Religión en Libertad
Pino Scafuro

Pino Scafuro

Moderador de CHARIS Internacional (Servicio
Internacional de la Renovación Carismática)

Siempre a la altura

Una evocación personal del Papa Francisco.

Solo se puede mirar a alguien de arriba abajo para ayudarle a levantarse, decía Francisco.

Solo se puede mirar a alguien de arriba abajo para ayudarle a levantarse, decía Francisco.

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Cuando Jorge Bergoglio se convirtió en Francisco, no solo no necesitó cambiar, sino que mantuvo un corazón sencillo, si bien asumió uno de los roles de mayor influencia y relevancia que la humanidad, la religiosidad y la espiritualidad puedan otorgar.

Como coordinador de la Renovación Carismática Católica (RCC) de Buenos Aires, me tocó trabajar junto a quien entonces era el cardenal Bergoglio.

Organizábamos misas multitudinarias que él presidía y cuando la gente se agolpaba al pie del altar pidiendo su bendición y poder saludarlo corría riesgo de ser volteado al suelo. 

Yo, que estaba a su lado para protegerlo un poco de los empujones, le dije un día: “Por favor, suba un escalón para evitar que le hagan caer”. 

Él me respondió: “De arriba, no. A la misma altura de la gente”. Literalmente, Francisco dijo: “El único momento en el que es lícito mirar de arriba hacia abajo a una persona es para ayudarla a levantarse”.

En las pequeñas reuniones en el arzobispado siempre elegía (y hasta a veces la reservaba) la silla más sencilla.

Una vez elegido Papa, rápidamente mostró su cercanía a la gente, siempre intentó saludarlos “a la altura de los ojos”. El tiempo fue produciendo cambios y aunque tuvo mansamente que dejarse llevar en silla de ruedas siempre levantó decidido su vista para encontrar la mirada de a quién se dirigía.

En Buenos Aires usaba el transporte público, cosa que -obviamente- no pudo seguir haciendo como Papa; entonces eligió un auto usado y sencillo para trasladarse en Italia. También, cada vez que iba de visita a un país, pedía que se le transportase en el auto que un empleado medio pudiese comprar.

Desde 2012 he estado sirviendo en la Iglesia en organizaciones que coordinan la corriente de gracia de la Renovación Carismática en el ámbito internacional, y entonces tuve oportunidad de tener algunas reuniones con él y sobre todo presenciar sus gestos y acciones. Contaré algunas de la que fui testigo:

En 2014, cuando viajó a Corea del Sur y visitó la comunidad para los pobres de Kkottongnae, vi como solicitó que la silla asignada a él fuese igual a la de los médicos, enfermeros y enfermos a quienes dirigiría su palabra.

En San Juan de Letrán, durante el Encuentro Internacional de Sacerdotes de la RCC (había unos 1500), pidió que su lugar de predicación estuviese a la misma altura de sus hermanos sacerdotes y no sobre el altar.

En 2017, para el jubileo de oro de la RCC en el Circo Máximo, pidió que sobre el escenario hubiese otros responsables de iglesias cristianas; éramos unas sesenta personas y reiteró: “Que todas las sillas sean iguales, incluyendo la mía”.

Francisco, como pontífice, no deseó nunca dejar de tener “olor a oveja”, un olor que sólo es posible tener si se está cerca de ellas: “El estilo de Dios es la cercanía, la compasión y la ternura. Esto es lo que Dios hizo siempre. Si no acudimos a esta Iglesia de proximidad con una actitud de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor”.

Pero el tenía claro que no sólo de acciones y gestos físicos está constituida la vida del cristiano, y nos lo dijo en el Aula Pablo VI con este ejemplo: “La respiración está constituida por dos fases: inspirar, es decir, introducir aire, y espirar, dejarlo salir. La vida espiritual se alimenta, se nutre de la oración y se manifiesta en la misión: inspiración, la oración y espiración, la misión. Cuando inspiramos, en la oración, recibimos el aire nuevo del Espíritu, y, al espirarlo, anunciamos a Jesucristo, suscitado por el mismo Espíritu. Nadie puede vivir sin respirar”.

Interpretando los signos de los tiempos, entendió con claridad que la realidad de la Iglesia necesita -para superar sus actuales desafíos- de la fuerza del Espíritu Santo y de toda su creatividad.

No buscó instalarse en el confort y entonces afrontó los temas que eran necesarios, aunque resultasen incómodos, como muchas veces lo resultan las exigencias del Evangelio.

Abrió innumerables y nuevas puertas santas, pero no sólo las de madera y hierro de cada Año Santo, sino las del corazón de la madre Iglesia para que se saliese a acoger a “todos, todos, todos”. Así, en la práctica, puso a toda la Iglesia a escuchar a sus feligreses católicos, a otros cristianos y a otras personas, a través de la puesta en marcha del Sínodo.

El Sínodo de la Sinodalidad fue otra muestra de su preferencia de caminar todos juntos. Ya que el caminar juntos se convierte también en un fin, si esto nos saca de la parálisis. Un camino en el que vamos integrando a quienes están a la vera, las mujeres y hombres que lloran, que trabajan, los jóvenes que buscan darle un sentido a sus vidas, los viejos que no quieren ser descartados, los pobres que se sienten irrelevantes.

En el Sínodo lo vimos compartiendo una mesa de trabajo, como cualquier otro participante.

Sensible a las necesidades de toda la humanidad, desde el inicio, alertó sobre la existencia de una guerra mundial por sectores y la necesidad de desarmar en lugar de armar.

Remarcó el papel fundamental del diálogo interreligioso como un buen medio para desarrollar la fraternidad en lugar del fratricidio.

Alertó sobre la urgencia del cuidado de la “Casa Común”, que surge de la sabiduría que da el estar agradecidos al Creador por la Creación.

También entendió que la unidad es superior al conflicto y que sería más fecunda una unidad en la diversidad de las distintas realidades carismáticas incluyendo además a otras iglesias cristianas, porque la suma es mayor que las partes.

En la última carta que nos dirigió a principios de mes de abril nos recordó: “El Espíritu Santo, don del Señor resucitado, crea comunión, armonía y fraternidad. Esto es la Iglesia: una nueva humanidad reconciliada”.

El año pasado nos impulsó a trabajar en la Agenda 2033, una iniciativa en perspectiva al segundo milenio de la Resurrección de Jesús. El proyecto reúne a distintas vertientes cristianas que trabajan en esta visión: “Es superadora de otras agendas, pero no por complementaria sino porque su visión está centrada en la Redención”.

Los valores del Evangelio son un don para toda la humanidad. Que 2033 sea distinto, y más parecido a lo que Jesús sueña, depende de las decisiones que comencemos a tomar ya. Para dar difusión a la Agenda 2033, el Papa Francisco finalizó con un video en el nos interrogaba: "¿Qué podrías hacer a partir de mañana? ¿Lo pensaste?"

Lo vi a fines de enero de este año en una audiencia privada, pocos días antes de su hospitalización. Brillante de mente, amable y de buen humor, pero con una voz un tanto baja de tono. Comentó al finalizar: “No se olviden de rezar por mí”. En ese mismo momento reclinó su cabeza y oré con el espontáneamente, y después de un silencio, agradeció.

Y hace muy pocos días, luego de desearnos una Buena Pascua y dar su bendición a todo el mundo, Francisco, esa misma noche, saltó a los brazos del Padre. Concluyó, con su último aliento, la misión que Dios le encomendó y a la que entregó su vida.

Una vida que hasta sus últimos instantes nos brinda inspiración.

Lo mismo que la obra de un compositor, su obra permanece viva en su música y Francisco nos sigue emocionando con sus gestos y sus palabras.

El Papa era admirador de Astor Piazzolla (compositor argentino de origen italiano). Él se enteró de la muerte de su padre estando fuera del país. Sumido en desesperada tristeza, se encerró en su habitación y luego de un tiempo de silencio, emergió -en minutos- la composición de su obra maestra Adiós Nonino. Contó que le había brotado de adentro, mientras recordaba la vida de su padre a su lado. Tiempo después dijo que cuando esa obra sonaba era como si el espíritu de Nonino (así llamaba a su padre) estuviese ahí.

  • 'Adiós Nonino', interpretado por el propio Astor Piazzolla.

Se nos fue también a nosotros nuestro padre Francisco.

Después de un tiempo de silencio y de vacío que impuso su partida, surge de las multitudes esta melodía de Francisco, con fuerza inspiradora.

Muchos comprenden el don enorme que Dios puso en Francisco. Y el enorme regalo que Dios le dio al mundo con Francisco.

Que siga su música acercándonos a Dios.

Y cómo él dijo: ¿Qué podrías hacer a partir de mañana?

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