La Monarquía Hispánica y su responsabilidad evangelizadora

'Los Reyes Católicos bajo un dosel', anónimo del primer tercio del siglo XVII.
En Los laicos en la cristianización de América. Siglos XV-XIX (Ediciones Nueva Universidad, Santiago de Chile, 1973), Gabriel Guarda afirma que, en las crónicas escritas por miembros de diversas órdenes religiosas “que con tanto brillo participaron” en la magna tarea de la cristianización de América, “subyace generalmente implícita una especie de idea eje que, reducida a su expresión más cruda, consistiría en dividir el campo entre buenos y malos donde los primeros serían siempre los componentes del estado religioso –más ampliamente, eclesiástico– y los segundos los laicos; ello no obstante la copiosa cantidad de testimonios individuales esparcidos aquí y allá en las incontables páginas escritas por estos autores, que vendrían a demostrar lo contrario”.
De esta manera se ha creado una imagen “si no falsa, por lo menos incompleta del proceso evangelizador de Hispanoamérica”.
Y agrega: “Tal imagen, en fin, ha entrado a formar parte de los lugares comunes que sobre la cristianización –como de la conquista y colonización– han sido incorporados al caudal de conocimientos que con carácter casi definitivo creemos tener respecto a la historia de estas tierras. Nos atreveríamos a llamarla, en lo que a la parcela de su cristianización se refiere, imagen clerical de su historia”. En su libro, Guarda “se dedicará a rectificar estos lugares comunes, a suplir sus evidentes omisiones y la necesidad de intentar distribuir más equitativamente a cada cual lo que le toca”.
Las consideraciones precedentes obran a modo de introducción para comprender mejor que el principal agente evangelizador en el descubrimiento, la conquista y la pacificación de América fue el laicado en el ejercicio del poder político, es decir, la Monarquía Hispánica y sus representantes en aquellas tierras.
A primera vista podría llamar la atención que el poder político sea evangelizador. Desde una mirada secularista como la que comenzó a gestarse a partir del siglo XVI aproximadamente, fuera de España, lo humano en general y lo político en particular se encuentra divorciado de toda relación con “lo sobrenatural”. El secularismo es la máxima manifestación del naturalismo. Sin embargo, en una concepción como la cristiana existe una alianza entre la gracia y la naturaleza y, de acuerdo a nuestro tema, entre los poderes eclesiástico y político.
Debe precisarse, además, que este poder político evangelizador fue el de la Corona de Castilla. El detalle es importante dado que la Santa Sede concedió a los Reyes Católicos los territorios por descubrir –lo que nosotros conocemos como América– en razón del fin evangelizador. En el mismo sentido, España gozó del privilegio del Patronato Regio. De este modo, ella estuvo facultada para proponer candidatos a ocupar las sedes episcopales con todas las implicancias del caso y para disponer la reforma eclesiástica más conveniente. España se hizo cargo, con la consiguiente obligación en conciencia por parte de los reyes, del gobierno espiritual de América. Cargo que, además, supuso el sostenimiento económico de la tarea evangelizadora.
Además, para apreciar con justicia la principalía del poder político en la tarea evangelizadora en América basta estudiar ese auténtico monumento civilizatorio que fue el Derecho Indiano. Si uno consulta la Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias (1680) advierte, inmediatamente, que el primer título del Libro I es De la Santa Fé Católica. En el mismo libro, fuera de los temas lógicos vinculados con la Religión (clérigos, religiosos, iglesias, etcétera), se incluye un título que hoy podría llamar la atención: “Título 22. De las Universidades, y Estudios Generales, y particulares”. Es interesante destacar la ley xiiii: “Conforme a lo dispuesto por el Santo Concilio de Trento y Bula de la Santidad de Pío Quarto de felice recordación, los que en las Universidades de nuestras Indias recivieren grados de Licenciados, Doctores y Maestros en todas las facultades, sean obligados a hazer la profession de nuestra Santa Fé Católica, que predica y enseña la Santa Madre Iglesia de Roma: y asimismo nos han de jurar obediencia y lealtad, y a nuestros Virreyes y Audiencias Reales en nuestro nombre, y a los Rectores de la tal Universidad conforme a los Estatutos de ella”.
La ley xxxxiiii es un ejemplo de la devoción de España por la Virgen María: “Encargamos y mandamos, que quando los Catedráticos llegaren á tratar, ó leer materias en que suele leerse la question de la limpieza de la Serenísima Virgen María nuestra Señora en su Concepción, no la passen en silencio, y expressamente lean y prueben como fue concebida sin pecado original en el primer instante de su ser natural, pena de perder la Cátedra, y los cursos, que tuvieren los Estudiantes, que no denunciaren ante el Rector, el qual, hecha información del caso, dé cuenta la Claustro, y ponga edictos de oposición a la Cátedra, y el que la perdiere por esta causa no pueda ser admitido a la oposición”.
Además de los reyes, hemos mencionado a sus representantes en América –sin olvidar a las Filipinas–. El mismo razonamiento aplicado a los primeros respecto de la responsabilidad principal en la tarea evangelizadora debe aplicarse a los segundos. Así es cómo, en lo que se refiere a la presencia de España en el sur de América, pueden destacarse figuras como las del virrey Francisco de Toledo, o los gobernadores Juan Ramírez de Velazco (o Velasco) y Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias).
A partir de lo dicho se comprende la advertencia de Sebastián Sánchez cuando señala que debe evitarse caer en “una distinción falaz entre laicos conquistadores y misioneros evangelizadores. Toda la empresa indiana fue realizada por ambos” (“La lucha contra el demonio en la evangelización de América”, en Tres ensayos de historia indiana. Caballeros, misioneros y teólogos en la Conquista Espiritual de América, Ediciones Nueva Hispanidad, Buenos Aires, 2003, p. 88).
Y la Monarquía Hispánica, concluimos, fue la que estuvo al frente de tan noble empresa.