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La historia del alcalde James Michael Curley

«El alcalde de los pobres» de Boston: el polémico regidor ante cuya tumba se reza un siglo después

Como con el borracho que pasaba por el Ayuntamiento sobre el mediodía para pedir lo que Curley llamaba

Como con el borracho que pasaba por el Ayuntamiento sobre el mediodía para pedir lo que Curley llamaba "ese dinero que te debo". Se preocupaba por todos los que lo necesitaban.

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ReL

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Cuando James Michael Curley se convirtió en alcalde de Boston (EE.UU), hace más de un siglo, consiguió fregonas para que las mujeres que limpiaban los suelos del Ayuntamiento de la ciudad "solo se arrodillaran para rezar ante Dios".

Curley, sin embargo, no tuvo una vida ejemplar. Cumplió dos condenas de cárcel y fue acusado de aceptar sobornos. Fuera un aprovechado o un hombre débil con propósito de enmienda, su figura todavía hoy resulta difícil de olvidar. De hecho, algo debió hacer bien, porque más de seis décadas después de su muerte, personas que nunca lo conocieron rezan regularmente ante su tumba. National Catholic Register ha contado su historia.

"Ese dinero que te debo"

En la cima de una colina, en el vecindario de Roslindale, en Boston (EE.UU), una sepultura identifica a Curley como el "Alcalde de los pobres". Curley fue muy famoso en su época, y no solo en Massachusetts. Inspiró una novela superventas, de Edwin O'Connor, y una película de Hollywood protagonizada por Spencer Tracy (ambas llamadas The Last Hurrah).

Numerosos católicos rezan cada año en la tumba del alcalde Curley.

Pero, ¿cómo puede este político local, que abandonó el poder cuatro años antes del inicio del Concilio Vaticano II, suscitar este interés años después? Parte de la explicación está en que procuró aplicar como político las enseñanzas de la Iglesia en el tema social.

James Michael Curley (1874-1958), hijo de inmigrantes irlandeses pobres, nació en Boston en un barrio decadente plagado de letrinas que se desbordaban a menudo. Su padre murió mientras trabajaba como jornalero, cuando Curley tenía solo 10 años. Él y su hermano se dedicaron entonces a sacar adelante a su familia.

El alcalde Curley vestido con su abrigo de mapache durante un desfile.

Curley dejó la escuela muy pronto y aprendió a hablar en público recibiendo clases nocturnas. Estudiaba los discursos de los políticos del siglo XIX. Su profesor lo llamaría tiempo después "el mayor orador estadounidense desde Daniel Webster". A los 21 años se convirtió en la mano derecha del párroco de la Iglesia de San Patricio, en Roxbury.

Curley llegó a ser alcalde de Boston durante cuatro mandatos, miembro de la Cámara de Representantes de Estados Unidos dos veces y gobernador de Massachusetts. Como alcalde construyó escuelas, bibliotecas, parques, alcantarillado, hospitales y hasta un famoso balneario. Además, ayudaba a los pobres, con su dinero, siempre que podía. Como con el borracho que pasaba por el Ayuntamiento sobre el mediodía para pedir lo que Curley llamaba "ese dinero que te debo". Se preocupaba por todos los que lo necesitaban, "incluso por gente que realmente no lo merecía", cómo dijo su hijo Francis a su biógrafo.

Pero, a Curley también le encantaban las arriesgadas acrobacias políticas. Se presentó a alcalde contra un compañero católico irlandés y envió a sus propios partidarios al sur de Boston, fuertemente católico, bajo el lema "Bautistas por Murphy". O la vez que sus compañeros demócratas de Massachusetts no le permitieron formar parte de la delegación del estado a la convención nacional del partido de 1932, y consiguió un asiento como parte de la delegación de Puerto Rico con el nombre de "Jaime Miguel Curleo".

Curley junto a su mujer y a algunos de sus hijos.

También solía decir frases muy ingeniosas. Sobre por qué Herbert Hoover tuvo que ser sustituido como presidente: "Si tenemos otra era de Hoover, Gandhi será el hombre mejor vestido de Estados Unidos". O cuando explicó el colapso de una rampa de acceso, que llamó "una mezcla imprudente de arena y cemento".

Pero, a Curley también se le recuerda por vivir por encima de sus posibilidades. Gozó de un estilo de vida lujoso, que incluía una mansión, sirvientes y viajes en primera clase a Europa. Aunque, es cierto, en su vida personal, no tenía escándalos: no tenía mujeres, ni bebía ni jugaba. Tuvo dos matrimonios felices (su primera esposa murió) y ayudó a criar a nueve hijos (siete de los cuales murieron antes que él).

Larry Overlan, profesor adjunto de la Universidad de Suffolk y del Instituto de Tecnología Wentworth, suele asistir a la tumba del alcalde para rezar. "Curley se merece este honor por defender las enseñanzas católicas sobre la moral y la justicia social", lo que, para él, contrasta con las posiciones públicas de muchos políticos católicos de hoy. "Curley es un ejemplo de alguien íntegramente católico, alguien que, en esta era de apostasía y traición, es leal a la fe", dijo Doyle.

William Bulger, presidente del Senado de Massachusetts, de 1978 a 1996, escribió una elogiosa biografía de Curley en 2009. En el libro, llama a Curley, "un individuo con grandes defectos" que, sin embargo, "no estaba en deuda con los poderosos" y "satisfacía el deseo de la gente común de ser dueños de su propio destino". Entre los asistentes a los rezos en su tumba se suele encontrar también Ray Flynn, ex alcalde de Boston y ex embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede.

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