su compañía teatral se encontraba de tournée en otra ciudad y aprovecharon para dar un paseo y conocer el lugar: "Fuimos todos juntos a visitar una colegiata, un poco como quien visita un museo".

Pero no para todos era aquel templo un museo.

"Vi a mi amigo arrodillarse y rezar ante una imagen de la Santísima Virgen", recuerda Antoinette al contar esta historia a Découvrir Dieu.

Se quedó mirando a su amigo y experimentó "una especie de iluminación" que le permitió comprender lo que estaba pasando: "«La oración es un diálogo con alguien», pensé, «él está hablando con alguien». Fue como el primer toque de campana".

Hubo un segundo toque: "Tuve la impresión de que había en él una luz que yo no tenía. No porque él fuese mejor que yo, sino porque él había recibido el bautismo. Y que esa luz daba sentido a su vida".

 

"Fue una especie de revelación", confiesa, "en la que me di cuenta de que yo no tenía esa luz y de que todo aquello sobre lo que yo había basado mi vida empezaba a tambalearse. Bajé los ojos y cuando los levanté de  nuevo me encontré contemplando un crucifijo enorme. Su mirada, su rostro, estaban llenos de paz. Me dije: «¡No está muerto, solamente duerme! ¡Está vivo...!»"

"Me dije: «Tienes que pedir el bautismo»"

Antoinette había captado en esa escena y ante esa Cruz la verdad esencial de la fe, como un eco del "está vivo" (Lc 24, 23) con el cual los discípulos de Emaús, sin reconocerle, compartían con el mismo Jesucristo la novedad de su Resurrección. En la síntesis de San Pablo: "Porque yo os transmití en primer lugar lo que también yo recibí, que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras" (1 Cor 15, 3-4).

Captar esa verdad desveló a Antoinette cuál debía ser su siguiente paso: "La palabra bautismo vino a mi corazón y me dije: «Tienes que pedir el bautismo». Yo entonces no sabía que uno podía bautizarse siendo adulto, para mí era algo como o blanco o negro, o estás bautizado o no lo estás".

Pero dos cosas sí tenía claras: "Quería saber quién era Jesús, ese hombre a quien veía crucificado. Y quería pedir el bautismo en la Iglesia católica porque en ella estaba esa mujer, la Virgen María... ¡en aquella época yo era superfeminista! Salí de aquella iglesia con una alegría profunda".

Un buen compañero

"Qué decirte...", concluye: "Esta amistad que tengo con Cristo nunca me ha abandonado. Es para mí una forma de tomar decisiones en mi vida. Paso mucho tiempo con Él y debo decir que es un buen compañero para la vida. No vivo mi fe solo los domingos, la vivo todos los días. Porque hay Alguien que está ahí, que me ama profundamente y, sobre todo, que me ayuda a amar mejor a los demás".

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