Martes, 16 de abril de 2024

Religión en Libertad

La empresa que basa su trabajo en el Evangelio está de moda y tiene cientos de empleados

Un católico exiliado de Corea del Norte tuvo un sueño: hoy la panadería Sagrado Corazón es referente

Un católico exiliado de Corea del Norte tuvo un sueño: hoy la panadería Sagrado Corazón es referente
La panadería se ha convertido en todo un símbolo y un referente en Corea del Sur

J.L. / ReL

Poner el negocio bajo la protección del Sagrado Corazón y aplicar el Evangelio de manera literal en el día a día de la compañía. Esto es lo que hizo un matrimonio de panaderos católicos en Corea del Sur hace 60 años, en lo que se ha convertido hoy un lugar de referencia que aparece incluso en la famosa guía Michelín por la calidad de su producto y las colas que hay para entrar en la confitería. Además, su obra se ha convertido en una cadena de panaderías y en un ejemplo de cómo llevar un negocio sin sacrificar la caridad y la justicia.

La Sacred Heart Bread Company, cuyo emblema es el local Sung Sim Dang, tiene actualmente más de 400 empleados en las distintas tiendas que posee en el país.  La fe y la atención a los pobres es el signo central de esta compañía. Con este espíritu es llevada por dos otros dos católicos, los esposos Joseph Lim Young-jin y Amata Kim Mi-jin, hijo él de los fundadores que lo crearon con un sueño concreto: llevar algún día el pan a sus hermanos coreanos del Norte, de los que viven separados desde hace décadas.

Un refugiado de Corea del Norte

Su compañía, afirma Amata, es un espejo de la historia sufrida en la península de Corea. De hecho, sus raíces están más allá de la frontera. Ambrosio Lim Gil-Soon, padre de Joseph, nació a principios del siglo XX en una familia católica que vivía en el norte. En 1951 se vio obligado a huir junto con su esposa Margarita al sur mientras la guerra estaba en su apogeo y Pyongyang imponía el férreo régimen comunista que todavía se mantiene hoy.

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Este matrimonio era uno más de los millones de refugiados que dejó la guerra. Así fue como llegaron a la ciudad de Daejon, donde para sobrevivir montaron un pequeño negocio en plena calle.

Allí, gracias a dos sacos de harina recibidos de la parroquia comenzó la producción de pan al vapor. Después de la guerra, todos los hambrientos que no tenían nada que comer se reunían en la estación. Aunque estaba en las mismas condiciones, daba pan a los pobres todos los días. Este "intercambio" continuó durante 60 años sin perder un solo día. 

El lema de la compañía, inspirado en San Pablo

Animados por la fe y la providencia de Dios, los dos empezaron a buscar una pequeño local frente a la catedral. Allí nació la panadería del Sagrado Corazón. En aquel lugar frente a la catedral fue surgiendo un negocio que también era un camino de santidad. Un día, Ambrosio abrió la Biblia y le salió el pasaje de San Pablo a los Romanos, que decía que hay que hacer el bien a todos los hombres.

Este fue el punto que iluminó el camino a seguir y el futuro lema de la compañía panadera. Por ello, inspirados por su fe y por la cita de San Pablo que tanto les marcó vieron la caridad cristiana como un elemento primordial como pequeños comerciantes: todo el pan y los productos que cuando llega la noche permanecen sin vender se distribuyen a los más necesitados. Esto lo hacían los fundadores cuando tenían una pequeña tienda que apenas les daba para vivir y lo siguen haciendo sus sucesores ahora que es una importante cadena de panaderías y pastelería que produce productos de primera calidad.

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Joseph y Amata continúan hoy con el negocio que inició el padre de él

Amata, hoy gerente de la compañía, asegura que desde el punto de vista empresarial esto significa que siempre se ofrece un producto totalmente fresco, pues sólo está a la venta durante ese día. No importa la cuenta de beneficios. Esto forma parte de la esencia de la compañía y se asume como tal.

"Devolver las bendiciones recibidas"

Para estos panaderos se trata de “devolver las bendiciones recibidas” y recordar diariamente que “todo lo que somos y lo que tenemos es un regalo de Dios”. Y las gracias se derraman, pues a los más necesitados llega un tipo de pan frito similar a un brioche que es un manjar conocido por todos los coreanos, y que ha hecho de esta marca colocada bajo la protección del Sagrado Corazón como un orgullo nacional, como otras compañías como Samsung o Hyundai. Aunque con muchos menos trabajadores que éstas, su ética es admirada por sus compatriotas.

En la entrevista que conceden al semanario Credere, Joseph y Amata reconocen que durante estos 60 años no han faltado momentos muy complicados, como la crisis que sacudió a Corea del Sur a finales de la década de los 90. En aquellos momentos hubo la tentación de poner en tela de juicio el espíritu de los orígenes y el alma netamente cristiana de la empresa.

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“Algunos nos decían: el pan y los dulces que no se venden podrían volver a comercializarse al día siguiente, a mitad de precio. Al menos para cubrir los costes de producción. No queríamos rendirnos: la entrega diaria siempre ha sido para nosotros un signo evangélico de confianza en Dios. Continuamos con fe en este camino. El Señor nos ha ayudado y la compañía, lentamente, ha comenzado a prosperar”, asegura Amata.

Más de 23.000 euros donados en pan a Cáritas al mes

A día de hoy, el valor del pan y de los productos que esta compañía dona a los comedores sociales y de Cáritas supera los 23.000 euros mensuales.

Cuando murieron los fundadores, Joseph y su esposa Amata se hicieron cargo del negocio, y siguiendo este espíritu evangélico se acercaron a la espiritualidad del Movimiento de los Focolares, encontrando en el modelo de la economía de comunión, una propuesta de gestión económica y empresarial cercana a su visión.

La persona, en el centro de la empresa

La compañía se ha convertido en estos momentos en un jugador importante en la escena de las pequeñas empresas en Corea. Destaca por este espíritu evangélico que se traduce en la atención al bienestar de los trabajadores, a la calidad del producto y a los efectos beneficiosos para toda la comunidad.

“En el corazón de nuestra empresa ponemos la relación humana. No perseguimos la maximización del beneficio a cualquier precio, sino un ingreso que siempre contempla el bien de las personas. Una empresa se alimenta con el entusiasmo de toda la comunidad, y al prosperar puede ofrecer nuevos puestos de trabajo. Para nosotros, la vida de la gente es el bien más preciado”, destaca Amata.

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