Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

Alianza de los civilizados


por Rubén Tejedor

Opinión

Allá por septiembre de 2004, en la 59 Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, alumbró la “genial” idea de proponer, sobre todo en materia antiterrorista y en el diálogo cultural, una alianza de civilizaciones. Alianza entre, aunque él la odie profundamente, la civilización occidental de raíz netamente cristiana y el mundo árabe y musulmán. Tres años más tarde, en 2007, la ONU adoptó como propia la idea de Zapatero bajo la Secretaría General de Ban Ki-moon.
 
Quien estudie la Historia de Europa, y de los países que la configuran, con un mínimo de rigor y objetividad hará un “gran descubrimiento”: Europa es lo que es gracias al cristianismo. En efecto. Europa, y la civilización europea y occidental, no se entenderían sin el cristianismo y su contribución en todos los órdenes al nacimiento de la auténtica civilización.
 
Hace casi treinta años, en 1982, en su primera visita a España, el Papa Juan Pablo II, en el escenario incomparable de Compostela, lanzó al mundo un llamamiento impresionante. Desde aquel lugar santo, a donde los europeos de todas las naciones habían peregrinado desde hacía más de mil años, las palabras del Pontífice resonaron con especial solemnidad: “Yo, sucesor de Pedro en la Sede de Roma, una Sede que Cristo quiso colocar en Europa y que ama por su esfuerzo en la difusión del Cristianismo en todo el mundo. Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: ¡Vuelve a encontrarte, sé tú misma, descubre tus orígenes, aviva tus raíces...!”. Las palabras del Papa venían a reorientar la mirada hacia la génesis de la Europa cristiana o, si se prefiere, hacia la contribución del cristianismo a la formación de Europa. Una aportación que fue la argamasa que le dio solidez y coherencia, el espíritu que animó su personalidad.
 
Cualquiera con un mínimo de cultura conoce las bases del cristianismo (ciertamente en momentos de la Historia distorsionadas y guardadas en el baúl de los recuerdos). Conoce sus preceptos fundamentales, nacidos en el Evangelio, y los conceptos de ahí derivados tales como el respeto sacrosanto a la vida humana, la igual dignidad del hombre y de la mujer, la inviolabilidad de la conciencia personal, la libertad nacida de la verdad, etc. Son las bases del cristianismo que articularon y dieron forma al ordenamiento civil, jurídico y social de Europa.
 
Querer establecer una alianza de civilizaciones entre civilizaciones que muy poco o nada tienen en común (basta echar un vistazo al Evangelio, base de la Europa cristiana, y al Corán, sostén básico de las naciones árabes y musulmanas) me parece un dislate. Como afirmó alguien con mucho acierto es preferible establecer la alianza de los civilizados (de Occidente y de Oriente) que la imposible alianza de civilizaciones, en muchos puntos, antagónicas.
 
Porque ¿qué alianza se puede establecer con una cultura como la afgana, fundada en el Corán, que permite la ejecución de una mujer acusada de adulterio pegándole tres tiros y tras haberle propinado 200 latigazos como sucedió el pasado 8 de agosto? ¿O con aquellos que asesinan a sangre fría a diez cooperantes de una ONG de inspiración cristiana acusándolos de proselitismo? ¿O con aquellos otros que, también extrayendo preceptos literales del Corán, apedrean a las mujeres o las decapitan?
 
No, realmente no creo en la posibilidad de una alianza de civilizaciones. El cristianismo ha servido para el florecimiento de numerosos derechos de igualdad y justicia para todos los seres humanos; sin embargo, el Islam está anclado en el siglo X. Por ejemplo, en los países árabes la Declaración de los derechos humanos de la ONU, que ha cumplido sesenta años, es papel mojado, tanto para mujeres, niños, cristianos, judíos y tantos otros.
 
Y es que el islamismo es una ideología político-religiosa que pretende re-islamizar los países de mayoría musulmana a través de actividades sociales, pero también islamizando el propio Estado. No conciben el Estado no confesional. En último término los islamistas también aspiran a islamizar todo el planeta, pero de momento se han propuesto los países donde el Islam ya es mayoritario. Cierto es que la mayoría de esos grupos no admiten el empleo de la violencia con fines religiosos, pero es de ellos de donde surgen divisiones minoritarias que sí la aceptan como instrumento con el que acelerar la islamización de la sociedad. Se trata, así, de una violencia que ejercen contra aquellos que violan públicamente la ley religiosa, contra los que gobiernan sin aplicar la ley islámica y contra los que consideran enemigos del Islam: Occidente en general y, en particular, Estados Unidos e Israel.
 
¿Cómo establecer una alianza de civilizaciones que poco o nada tienen en común? Aliémonos los civilizados en luchar contra la barbarie y en defender los derechos básicos de la persona.
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