Lunes, 07 de octubre de 2024

Religión en Libertad

El desafío de Francisco


Balance del viaje a Río de Janeiro y Aparecida, que marca la primera gran etapa del Pontificado

por Andrea Tornielli

Opinión

El primer viaje internacional del nuevo Papa estuvo lleno de sorpresas. Sobre todo sorprendieron la vitalidad el aguante de Francisco, que en ningún momento ahorró sus fuerzas y, a pesar de las cansadas jornadas, nunca mostró cansancio.

Es más, se puede decir que justamente en el contacto con las personas, en el contacto con los jóvenes -que lo recibieron extraordinariamente-, Bergoglio demostró una energía fuera de lo común. No hubo problemas de seguridad, a pesar de las polémicas que desencadenó el Papa mismo con la decisión de no usar el “papamóvil” blindado. Además, sorprendió la decisión de Bergoglio de recorrer las vías de Río de Janeiro a bordo de una Fiat Idea. El coche más pequeño y modesto de toda la flotilla papal.

El rasgo característico de la semana que pasó Francisco en Brasil fue la enorme cordialidad que se vivió en los encuentros, la disponibilidad para acercarse a todos, sin ningún problema, sin llevar un séquito papal de prelados y asistentes y con el menor número posible guardaespaldas.

Es evidente que la agenda del Pontífice, las decisiones sobre sus traslados, las modalidades del encuentro con las personas, fueron tomadas en diálogo con sus colaboradores más cercanos y con los gendarmes de la seguridad. Pero, como siempre, la última palabra era la suya. Y así, pudimos ver en cuatro ocasiones al Papa recorriendo los 3 kilómetros que separan el Fuerte de Copacabana del lugar en el que se encontraba el palco sobre la playa. En este sitio se habrían debido celebrar solamente la fiesta de acogida inicial del jueves y el Vía Crucis del viernes. Pero la vigilia y la misa final no, como acabó sucediendo, pues habían sido programadas en una zona periférica de la ciudad; todo estaba listo, pero se convirtió en un “acuario” debido a las condiciones meteorológicas.

Y así, Francisco recorrió cuatro veces, con su jeep descubierta, un recorrido completamente expuesto entre una larga fila de edificios (la “skyline” de Copacabana). El Papa no estaba preocupado por esta “exposición” y los agentes de la seguridad tuvieron que adecuarse a su deseo de abrazar a los jóvenes, de detenerse constantemente ara bendecir y saludar a los niños y a los enfermos. Otra novedad fue la avalancha de gorras, banderas, camisetas, cartas y demás regalos que los jóvenes arrojaban hacia el “papamóvil” durante estos recorridos. A veces el Papa “cachaba” alguno de estos objetos, otras eran los gendarmes que los recogían y alguno que otro llegó directamente a la cabeza del secretario del Papa, Alfred Xuareb, que diligentemente lo recogía y lo metía al vehículo.

El viaje a Brasil fue decisivo por la fuerza de los mensajes. Más que por los discursos, el nuevo Papa apostó por los gestos y los signos. La visita a la favela conocida como “la Franja de Gaza de Río” fue el momento culminante, con Francisco feliz al encontrarse con los pobres de la favela, que hasta hace un año todavía era el escenario de feroces enfrentamientos entre traficantes y compradores de droga. A pesar de la lluvia y el lodo, Bergoglio estaba contentísimo abrazando a todos los que se le ponían delante. Durante la semana en Brasil, el Papa pronunció mensajes precisos para los políticos: invitó a seguir sin descanso la vía del diálogo y del encuentro, dijo que no era suficiente la “pacificación” porque ninguna sociedad podrá tener paz si permanecen las desigualdades sociales. Pidió a los políticos un verdadero compromiso para erradicar la pobreza.

A los que protestan en las calles para cambiar la situación, Francisco recordó que la violencia nunca podrá ser el camino correcto. Y que cualquier reforma verdadera parte siempre del corazón del hombre. Dos discursos del Papa tuvieron el sabor de “textos programáticos” y representan, hasta ahora, los más largos y complejos del Pontificado. Francisco habló a la Iglesia y pidió un profundo cambio de mentalidad y de enfoque. Hizo una crítica más puntual y sistemática en contra del clericalismo en la Iglesia, en contra de los pastores burócratas y funcionarios, en contra de la Iglesia que confía demasiado en las estructuras, en contra de los enfoques pastorales “disciplinarios”, que privilegian los principios, las conductas y los procedimientos organizativos, pero que “obviamente” no tienen ni cercanía, ni ternura ni caricias. Criticó las acciones pastorales que están planeadas de manera que no son cercanas y son incapaces de encontrar a los hombres y mujeres de hoy.

Pero Francisco también denunció un enfoque que transforma a la Iglesia en una “Controladora”. Una “Iglesia-aduana” que controla la fe de las personas en lugar de favorecerla. El entusiasmo de los jóvenes y la urgencia del llamado a la misión quedarán impresos en los recuerdos de esta Jornada Mundial de la Juventud. No hay duda de que lo que sucedió en Río de Janeiro exige replantear las cosas y un cambio profundo de perspectiva incluso entre las Iglesias del Viejo continente.
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