Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Liberar a la Navidad

Iglesia y árbol de Navidad cubiertos de nieve.
La Navidad hay que celebrarla, sí, pero porque nos ha nacido un Salvador que nos acompaña a lo largo de toda la vida. Como se aprecia sutilmente en esta imagen, la Luz de la Navidad no procede del árbol, sino de un misterio que resguarda el templo. Foto: Andreas Kretschmer / Unsplash.

por Álex Rosal

Opinión

Hace ya demasiado tiempo que secuestraron a la Navidad de consumismo, de sentimentalismo barato o de atracón digestivo. Y se nos ha quedado como una cáscara, con lacito rojo y vacía de contenido, sin saber ya qué celebrar, al permitir que unos muchos la “usaran” como excusa para lograr que compráramos más regalos, consumiéramos más comida o bebiéramos más cava. Pero los que “usan” la Navidad ni la entienden, ni la viven, ni tampoco son capaces de explicarla. Tan solo se aprovechan de ella.

El problema viene de los que decimos que sí la entendemos y vivimos. ¿La comprendemos realmente? ¿Logramos llegar a la raíz de lo que significa la Navidad? ¿Somos capaces de saltar los tópicos de esta celebración para toparnos de lleno con el Misterio? ¿Sabemos cómo nos salva la Navidad?

La Navidad solo se libera de todos estos mercaderes que la secuestran si nos atrevemos a creer de verdad en lo que queremos festejar. Y los cristianos tenemos motivos para tirar la casa por la ventana, y preparar una gran comilona, regada de buen vino, y acompañada de regalos, si somos capaces de reconocer que hace dos mil años un niño llamado Jesús nació para salvarnos a todos nosotros. Y que ese Salvador, si le dejamos, nos acompañará toda nuestra vida ayudándonos a afrontar los sinsabores de la existencia. Y con su gracia hará que las cruces que debemos abrazar sean más livianas; que las fragilidades sean superadas; que las enfermedades que debamos sufrir tengan sentido; y que los desamores que se nos presenten sean compensados por Él.

La Navidad nos descubre que no es lo mismo vivir sabiendo que hay Alguien que está dispuesto a salvarnos de nuestras limitaciones, pobreza y pecado, que vivir pensando que podemos, por nuestras fuerzas, salvarnos a nosotros mismos.

Esto es lo que nos recuerda la Navidad: que la vida vale la pena ser vivida gracias a que nació un Niño-Dios para aplacar nuestros miedos y ayudarnos con pequeños y grandes milagros diarios que hacen más llevadera nuestra vida. La mayoría no los vemos, son invisibles, pero existen. Sin ellos no podríamos vivir. Por eso mismo festejamos la Navidad, nos reunimos para cenar, brindamos con cava y nos hacemos regalos.

Álex Rosal es director de Religión en Libertad.

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