El método Alpha
Alpha es tan solo una llave que logra abrir el corazón a la transcendencia. Es un medio… nada más, pero que logra poner a ese descreído que farfulla contra lo sagrado en una posición de tal de sed de Dios que el Espíritu penetra con una fuerza inusitada hasta tumbar sus ilustrados razonamientos
por Álex Rosal
Hace 30 años, Sandy Millar, párroco de la Holy Trinity Brompton, una iglesia anglicana de Londres, se planteó cómo llegar a la cada vez más creciente comunidad de ateos, agnósticos y creyentes tibios que vivían en las inmediaciones de su templo.
Los planes pastorales del momento, redactados seguramente por un cura-sociólogo, más que alentar a un no creyente a entrar a la Iglesia, eran una invitación a salir de ella si estabas dentro. No servían para gran cosa, como desgraciadamente hemos podido comprobar. Tampoco la Teología de la Secularización, tan de moda en esa época, era una respuesta convincente para volver al cristianismo. Precisamente porque secularizaba todo lo transcendente en un momento en que la peña estaba de vuelta del “paraíso” que suponía las ideologías, y buscaba un chute de espiritualidad. Y, menos aún, el intento de vaciar de contenido el Evangelio para transformarlo en un compendio de valores humanos cuya consecuencia directa era dedicarte a ser una buena persona y trabajar en una ong. Muchos de los ateos y agnósticos que vivían en la inmediaciones de la Holy Trinity Brompton ya trabajaban en una ong, y se consideraban buenas personas. Por ahí no iban los tiros.
Sandy Millar se preguntaba qué tecla había que tocar para que esa legión creciente de desencantados del cristianismo redescubrieran la plenitud que se experimenta cuando se tiene un encuentro personal con Cristo. Y creó los llamados cursos Alpha, que en 1990 fueron renovados por su sucesor, Nicky Gumbel. Alpha no es propiamente una catequesis; tampoco un curso doctrinal sobre el cristianismo. Tiene una metodología para hacer descubrir al participante que Cristo salva y que tiene el poder de cambiar la propia vida y darle una plenitud inimaginable. En tan sólo 10 sesiones los participantes entran, en el mejor de los casos “alérgicos” a lo religioso, y salen mayoritariamente con deseos de ser cristianos.
¿Dónde está el secreto? Alpha es tan solo una llave que logra abrir el corazón a la transcendencia. Es un medio… nada más, pero que logra poner a ese descreído que farfulla contra lo sagrado en una posición de tal de sed de Dios que el Espíritu penetra con una fuerza inusitada hasta tumbar sus ilustrados razonamientos.
Alpha tiene una base teológica común que puede ser aceptada por todas las denominaciones cristianas, y de hecho la Iglesia católica en Estados Unidos y Canadá va a la cabeza en este nuevo camino de “evangelización de los alejados” por el que han pasado más de 16 millones de personas en todo el mundo.
Habiendo zonas del País Vasco o Cataluña que gana por goleada la adscripción “ateo o agnóstico” entre sus pobladores, hay que repensar qué nuevos métodos de evangelización son necesarios recristianizar España, y Alpha puede ser uno de ellos.
Los planes pastorales del momento, redactados seguramente por un cura-sociólogo, más que alentar a un no creyente a entrar a la Iglesia, eran una invitación a salir de ella si estabas dentro. No servían para gran cosa, como desgraciadamente hemos podido comprobar. Tampoco la Teología de la Secularización, tan de moda en esa época, era una respuesta convincente para volver al cristianismo. Precisamente porque secularizaba todo lo transcendente en un momento en que la peña estaba de vuelta del “paraíso” que suponía las ideologías, y buscaba un chute de espiritualidad. Y, menos aún, el intento de vaciar de contenido el Evangelio para transformarlo en un compendio de valores humanos cuya consecuencia directa era dedicarte a ser una buena persona y trabajar en una ong. Muchos de los ateos y agnósticos que vivían en la inmediaciones de la Holy Trinity Brompton ya trabajaban en una ong, y se consideraban buenas personas. Por ahí no iban los tiros.
Sandy Millar se preguntaba qué tecla había que tocar para que esa legión creciente de desencantados del cristianismo redescubrieran la plenitud que se experimenta cuando se tiene un encuentro personal con Cristo. Y creó los llamados cursos Alpha, que en 1990 fueron renovados por su sucesor, Nicky Gumbel. Alpha no es propiamente una catequesis; tampoco un curso doctrinal sobre el cristianismo. Tiene una metodología para hacer descubrir al participante que Cristo salva y que tiene el poder de cambiar la propia vida y darle una plenitud inimaginable. En tan sólo 10 sesiones los participantes entran, en el mejor de los casos “alérgicos” a lo religioso, y salen mayoritariamente con deseos de ser cristianos.
¿Dónde está el secreto? Alpha es tan solo una llave que logra abrir el corazón a la transcendencia. Es un medio… nada más, pero que logra poner a ese descreído que farfulla contra lo sagrado en una posición de tal de sed de Dios que el Espíritu penetra con una fuerza inusitada hasta tumbar sus ilustrados razonamientos.
Alpha tiene una base teológica común que puede ser aceptada por todas las denominaciones cristianas, y de hecho la Iglesia católica en Estados Unidos y Canadá va a la cabeza en este nuevo camino de “evangelización de los alejados” por el que han pasado más de 16 millones de personas en todo el mundo.
Habiendo zonas del País Vasco o Cataluña que gana por goleada la adscripción “ateo o agnóstico” entre sus pobladores, hay que repensar qué nuevos métodos de evangelización son necesarios recristianizar España, y Alpha puede ser uno de ellos.
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