Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Fiesta de la Encarnación y del Buen Ladrón


por Álvaro Cárdenas

Opinión

¡Acuérdate de mí Señor!
¡Acuérdate de nosotros!

Hoy, día de la Anunciación a María y de la Encarnación del Hijo de Dios, en que el Papa Francisco nos ha convocado a todos los discípulos de Cristo, de todas las confesiones, a unirnos en una plegaria unánime con el rezo del Padre nuestro por la crisis sanitaria que asola el mundo entero, es también el recuerdo eclesial de San Dimas, el Buen Ladrón, el santo de la última hora. 

Encarnación y Redención, estrechamente unidas

Una providencial coincidencia  une estos dos misterios: la Encarnación y la Redención. 

La Vida sale al encuentro de la muerte 
para derrotarla y traer la vida al mundo.

La Palabra eterna del Padre se hace Verbo encarnado
para habitar como luz y como vida entre los hombres.

Dios se une a nuestra naturaleza humana 
para hacernos partícipes de su naturaleza divina. 

El Padre sale en su Hijo al encuentro del hijo pródigo
para introducirlo de nuevo en la casa paterna.

El Hijo de Dios se hace Hijo del hombre 
para buscar y salvar lo que estaba perdido.

El Buen Pastor deja el aprisco de sus ovejas
para cargar sobre sus hombros y rescatar a su oveja perdida.

El Buen Samaritano desciende al hombre, herido de muerte, 
para sanar y restaurar su vida.

Esperanza en esta hora de dolor

Es un mensaje de esperanza de significativa actualidad en esta hora, marcada tan intensamente por la muerte a causa de la pandemia del Covid-19 y por tantos males y sufrimientos que asolan la humanidad. 

Volver nuestra mirada al Buen Ladrón y al misterio de Misericordia que nos revela

Momento propicio para volver a sacar del cajón de nuestra memoria eclesial tan extraordinaria coincidencia. 

Momento excepcional también en nuestra humanidad para volver nuestra mirada al Buen Ladrón y al misterio de Misericordia a través del cual se nos descubre.

Ocasión, por otra parte, para abrirnos y acoger el don del perdón y de la Misericordia  que nos espera y aguarda.

Particularmente para los que buscan reconciliarse con Dios

Misterio de esperanza para tantos y tantos que en esta hora se están volviendo a Dios, implorando su perdón y su salvación. 

Consuelo y paz para tantos que queriendo acudir a un sacerdote, para a través de él reconciliarse con Dios, encuentran dificultad. 

San Dimas, santo que puede unirnos a todos los cristianos

Estas dos celebraciones y el misterio que encierran son, por último, una privilegiada oportunidad para volver nuestra mirada a aquel santo que puede ser arca de la alianza que nos reúna a todos los cristianos. 

A las Iglesias hermanas de Occidente y de Oriente, gozando como goza en éstas últimas de inmensa popularidad. 

Vínculo de unión también entre los cristianos católicos y los provenientes de la Reforma, que en el Buen Ladrón reconocemos al primer santo de la historia, canonizado por el mismo Cristo y en quien se manifiesta la primacía de la Misericordia divina y del perdón de Dios, que se concede gratuitamente  a quien lo acoge por la fe. 

Oportuna ocasión para recuperar palabras de fe en torno al Buen Ladrón y al misterio de Misericordia que nos trae pronunciadas por cristianos de diversas confesiones, recogidas en el precioso compendio sobre el ladrón arrepentido: El Buen Ladrón. Misterio de Misericordia, del sacerdote André Daigneault.

Enseñanza del Papa Francisco 

«Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, en nuestro camino. Cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno tiene también sus equivocaciones, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos tristes. En este día nos vendrá bien pensar en nuestra historia y mirar a Jesús y desde el corazón  repetirle a menudo, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: "Acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús,  acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno, quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero acuérdate de mí, Jesús. Tu puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tu estás precisamente en tu Reino". ¡Qué bien! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, muchas veces. "Acuérdate de mí, Señor, tú que estas en el centro, tú que estas en tu Reino". La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido.  El Señor siempre da más, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino» (Homilía en la clausura del Año de la fe, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, 24 de noviembre de 2013).

Oración de Bartolomeos I, Patriarca de Constantinopla

«Jesús, cada uno de nosotros es simultáneamente el malhechor que blasfema y el malhechor que cree.

Señor, tengo fe, 
acude en ayuda de mi falta de fe.
Estoy clavado en la muerte, 
sólo me queda gritar:
"¡Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino!

Jesús, no sé nada, 
no comprendo nada en este mundo de horror.
Pero Tu vienes a mí con los brazos abiertos, 
con el Corazón abierto,
tu sola presencia es mi paraíso.

"Acuérdate de mí 
cuando llegues a tu Reino".

Gloria y alabanza a ti, que acoges no a los sanos sino a los enfermos,
Tu que tienes como extraño amigo a un desalmado perteneciente al círculo de la injusticia humana.

Desciendes a los infiernos 
y liberas a aquellos que se creían condenados y te gritan:
"Acuérdate de nosotros, Señor,
cuando llegues a tu Reino".

(En el Vía Crucis en el Coliseo de Roma, 1994).

Oración de Sor Minke (Suiza), de la Iglesia reformada

«Blasfemias, burlas, injurias de los que pasan:
"Sálvate a ti mismo".
¿Por qué este perverso placer 
de divertirse a costa del débil indefenso?
Hasta uno de los condenados,
pese a las exiguas fuerzas que le quedan, 
 se une a ese placer.
El reino de las tinieblas está trabajando a pleno día, empeñado en salvaguardar su poder.

Pero Tú, Cordero de Dios,
con el Corazón herido de un dolor inmenso,
permaneces totalmente abandonado a la voluntad del Padre.
Tu frenas la espiral de violencia 
rehusando entrar en ella,
y no permitiendo a los otros
encerrarse en su ceguera.

"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".

Sí, Tú perdonas,
Tú acoges hoy en tu Reino,
gratuitamente y por siempre, al buen ladrón, 
al homicida que se abre a la fe;
y el centurión pagano queda atónito

En tu Reino sin fronteras,
¡acuérdate también de nosotros, Señor!».

(En el Vía Crucis en el Coliseo de Roma, 1995).

Oración del cardenal Tettamanzi

«Heme aquí Señor, ante Tí. 

Te contemplo colgado de la cruz entre dos ladrones, y te ruego:
aunque mis pecados fueran más numerosos y graves que el mal realizado por el Buen Ladrón, 

que yo jamás desespere 
porque ¡tu Cruz es mi esperanza! 
Como el Buen Ladrón, 
acepto, oh Señor, el justo castigo 
por el mal que he hecho,
soportando por tu amor
las privaciones y sufrimientos de mi vida.

Con corazón contrito confieso,
Dios santo, justo y misericordioso,
toda mi culpa.
Y confieso tu inocencia de Cordero inmolado, 
fuente de purificación y de gracia
para mí y para el mundo.

Con gran confianza 
y pleno abandono en tu amor,
te imploro, Señor, como el Buen Ladrón:
"Jesús, acuérdate de mí".

Haz que participando ahora
en tu dolorosa pasión,
pueda un día gozar contigo
en la gloria inmortal de tu Reino.

Repíteme también a mí,
te lo ruego con todo el corazón,
tu consoladora palabra:
"Hoy estarás conmigo en el paraíso",
para que pueda cantar eternamente tu Misericordia. 
Así sea». 

(El buen ladrón,  Meditación,  EDICEP, 2006, págs 119-121).

Fiodor Dostoievski

"Venid vosotros también"

«Entonces Cristo os dirá: "Venid vosotros también, venid los borrachos, venid los débiles, venid los perdidos". Y dirá: "Seres viles, que sois a imagen de la bestia y lleváis su impronta, venid de todos modos, vosotros también".

Y los sabios y los prudentes dirán: "¿Señor, por qué los acoges?" Y Él les dira: "Si los acojo con los sabios, si los acojo con los prudentes, es porque ninguno se ha sentido digno".

Y nos abrirá los brazos y caeremos a sus pies. En ese momento estallaremos de llanto y entenderemos todo. ¡Sí, entenderemos todo!»

San Dimas, santo de la esperanza en la última hora, ruega por nosotros

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