Cuatro formas de forjar amistades santas en la era de los seguidores aislados de Instagram
Conforme se agravan las consecuencias del aislamiento y nuevas adicciones digitales en jóvenes, se convierte en un asunto especialmente crucial.

La naturaleza sigue siendo una forma enriquecedora de forjar la amistad lejos de las pantallas.
En julio de este año, el investigador Daniel Ilzarbe y la psicóloga Rosa Díaz hablaban en La Vanguardia de Antonio, Berta y Adrián. Tres casos que, a raíz del uso patológico de pantallas y redes sociales vieron seriamente perjudicadas, si no desaparecidas, sus relaciones de amistad. Se quedaron solos.
En el caso de Antonio, fue la progresiva adicción a los videojuegos lo que comenzó a separarle de su círculo social. En el momento de publicar el artículo, había dejado de quedar con cualquier amigo, que estos “le ha ido dejando de lado” y se sentía solo, viendo como su única identidad de éxito era Osaki, un personaje virtual femenino.
Berta, por su parte, tenía 16 años y cuando llegó a la consulta la definían como “una víctima del scroll infinito”, pudiendo estar hasta las 3 de la madrigada “subiendo el pulgar” por última vez. Su uso de pantallas sin freno comenzó en la pandemia, buscando profundizar en sus relaciones sociales. Al terminar el confinamiento y volver al instituto, la relación con sus amigas se había deteriorado.
Semejante caso es el de Adrián, un estudiante brillante de 15 años que desde 2º de la ESO vio reducida su interacción “social” al ámbito online, que cada vez le llevaba a aislarse más en el ciberespacio viendo como su malestar no hacía sino acrecentarse.
Si algo tienen en común estos tres casos, eso son los estragos que un mal uso de las pantallas y redes sociales pueden ejercer sobre la vida social.
Scepter es una iniciativa editorial dedicada a aspectos tan altruistas como “mantener conciencia constante de la presencia de Dios”, “prosperar como ser humano” u “ofrecer el descanso como oración”. En su blog, publicaba recientemente un artículo en torno a la amistad duradera. Y más concretamente a cómo encontrar una amistad que vaya más allá de “alguien con quien tomar un café o que le dé "me gusta" a nuestras publicaciones en Instagram”, sino una que perdure en el tiempo, incluso a través de la distancia, las dificultades y el cambio. Y especialmente a cómo conseguirla en un mundo “acelerado, hiperconectado y a menudo aislado”.
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Recogemos sus 4 indicaciones para forjar “amistades que no solo perduran, sino que también nos hacen más santos”:
1. La amistad que busca a Dios y la santidad
Una de las verdades más simples pero más olvidadas sobre la amistad es esta: si queremos que dure, no puede ser sólo una cuestión de “nosotros”.
En "La Compañía que Mantenemos: La Amistad Verdadera y su Importancia", Michael Pakaluk nos recuerda que la verdadera amistad siempre va más allá de sí misma. Cuando la amistad se arraiga en el amor de Dios y la búsqueda de la virtud, tiene una base que no se derrumba ante los cambios de la vida.
Piensa en la diferencia: las amistades basadas solo en la diversión o la conveniencia se desvanecen en cuanto las circunstancias cambian. Pero, ¿y las amistades basadas en el deseo de ayudarse mutuamente a ser santos? Esas se mantienen firmes, porque se basan en la eternidad.
Pregúntate: ¿Estoy acercando a mis amigos a Cristo? ¿Me están ayudando a crecer en santidad? Si la respuesta es sí, has encontrado el tipo de amistad que lo soporta todo.
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2. Los verdaderos amigos dicen la verdad
Desde Scepter también pretenden hablar con sinceridad cuando afirman que las conversaciones difíciles no son las más habituales entre amigos.
“No queremos molestar a nadie ni arriesgarnos a un conflicto. Pero, como señala Francisco Ugarte en Deep Friendship, la amistad auténtica no teme a la verdad. Un verdadero amigo no solo nos reafirma cuando tenemos razón, sino que nos quiere lo suficiente como para retarnos o corregirnos cuando nos desviamos. Esto puede significar señalarnos cuando criticamos, advertirnos cuando tomamos una mala decisión o simplemente animarnos a tomar la oración más en serio.
No se trata de juzgar. Se trata de querer a alguien lo suficiente como para desearle lo mejor. Y cuando ambos amigos se comprometen con esta honestidad, el vínculo se fortalece en lugar de romperse.
3. La amistad requiere tiempo y entrega
En el mundo de la mensajería instantánea, es fácil asumir que la amistad debería ser algo natural. Pero como señala Henry Menzies en "¿Qué fue de la amistad?", la verdadera amistad requiere tiempo, constancia y sacrificio.
Eso no significa que tengas que estar con tus amigos las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Significa que decides estar presente, ya sea para llamarlos para saber cómo están, llevarles comida cuando están enfermos o hacer espacio en tu agenda incluso cuando la vida te parece apretada.
Los pequeños actos de presencia generan confianza. Transmiten el mensaje: Te valoro lo suficiente como para priorizarte.
Si tus amistades te parecen superficiales o fugaces, pregúntate: ¿Dónde puedo dar en lugar de esperar recibir?
4. La amistad con Cristo es el ancla
Incluso las mejores amistades terrenales pueden decepcionarnos a veces. Por eso los santos nos recuerdan que nuestro amigo más fiel y confiable es siempre Cristo mismo.
En Jesús como amigo, Salvador Canals reflexiona hermosamente sobre lo que significa vivir la amistad con Jesús. Él es el amigo que nunca nos abandona, que nos conoce plenamente y que nos llama a un nivel superior sin condenarnos.
Cuando nuestras amistades humanas se arraigan en esa amistad divina, se fortalecen y perduran. ¿Por qué? Porque cuanto más nos acercamos a Cristo, inevitablemente nos acercamos los unos a los otros.
Pensemos en santos como San Agustín y Santa Mónica, o San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal. Sus amistades no eran perfectas, pero estaban ancladas en algo que nunca falla: el amor de Dios.
Conclusiones prácticas
Si quieres amistades que duren, empieza aquí:
• Reza por tus amigos. Preséntalos ante Dios con regularidad. Este es el acto de amor más profundo que puedes ofrecer.
• Busca el momento. No esperes la conveniencia: programa la llamada, envía el mensaje, concreta la visita.
• Buscad la virtud. Leed un libro espiritual, comprometeos a confrontaros o compartid lo que Dios os enseña.
• Anclad todo en Cristo. Recuerda que ninguna amistad es más profunda que la que tienes con Cristo, y cuanto más te acerques a Él, más prosperarán tus demás amistades.