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Hoy se nos llena la cabeza con cosas banales, superficiales y efímeras que vacían nuestra memoria de lo importante, trascendente y perenne.

Hoy se nos llena la cabeza con cosas banales, superficiales y efímeras que vacían nuestra memoria de lo importante, trascendente y perenne.Keren Fedida / Unsplash

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La memoria es el proceso cognitivo que nos permite codificar, retener y recuperar información. Es la memoria la que, a lo largo de nuestra vida, nos permite conservar los conocimientos y las ideas, los aprendizajes y las experiencias las emociones y los afectos del pasado y revivirlos en el presente. Además, lo que guardamos en nuestra memoria tiene profundas implicaciones en nuestra vida, pues ayuda a construir los rasgos y modos de comportamiento que conforman nuestra identidad y carácter, así como, la formación de hábitos.

La memoria es tan importante que San Agustín nos recuerda que es, junto con el intelecto y la voluntad, una de las tres facultades del alma, la cual, al ser creada a imagen de Dios, posee una estructura interna que refleja la Trinidad. El santo doctor de la Iglesia relaciona cada facultad con una de las tres personas de la Santísima Trinidad. De esta manera, la inteligencia corresponde al Hijo, la memoria al Padre y la voluntad que ama al Espíritu Santo.

Es bien sabido que todos tenemos buena memoria para lo que nos interesa y mala para lo que no nos interesa. Desafortunadamente, nuestra sociedad hedonista y materialista está saturando su memoria con cosas banales que considera importantes y con errores que defiende como verdades

Ha reemplazado el anhelo de Dios por una serie de evocaciones antropocentristas que, al tiempo que colocan al hombre en el centro, lo despojan de todo lo que le proporciona trascendencia y permanencia. Por ello se promueve un hombre que, libre de las “cadenas y supersticiones” del pasado, repudia la moral natural, conservada y transmitida por innumerables generaciones, para crear -artificialmente, pues no puede hacerlo de otra manera- su propia identidad.

Asimismo, estamos paulatinamente sustituyendo la facultad  de la memoria con la tecnología, pues guardamos en nuestros dispositivos toda serie de datos, aun los más básicos, como direcciones, teléfonos, cumpleaños, etc., sin hacer ya el mínimo esfuerzo por memorizarlos. 

Por otro lado, en la mayoría de las instituciones educativas no se promueve el desarrollo y perfeccionamiento de la memoria. De ahí que se hayan eliminado las definiciones 'de memoria', los ensayos y la recitación, y que en muchos exámenes solo se requiera que el estudiante identifique, entre varias opciones, la respuesta correcta. 

Desafortunadamente, las ciencias especulativas que promovían la reflexión, la contemplación y el perfeccionamiento de la memoria han sido sustituidas por los llamados conocimientos prácticos

La memorización de bellos poemas, cuentos, cantos e historias, que unían a diferentes generaciones, se ha sustituido por la lectura de cuentos y novelas en boga, de ínfima calidad y de gran carga ideológica

Todo a nuestro alrededor privilegia lo nuevo, lo inmediato, lo útil y todo a lo que podamos acceder con un solo clic.

Sin embargo, la memoria es tan importante que, cuando se pierde debido a una enfermedad o un accidente, la persona se siente perdida en lo que solía ser su mundo y aun entre sus seres queridos. Asimismo, una nación que ignora o distorsiona su historia pierde su identidad y con ello su cohesión social, dando lugar a constantes disputas y divisiones como las que acontecen actualmente. Por ello resulta sorprendente que, aunado al detrimento de la memoria individual, los más poderosos organismos internacionales y la mayoría de los gobernantes de Occidente estén abocados a atacar, con leyendas negras, “memorias históricas”, mitos e ideologías, la memoria de los pueblos, llevando a un gran número de personas al rechazo de la propia cultura y a la pérdida de su identidad.

El ataque constante a las raíces cristianas de Occidente con fines políticos e ideológicos ha logrado saturar nuestra memoria de mentiras orquestadas, con tanto éxito que muchos rechazan las tradiciones derivadas de la fe compartida. Por ello, parte de la población vive acomplejada y se agita contra un pasado que percibe deforme, sucio y cruel, pues ha olvidado el orgullo y la esperanza del pueblo que sabe que en su historia abundan los grandes hombres, los héroes y los santos. De ahí la importancia de recuperar, defender y transmitir la verdad, incluida la histórica.

San Juan de la Cruz, en su obra Subida del Monte Carmelo, explica que la memoria de una persona se ocupa principalmente de aquello que su voluntad más estima: Dios, el poder, la riqueza, los placeres, el conocimiento, etc. Debido a que el mundo actual privilegia lo superficial, lo vano y lo efímero sobre lo trascendente, lo importante y lo perenne, es sumamente necesario corregir los afectos desordenados de la voluntad a fin de purificar nuestra memoria y liberarla de todo tipo de distracciones para poder dejar a Dios el lugar preponderante.

A su vez, el gran educador y mártir Pedro Poveda nos da una excelente descripción de la clase de memoria a la cual debemos aspirar: “Memoria felicísima la que retiene, conserva, mantiene y sustenta los recuerdos buenos y olvida con prontitud lo inútil o menos santo. En ella viven las bondades, la verdad y la caridad como en su centro; allí no cabe especie alguna contraria al amor y a la justicia. Reproducir constantemente aquello que de algún modo favorece, disimula, disminuye, atenúa la falta del prójimo, y repele de sí cuanto es patrimonio del amor propio o de cualquiera pasión desordenada. Es auxiliar digno de la inteligencia y suministra los materiales proporcionados a la voluntad”.

Pidamos a Dios nos conceda, parafraseando a San Juan de la Cruz, la gracia de saber lo que hemos de saber e ignorar lo que conviene ignorar, de acordarnos de lo que nos hemos de acordar y olvidar lo que es de olvidar, y nos haga amar lo que hemos de amar y no amar lo que no es en Dios. Pues, como afirma el gran místico carmelita: “Nuestro corazón tiene capacidad infinita, por eso no se llena con menos que con Dios”.

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