Religión en Libertad

Cada uno de los nuevos siete santos, invocable contra uno concreto de los siete pecados capitales

De izquierda a derecha y de arriba abajo: Ignacio Maloyan, Pedro To Rot, Vincenza María Poloni, Carmen Rendiles, María Troncatti, José Gregorio Hernández, Bartolo Longo.

De izquierda a derecha y de arriba abajo: Ignacio Maloyan, Pedro To Rot, Vincenza María Poloni, Carmen Rendiles, María Troncatti, José Gregorio Hernández, Bartolo Longo.

Redacción REL
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C.L.

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León XIV canonizó este domingo 19 de octubre a siete nuevos santos, dos de ellos mártires. 

En todos brillaron en grado heroico, conforme exige la elevación a los altares, las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). 

Cualquiera de esas virtudes pueden pedirse a Dios por intercesión de cualquiera de ellos para vencer la tentación contra los siete pecados capitales, así llamados, explica el Catecismo de la Iglesia católica, porque son como 'cabeza [caput, capitis en latín]' de otros, es decir, "generan otros pecados, otros vicios": soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza (n. 1866).

Ahora bien, se da la curiosidad de que en las respectivas biografías de los siete nuevos santos hay elementos que parecen hacerlos particularmente apropiados para invocarles contra las correspondientes ofensas 'capitales' a Dios.

1. Soberbia - San Bartolo Longo

Bartolo Longo (1841-1926), laico.

Bartolo Longo (1841-1926), laico.

La razón es muy evidente: la soberbia es el pecado luciferino por excelencia, el "non serviam [no serviré]" con el que Satanás se rebeló contra Dios, sellando su destino. Y Bartolo Longo quiso seguir esos pasos entregándose al satanismo durante su juventud, pretendiendo incluso ser ordenado como sacerdote satánico. Se gozaba en blasfemar y en invitar a una copa a quien insultase a un sacerdote por la calle. Pero tuvo la humildad de vencer esa pretensión de superioridad con la que despreciaba la religión en la que fue criado y que animaba a su familia y entorno. Así encontró el camino de Dios y se entregó a Él con obras abundantes.

Avaricia - San José Gregorio Hernández

Doctor José Gregorio Hernández (1864-1919), laico.

Doctor José Gregorio Hernández (1864-1919), laico.

Todos los bienes que puede ambicionar un hombre de eminencia científica como fue este médico venezolano estuvieron a su alcance, desde la riqueza material a la fama y el reconocimiento. A la primera renunció entregándose al servicio de los más pobres y convirtiéndolos en principales destinatarios de su saber profesional. Y celebridad tuvo, ciertamente, pero no la de las glorias mundanas, sino el agradecimiento de los miles de beneficiados por su caridad. Su fama de santidad, espontánea y popular, fue uno de los requisitos más sencillos de verificar en su proceso de canonización.

Lujuria - San Pedro To Rot

Pita To Rot (1912-1945), laico.

Pita To Rot (1912-1945), laico.

Catequista y padre de familia, es un mártir del matrimonio cristiano, pues fue asesinado por su predicación contra la poligamia en Papúa Nueva Guinea. Y no solo con su palabra, sino con su ejemplo de vida matrimonial. Los japoneses reintrodujeron esa práctica durante la Segunda Guerra Mundial, pero chocaron con él: "No pueden evitar que amemos a Dios y obedezcamos sus leyes". Dos bígamos, su propio hermano y un espía, le denunciaron. "Estoy en prisión por los adúlteros. Estoy listo para morir", dijo antes de ser martirizado.

Ira - Santa María Troncatti

Sor María Troncatti (1883-1969), religiosa.

Sor María Troncatti (1883-1969), religiosa.

Salesiana de origen italiano, fue misionera en la selva amazónica de Ecuador, donde fue pionera, enfermera y catequista y, sobre todo, sembradora de paz en una zona de durísimos conflictos entre los colonos y el pueblo de los shuar. Por dos veces, sus misiones en Macas y en Sucúa fueron presa de sendos incendios provocados, fruto de los odios locales, pero ella siempre respondió apaciguándolos: "Cumplamos bien la voluntad de Dios. Él permitió esto, Él nos ayudará", decía ante los escombros humeantes.

Gula - San Ignacio Maloyan

Ignacio Maloyan (1869-1915), obispo.

Ignacio Maloyan (1869-1915), obispo.

Mártir durante el genocidio armenio, se convirtió en la roca firme a la que se aferraron quienes lo fueron junto a él. Quiso ser el último en ser asesinado, para asegurarse mediante la confesión y la comunión de que todos morían debidamente preparados. Uno de los últimos gestos de su vida tiene que ver con el verdadero alimento. Necesitado de decir misa para recibir y dar el Cuerpo de Cristo, recurrió a unos trozos de pan seco que guardaban como un tesoro, durante las duras caminatas por el desierto donde se practicaron muchas de las masacres, otros cautivos. Era más importante saciar el hambre de Dios que el hambre física.

Envidia - Santa Vincenza María Poloni

Vincenza María Poloni (1802-1855), religiosa.

Vincenza María Poloni (1802-1855), religiosa.

Como refleja la historia de tantos santos fundadores, (tardíamente, además, en su caso, pues hasta los 38 años colaboró en los negocios familiares), la de esta religiosa transita por numerosos episodios de envidia y rechazo al deseo de entregarse a Dios de forma más intensa. Ella respondía con una idea muy clara, que transmitía a sus novicias: "Debemos ser santas, como nos quiere el Señor, quien por su bondad nos ha llamado a un estado de perfección al servicio de los pobres, que son nuestros jefes".

Pereza - Santa Carmen Rendiles

Carmen Rendiles (1903-1977), religiosa.

Carmen Rendiles (1903-1977), religiosa.Conferencia Episcopal Venezolana

Nació sin el brazo izquierdo, lo que no le impidió, tras quedar huérfana de padre, ser una ayuda indispensable para su madre en la crianza de sus hermanos pequeños. Esa discapacidad fue también un obstáculo para ingresar en una comunidad religiosa, como era su vocación. Perserveró tras varias negativas, hasta ingresar en las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento. Desempeñó con celo la exigente vida de adoración y servicio a los sacerdotes. En sus últimos años sufrió un accidente de automóvil. Las secuelas la obligaron a usar muletas y silla de ruedas, lo que no frenó su entrega al cumplimiento de sus obligaciones.

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