La sabiduría terrible de «El corazón del ángel»
![Mickey Rourke y Robert de Niro en 'El corazón del ángel [Angel Heart]', una película de Alan Parker de 1987.](https://imagenes.religionenlibertad.com/files/og_thumbnail/files/fp/uploads/2025/08/31/68b430a52eb2f.r_d.633-356-9479.jpeg)
Mickey Rourke y Robert de Niro en 'El corazón del ángel [Angel Heart]', una película de Alan Parker de 1987.
Si la filosofía puede traducirse en términos originarios como el amor a la sabiduría, debe ser una experiencia espeluznante adquirir un conocimiento que no aporte frutos sino desdicha, pesadumbres y quebraderos de cabeza.
Porque el corazón de la filosofía es esa metafísica que impregna cada rincón del alma, lo que John Le Carré, en el fragor de una de sus novelas, intuyó como "el triunfo de la exuberancia sobre la física": el triunfo de aquello que es fecundo, que da ganancias superiores al entendimiento somático de las cosas.
La exuberancia desborda la lógica racionalista; porque se siente, se intuye, se aprecia, se capta antes de problematizarse. La exuberancia destella tanto en la naturaleza de la propia cosa como en el aprecio que se hace de la misma y el camino hacia la consecución de sus bondades. En el rumbo hacia la metafísica, la capacidad para la adoración, la compasión, la repugnancia, o el sobrecogimiento desborda la refinada dialéctica de un análisis aséptico.
El corazón del ángel fue una película de cine negro estrenada allá por 1987 que no tuvo la mejor de las acogidas, pero con el tiempo ha ganado en adeptos para ingresar en el cine de culto. Al margen de su calidad cinematográfica, la maestría de la historia contada desde la dirección de Alan Parker reside en la potencia filosófica que proyecta desde la sencillez de la teología y del mito. Tenía que ser la teología. No podía ser otra que la teología (madre de las demás ciencias inclusive de la filosofía) la que dictara sentencia en lo que respecta a la cuestión metafísica.
[ATENCIÓN: A partir de aquí se revelan claves importantes del argumento.]
Para situarnos en la trama de El corazón del ángel, un detective llamado Harry Angel (Mickey Rourke) es contratado por Louis Cyphre (a la postre, Lucifer: Robert de Niro) para encontrar a un tal Johnny Favorite. Todo muy conforme a las historias de género negro, salvo por un detalle: al detective se le encomienda una misión que acabará por ser el designio más cruel para un mortal; recordará que una vez vendió su alma al diablo a cambio de un conocimiento superior y ha llegado el momento de pagar sus deudas. Bajo la órbita de Lucifer, Favorite ha usurpado la identidad de Harry Angel y ha cometido una ensalada de atrocidades.
Su despertar será insoportable, como lo sería para cualquier hombre cuya conciencia sufra un shock al contemplar el crimen y la barbarie bajo el yugo de sus propias manos. Fausto es algo más que un mito. Firmar un pacto con el demonio para alcanzar su conocimiento te condena a asistir al horror en primera persona.
Entre los materialistas es ya una corriente muy extendida el plantear la metafísica como algo meramente dialéctico, un conjunto de razonamientos que pujan por la verdad en una olimpiada logicista. La razón fría que Chesterton tildaba de “luz sin calor" implica prescindir de lo ontológico y lo axiológico en favor de la sola racionalidad metodológica, es decir, se prescinde de la exuberancia captada por la sensibilidad y la conciencia en búsqueda de una racionalidad neutra inexistente, y de ese modo la verdad ya no se hace depender de la belleza y el bien.
Pero hay un dato que pasó inadvertido para la razón fría: la verdad emancipada de la belleza y el bien puede llegar a resultar aterradora.
Eso es exactamente lo que va a descubrir el detective Harry Angel conforme avance en su investigación: la racionalidad cotidiana y burocrática le sumerge en una inquietante facticidad que le incrimina hasta alcanzar un estado de estupefacción sobrecogedora. El detective descubre que en realidad no es Harry Angel, sino Johnny Favorite y que bajo la orquestación de Louis Cyphre ha sido el autor material de los crímenes que le han salido al paso mientras que se encargaba de huronear en el caso.
La verdad se hace insoportable cuando adquiere su cara más faústica, la del hombre que mirando al espejo visualiza cómo el diablo ha jugado con su amnesia y se ha apropiado de su alma.
Ante la incredulidad y la negación llorosa del detective, su cliente, el señor Cyphre (alias Lucifer) expone la principal verdad de nuestro horizonte vital: “¡Qué valor tiene la vida humana, si no puede ser amada u odiada!” Toda una lección metafísica que los materialistas no deberían olvidar.
La metafísica no puede ser exclusivamente dialéctica, porque llegado el momento su exuberancia o es santificadora o es diabólica. Conviene recordar que Lucifer, maestro de la metafísica, domina la materia mejor que nosotros y en su condición de ángel caído conoce las reglas del mundo creado por Dios, los misterios que esconden la belleza, la verdad, y el bien. Así lo corrobora la sentencia que lanza irónicamente al sollozante detective que vuelve en sí: “Qué terrible es la sabiduría que no aporta beneficios a los sabios, Johnny”.
Es cuando menos curioso que el mismo Demonio en persona aconseje no seguir los pasos del malogrado Johnny Favorite. No se puede vivir conforme a la verdad emancipada del bien y la belleza sin pagar un precio, y ese precio es el que pagó Favorite haciendo real como la vida misma el mito de Fausto. A todo Fausto le llega su Mefistófeles. Desoladora sabiduría fáustica la del aspirante a demiurgo, pobre diletante de la metafísica en manos de su maestro más diabólico.
El amor a la sabiduría no puede ser meramente dialéctico, porque la sola sabiduría no es lo único ni lo último que puede ser amado, más si cabe cuando las consecuencias pueden ser tan perturbadoras. ¿Qué dialéctica racionalista puede observar el sufrimiento humano del que apostó por quien no debía? ¿Qué dialéctica racionalista puede comprender el valor que le da Lucifer al alma cautiva de Johnny Favourite?
La verdad de las cosas posee una realidad ontológica (lo que las caracteriza), otra axiológica (el valor que tienen para quienes conocen su ser) y otra metodológica (el proceder de la cosa en su relación con el entorno). La realidad de un hombre se circunscribe a su ser universal y personal, a la dignidad que le ha sido conferida y a su forma de actuar en base a las dos anteriores.
Antes de descubrirse el meollo, de recobrar la memoria, el presunto Harry Angel se confesaba irreverentemente ateo ante su cliente Louis Cyphre. La metafísica y la teología le importaban muy poco al desmemoriado detective, pero para Johnny Favorite lo serían todo: solo que escogió el lado equivocado y tuvo que padecer lo terrible que es la sabiduría que no aporta beneficios a los sabios.