Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Dios en la vida pública


Para este nuevo paganismo, el ser humano es quien decide lo que es justo e injusto, lo bueno y lo malo.

por Raúl Mayoral

Opinión

En Occidente asistimos hoy a un intento de crear un nuevo culto que alberga todo un proyecto sistemático de descristianización de la sociedad con el objeto de expulsar a Dios de la vida pública y sepultar a los pueblos bajo una concepción pagana de la existencia.

Para este nuevo paganismo, el ser humano es quien decide lo que es justo e injusto, lo bueno y lo malo. De ahí, que algunos se afanen por agrandar al hombre y reducir a Dios. El hombre elimina a Dios para quedar de nuevo en posesión de la grandeza humana que le parece detentada indebidamente por otro. Nos alerta de ello el cardenal Cañizares, «en nuestros días estamos asistiendo, impasibles y ciegos, ante el emerger de una nueva antropología que se alza contra la realidad de las cosas, que es fruto del uso de la libertad humana, llevada ésta a límites abismales». Esta gran apoteosis del hombre consiste en una vuelta atrás de largo recorrido.

Es un nefasto retroceso de la civilización occidental. Tanto la Epopeya de Homero como la Teogonía de Hesíodo crearon dioses que eran hombres. Con fina observación psicológica, el filósofo presocrático Jenófanes advertía que si los caballos y leones pudieran, formarían dioses de su misma especie. Gran error es negar a Dios, pues con ello se termina aboliendo al hombre.

Y así, en los momentos actuales podemos comprobar lo arduo y comprometido que es para el hombre el tiempo que le toca vivir. Algunos se empeñan en convertir a la persona en una especie de diana contra la que lanzar el dardo del antihumanismo. Un entorno de hostilidad rodea al hombre en esta época de angustia y quiebra de virtudes naturales. Hay afán por desarrollar proyectos de claro signo deshumanizador. Desde la ciencia hasta la política, pasando por la economía, la sociología y la cultura, se pretende crear una especie de ecosistema inhóspito para el ser humano. La ciencia ha abdicado de su principal misión: Estar al servicio de la vida humana.

La utilización de embriones, el aborto o la eutanasia evidencian la deshumanización de la ciencia. En el ámbito económico también se suceden continuos ataques a valores humanistas como la justicia o la igualdad que quiebran ante las pretensiones de enriquecimiento inmoral. Padecemos una globalización desordenada generadora de modernas esclavitudes como el trabajo infantil, la explotación sexual o la inmigración ilegal.

El panorama no es nada halagüeño en el ámbito de la política. La democracia está degenerando en un totalitarismo sin barbarie pero que también es nocivo y perjudicial para el ser humano. Mediante la sacralización de la mayoría, los Parlamentos se erigen en oráculos de verdad generando un positivismo jurídico abusivo y disolvente que restringe o limita derechos fundamentales como el derecho a la vida o a la libertad de expresión, de enseñanza y religiosa. Sin realidades trascendentes no es posible catalogar deberes ni derechos. La ingeniería social trata de equiparar nuevas realidades a instituciones milenarias como el matrimonio. Este sufre embates que acaban con su indisolubilidad. Todo ello se enmarca en un proceso de mayor alcance: La desintegración de la familia, como célula genuina y auténtica de la sociedad. Finalmente, y lo más grave, es que se propaga todo un discurso cultural hegemónico cuya esencia es justificar la batería de agresiones que se lanzan contra el hombre. Valiéndose de un nuevo y deliberado lenguaje los medios de comunicación crean una realidad en la que el individuo es despojado de toda trascendencia y certifican la incompatibilidad entre fe y razón, entre fe y cultura. El resultado es la paganización social que deja a los hogares desiertos y fríos y a las escuelas sin Dios. Porque no se nos escapa que la causa de tan inhumana devastación es la expulsión de Dios de la vida pública. En esta perversa dinámica se hallan ofuscadas las modernas sociedades occidentales.

Pero el tiempo presente parece favorable para proponer soluciones cristianas a un mundo fatigado por el escandaloso espectáculo de desórdenes propios del proceso de secularización que nos invade. Algunas de estas soluciones se debaten en el foro universitario que bajo el título «Dios en la sociedad postsecular» se celebra en Avila los días 20 a 23 de julio, organizado por la Universidad Católica de Avila, la Universidad CEU San Pablo y la Facultad de Teología de San Dámaso. Ocasión propicia para diagnosticar esa soledad, a veces oceánica, en la que está sumido el hombre de hoy, que le impulsa a llamar a las puertas de la religiosidad, evidenciando la crisis de la posmodernidad.    

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