Religión en Libertad

La divina nostalgia de Navidad

Si Él es el camino, debemos caminar con Él. Si es la verdad, debemos optar por Él.

Los pastores que acudieron al portal de Belén descubrieron su Verdad e recorrieron el Camino para adorar a Jesús. Francisco Rizi, 'Adoración de los pastores' (1668).

Los pastores que acudieron al portal de Belén descubrieron su Verdad e recorrieron el Camino para adorar a Jesús. Francisco Rizi, 'Adoración de los pastores' (1668).Museo del Prado.

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En Navidad se llena todo de luz, pero también de nostalgia, esa pena suave y profunda que nos da el perder amigos y, sobre todo, el vernos cada día más solos en la familia. Esta nostalgia la amenguamos con la apertura de amplios horizontes, y nuestro horizonte se amplía cuando nos dejamos llevar del “sagrado impulso que nos lleva hacia el bien, la justicia, la verdad”, como escribió el gran Platón en su diálogo Gorgias.

Pero más hermoso y divino, todavía, es el impulso que nos lleva hacia la cuna de Belén, donde ha nacido un ser excepcional, que poco después, entre milagro y milagro, nos hará confesiones como ésta: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Fijémonos bien que no dice: "Yo os enseñaré el camino para alcanzar la verdad y tener una vida plena", sino "yo soy todo ello en persona: el camino y la meta de una vez", de modo que "quien me siga tendrá vida eterna". He aquí el gran horizonte de nuestra vida: seguir a Jesús de Nazaret, y las nostalgias se convertirán en el gozo infinito de saber que nos hallamos en el buen camino.

He aquí cómo Navidad no es sólo una fiesta entrañable, un encanto que adorna nuestra vida de cristianos; es una invitación adorable a cambiar de forma de vida: de una manera de vivir que nos parece buena, recta, generosa, y sin duda lo será, pero sólo en el nivel ético; a la vida netamente religiosa que vivimos al unirnos a Jesús. Si Él es el camino, debemos caminar con Él. Si es la verdad, debemos optar por Él, tomarlo como la fuente de todos los valores (la unidad y el amor, el bien y la bondad, la justicia y la belleza moral, que nos eleva y nos salva), porque en vivir inspirados y movidos por esos valores consiste nuestra “verdad existencial” o vida plena. Sólo así tendremos de veras una vida rebosante de sentido por toda la eternidad, pues nuestros nombres estarán escritos en el Libro de la Vida.

Os deseo una Navidad feliz y llena de bendiciones.

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