Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

Dedos cómplices con la muerte


Éstos que se jactan de defender la vida animal son los mismos que hacen posible con su dedo cómplice que, al pulsar el botón que ha dado luz verde a la reciente «Ley» del aborto.

por Rubén Tejedor

Opinión

El Parlamento catalán aprobó la mañana del miércoles 28 de julio la Iniciativa Legislativa Popular para prohibir las corridas de toros en Cataluña. La propuesta salió adelante con 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones.
 
No voy a entrar a discutir sobre la belleza o la barbaridad de la Fiesta nacional. No quiero posicionarme en este artículo a favor o en contra de las corridas de toros. Ni siquiera quiero entrar a reflexionar si los diversos posicionamientos de los parlamentarios catalanes obedecen más a una «Españofobia» que a una real preocupación por el sufrimiento del animal en el ruedo.
 
La verdad es que seguí con verdadera emoción, vía Internet, el debate de la Iniciativa Legislativa Popular el pasado día 28. Me interesaba mucho oír los argumentos que unos y otros esgrimían para restringir, una vez más, la libertad en Cataluña (esta vez con la excusa de las corridas de toros). Sobre todo me interesaban las apelaciones al «voto en conciencia» que algunos partidos políticos habían esgrimido para enfrentarse al difícil momento de pulsar el botón rojo o el botón verde.
 
Así, el diputado de los comunistas verdes (ICV) Francisco Pané pidió a los diputados presentes en el hemiciclo autonómico que «conciencia y emoción» les movieran para pulsar el botón. «Hoy el rojo es de sangre y el verde de vida» argumentó el diputado. Los izquierdistas radicales de la Esquerra (ERC) y el mismo diputado de ICV describieron con detalle «el sufrimiento que vive el animal en la plaza» y apelaron a construir «una sociedad más humana y responsable». «Todos los biólogos demuestran que hay dolor, mucho dolor. Y el animal sufre», llegó a afirmar el líder de ERC, Juan Puigcercós.
 
Igualmente, José Rull (de CIU) calificó a las corridas de toros de «costumbre fosilizada» y afirmó que «la muerte del animal (en el ruedo) no es ninguna anécdota».
 
En parecidos términos a los anteriores se manifestó Ana Mulá, representante de la plataforma que propuso la ILP de la prohibición. «El arte da vida, no la quita», afirmó. «El daño de las corridas de toros es inadmisible. Más allá del espectáculo, sobre la arena de la plaza se mata a un ser vivo», concluyó diciendo en su intervención.
 
Quizá uno de los pocos que puso algo de sentido común a los argumentos esgrimidos en la votación fue el diputado del Partido Popular, Rafael Luna, que criticó con dureza a los socialistas catalanes por dar libertad de voto («en conciencia») en este debate y no en la votación de la Ley del aborto en el Congreso.
 
Así es. Es inadmisible la doble moral de algunos políticos, especialmente de los más o menos radicales de la izquierda, no sólo ya catalana. Porque los mismos que niegan la humanidad al feto humano afirmando que «es un ser vivo pero no un ser humano»; los mismos que con sus dedos -pulsando el botón rojo o el verde- permiten que miles de niños sean masacrados, indiscriminadamente en muchos casos, en el vientre materno; los mismos que abogan por privar al toro del dolor en la plaza pero que lo posibilitan para el feto (¡hasta momentos antes de nacer cumpliendo unos bárbaros supuestos!); éstos que se jactan de defender la vida animal son los mismos que hacen posible con su dedo cómplice que, al pulsar el botón que ha dado luz verde a la reciente «Ley» del aborto, miles de niños inocentes e indefensos no vean jamás la belleza de esta vida porque ellos, jugando a ser dioses, se lo han prohibido.
 
Sí. Es patética la doble moral de los políticos de la izquierda que abanderan la defensa de la vida animal pero, a la vez, «mecen la cuna» del negocio de las clínicas abortistas; niegan otra ayuda a las madres que se enfrentan al terrible drama de tener o no tener a su hijo que no sea la eliminación del mismo; y se hacen cómplices del holocausto silencioso y masivo que se está perpetrando en nuestro país gracias a que sus dedos -oscurecida su conciencia por una ciega e irracional ideología- pulsaron un día el botón verde.
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