Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Pío XII y la Segunda Guerra Mundial

Pío XII y la Segunda Guerra Mundial

Angel David Martín Rubio

Con relativa frecuencia, vienen apareciendo en los medios de comunicación noticias y comentarios que, en relación con el Papa Pío XII, de santa memoria, no dudan en calumniarle y atribuirle las más aviesas intenciones, relacionadas con su actuación durante la Segunda Guerra Mundial. No hace falta advertir que estas voces siempre provienen de notorios, y bien respaldados económicamente, enemigos de la Iglesia vinculados a las ideologías triunfantes en dicha contienda: el liberalismo y el socialismo.

Para prevenir las perplejidades que estos comentarios pueden causar en católicos poco informados, siempre son oportunas algunas precisiones sobre la figura de este Romano Pontífice cuyo proceso de beatificación está muy avanzado y a quien esperamos venerar muy pronto en los altares.

Libros propagandísticos contra Pío XII y la respuesta de Pierre Blet
El nudo del problema está en su postura ante la Segunda Guerra Mundial. Lo que ha llevado a hablar algunos de un triple silencio por parte del Papa: ante la guerra como tal, ante el genocidio judío, y ante los otros horrores cometidos por los nazis en todos los países. Como es lógico, todas estas acusaciones presuponen una versión oficial de la historia impuesta mediante la represión policíaca y judicial. Ni siquiera se admite la divergencia en el terreno de la investigación histórica que, en este campo, encuentra terreno vedado para la libre discusión.

Una ciudad en el Ruhr después de un bombardeo aliado

Por supuesto, nadie reprocha hoy los silencios de Winston Churchill ni de Roosevelt en torno a la misma cuestión, ni su cooperación con Stalin. Además, para algunos todavía resulta creíble la idea de que solamente existieron crímenes en uno de los bandos, silenciando la genocida actividad de los vencedores. Recordamos, a este respecto, el reciente libro de Giles Macdonogh en el que se demuestra que los vencidos fueron internados en campos de concentración atroces, fueron humillados, deportados y sometidos a suplicios bestiales. Fusilaron en masa a niños y mujeres y torturaron a los presos de manera sistemática. Por no hablar de los tristemente célebres “campos de la muerte de Eisenhower”.
 
La mayoría de las falacias sobre Pío XII encontraron acomodo en un libro que vio la luz en numerosos países e idiomas (recuérdese lo que dijimos sobre el poder económico de estos grupos de presión) y cuyos argumentos son reiterados posteriormente por numerosos imitadores. El título era ya por sí mismo un vulgar reclamo publicitario y una calumnia: «El Papa de Hitler. La historia secreta de Pío XII». Para su pretencioso autor se trataba del «primer juicio científico y honesto» sobre este Papa.

Sin embargo, una nota aparecida en “L’Osservatore Romano” (13-octubre1999), después de recordar que John Cornwell no tenía ni siquiera un título académico de historia, derecho o teología, demostraba que sus consultas en el Archivo Secreto Vaticano (fuente documental inexcusable para todo el que quiera decir una palabra de relevancia sobre el tema) fueron únicamente durante tres semanas y en períodos de tiempo muy breves. Además, no tuvo acceso a ningún documento posterior a 1922 (ya que a partir de dicha fecha el archivo no estaba entonces abierto al público) mientras que el Pontificado de Pío XII comienza en 1939. Es decir, aquel libro tenía un valor documental nulo y únicamente representa una nueva arma propagandística en la campaña desatada contra la persona y el pontificado de Pío XII.

Pierre Blet, jesuita y profesor emérito de historia en la “Pontificia Universidad Gregoriana” de Roma, junto con otros famosos historiadores ha examinado a fondo la documentación de la Santa Sede relativa a la Segunda Guerra Mundial que había comenzado a publicarse en una numerosa serie de volúmenes años atrás. Una buena síntesis del resultado de esta investigación puede verse en un libro que concluye así:
 
El Papa Pacelli se declaraba consciente de haber hecho para evitar la guerra, para aliviar los sufrimientos, para contener el número de víctimas, todo lo que había creído poder hacer. En cuanto los documentos permiten entrar en el secreto del corazón, éstos nos llevan a la misma conclusión” (BLET, P., Pío XII e la Seconda Guerra mondiale negli Archivi Vaticani, San Paolo, Milano, 1999).
 
Olvidan los que hacen un juicio apresurado sobre el Papa que “no compete propiamente a la investigación histórica establecer o discutir lo que se habría debido hacer, si se podía hacer mejor o peor, sino ilustrar y tratar de comprender lo que se hizo y por qué se hizo así” (Miccoli).


Piazza Venezia, escenario de la declaración de guerra de Mussolini en junio de 1940

La obra de Pío XII
Una consulta serena de la documentación disponible revela la verdadera actitud de Pío XII y la falta de fundamento de las acusaciones lanzadas contra su memoria.

En primer lugar se pone en evidencia cómo los esfuerzos de la diplomacia vaticana por evitar la guerra llegaron al límite de sus posibilidades. Mas tarde, La diplomacia vaticana trabajaba con la ayuda de Ciano para convencer a Mussolini de que abandonara el Eje.
 
En su mensaje de Navidad de 1942 Pío XII pedía el fin de la guerra y recordaba “a los cientos de millares de personas que, sin culpa propia alguna, a veces sólo por razones de nacionalidad o de raza, se ven destinados a la muerte o a un progresivo aniquilamiento” y “los muchos millares de no combatientes, mujeres, niños, enfermos y ancianos, a quienes la guerra aérea —cuyos horrores Nos ya desde el principio repetidas veces denunciamos—, sin discriminación o con insuficiente examen, ha quitado vida, bienes, salud, casa, asilos de caridad y de oración”. En la exhortación consistorial del 2 de junio de 1943 protestó enérgicamente en defensa de la gente mandada a la muerte sin culpa y a la vez advierte que debe ser cauto “porque debemos tener cuidado de no perjudicar a aquellos que queremos salvar”.
 
Los documentos evidencian los esfuerzos tenaces y continuos del Papa para oponerse a las deportaciones. El aparente silencio escondía una gestión secreta a través de las Nunciaturas para evitar y limitar las violencias. Así, fueron innumerables las vidas salvadas por el Papa y sus colaboradores, y el propio Pío XII frenó personalmente la deportación de los judíos del gueto de Roma. La conversión y bautismo en febrero de 1945 del hasta entonces gran rabino Eugenio Zolli, no parece congruente con un papa renuente a salvar a sus hermanos de raza.

La hipocresía que se esconde detrás de estos ataques a la Iglesia
Las grandiosas declaraciones públicas a las que hoy nos han acostumbrado los políticos que asisten impasibles al exterminio de pueblos enteros o a verdaderos genocidios tolerados como es el aborto, no eran del estilo de la Santa Sede.

Bien alto habían hablado los papas en los años anteriores para denunciar que la desenfrenada carrera del liberalismo y del socialismo estaba llevando al mundo al caos y sin embargo la orgullosa Europa, donde burgueses y marxistas se daban la mano para coincidir en un burdo anticlericalismo, no quiso escuchar la voz de Roma: ¿por qué habría de hacerlo ahora?
 
Al terminar la guerra, muchos tuvieron que reconocer cuánto se habría evitado de haberse atendido las peticiones del Papa en favor de la paz. El agradecimiento público de personalidades de todo tipo, como las grandes figuras del judaísmo o el presidente Roosvelt, son pruebas de este reconocimiento a su obra.

Es de señalar a este respecto, la deuda contraída con Pío XII por la ciudad de Roma que le dio el título de Defensor: fueron muchos los refugiados que encontraron ayuda y acogida en la Ciudad del Vaticano y en las numerosas casas religiosas existentes. Cuando Roma fue brutalmente bombardeada por los aliados que causaron miles de víctimas en los barrios más populares, el Papa acudió a los sitios de mayor peligro para compartir con todos sus temores e inquietudes y él contribuyó de modo decisivo a que Roma fuese reconocida como ciudad abierta y se salvase de la destrucción.


Pío XII acude a los lugares bombardeados en Roma por los aliados
 
A una pregunta sobre las causas de esta leyenda negra injustificable, respondía tajante el padre Blet:
 
A que a Pío XII no se le ha perdonado nunca el haber frenado el comunismo en Italia, empeño en el que se empleó a fondo. Los ataques al Papa Pacelli por su actitud en la Segunda Guerra Mundial surgen a partir de la obra teatral “El Vicario” puesta en escena en el año 63, de Rolf Hochuth, autor alemán del que hay razones suficientes para pensar que era dirigido por los servicios del Este” (ABC, 28-marzo1998).
 
Valga, por último. un paralelismo con el caso español que resulta especialmente gráfico para comprobar como se asiste a una distorsión semejante de la historia.

Aquí, los incendios de iglesias se iniciaron en 1931 y se prolongaron durante años; en Octubre de 1934 (mucho antes de comenzar la guerra) había comenzado los asesinatos de sacerdotes, religiosos y seminaristas; la legislación republicana trató de marginar a la Iglesia de toda presencia social... Por otra parte, la segunda fase de la persecución se inició con toda rapidez, mucho antes de que la jerarquía tuviera tiempo de pronunciarse en un sentido al que se vio inclinada, necesariamente, a causa de la proscripción vandálica de la vida religiosa que estaba teniendo lugar en zona republicana en la que estaba en juego hasta la simple supervivencia física como dan fe las casi siete mil víctimas solo entre sacerdotes y religiosos.
 
Y sin embargo, desde determinados ambientes se acumulan los reproches hacia la Iglesia española y se quiere provocar un unilateral mea culpa que condene en bloque todo lo que se hizo entre 1936 y 1975. Una petición de perdón público acompañada de una sensación de inferioridad que deje a la Iglesia acomplejada ante el mundo e incapaz de llevarle la savia del Evangelio.

Cuando un hombre pierde la memoria queda sin identidad, está incapacitado para seguir construyendo su futuro y resulta fácilmente manipulable. También una Iglesia sin memoria de su propia historia o con una memoria sesgada sería fácilmente manejable por los poderosos de hoy que necesitan que nadie oponga la Verdad a sus mentiras.

Sabemos que Cristo ha vencido al mundo (Jn 16,33) pero los cristianos debemos, como aportación a la misión de la Iglesia, conocer y difundir nuestra verdadera historia, aprendiendo de nuestros mayores una fidelidad al Evangelio que ellos vivieron incluso en las circunstancias más difíciles.
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