Obispo Luis Argüello: «Estamos viviendo una nueva desamortización, pero por nuestra impotencia»

El obispo Luis Argüello, flanqueado a su derecha por El Niño de Elche y a su izquierda por Javier Viver.
En la segunda jornada del Observatorio de lo Invisible, que tiene lugar hasta el 26 de julio en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, destacó el foro entre el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, y el artista y performer El Niño de Elche en torno a un diálogo abierto sobre la creación, la libertad y el papel del arte en la vida espiritual contemporánea.
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Javier Viver, director del Observatorio y escultor, abrió el encuentro destacando la "libertad" como clave de este tipo de espacios: "Cada uno expresa sus opiniones y las argumenta, estableciendo diálogos que nos ponen delante las incógnitas que nos inquietan: la trascendencia, Dios, el arte, el misterio".
El Niño de Elche, artista y profesor del taller de expresión vocal en esta edición, cuestionó de entrada la noción de "creador": "La palabra me viene grande. Me gusta pensar que Dios lo creó todo y nosotros somos buenos modificadores. Retomo esta idea: todo está creado, pero no todo está descubierto por el ser humano". A su juicio, el papel del arte es desvelar lo que ya existe, más que inventar lo inexistente.
Luis Argüello, por su parte, introdujo su intervención hablando de la participación humana en la obra de la creación: "Dios, en quien creo como Creador y Padre, ha querido, de una forma misteriosa y libérrima, hacernos partícipes de su obra, e invitarnos a un coloquio de participación con lo real, con lo creado". Y añadió: "Nuestro descubrimiento siempre nos permite captar, como en un destello, parte de ese Misterio: quién es Dios y cómo participamos de su obra".

Un aspecto de los asistentes al Observatorio de lo Invisible, que tiene lugar en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
El arzobispo se detuvo así mismo en el gran problema de los creyentes hoy: "En nuestra permanente búsqueda uno trata de encontrar vías, cauces para salir de la indiferencia. El gran desafío no es el ateísmo, sino la indiferencia. La creación es un acto libre, es un acto amoroso, una comunión: Alguien, en un acto de libertad y de amor que no podemos ni imaginar, crea, y al crear nos hace partícipes, en primer lugar, de esa libertad y ese amor".
El foro abordó también el lugar de la belleza y el mal en la experiencia humana. "El mismo hecho de que el mal nos escandalice remite a una nostalgia del bien", reveló Argüello.
El concepto de libertad fue una de las cuestiones clave del coloquio. "¿Existe la libertad?", se preguntó monseñor Argüello, quien compartió que un periodista le había acusado de "seguir creyendo en el amor y en la libertad". En ese sentido, defendió que "toda cuestión de amor es mendicante", y que la experiencia del amor conlleva necesariamente vulnerabilidad. "Una de las grandes dificultades es precisamente entender el amor como algo mendicante: no solo entenderlo, sino experimentarlo".
El patrimonio de la Iglesia
"¿Podría hacer mucho más la Iglesia hoy por el arte?", interpelaba otro de los participantes en el foro.
"Imaginería, escultura, pintura, música... El mundo reconoce el patrimonio de valor histórico-artístico cuya puesta en valor tiene repercusiones económicas: esto sí que es valorado", respondió Argüello: "Pero ¿qué nos ocurre a nosotros? No pensemos en la Iglesia como los obispos, sino en la comunidad cristiana: nos encontramos en España por una parte con la necesidad de administrar decadencia y escasez (hay pueblos vacíos con un gran patrimonio) y por otro con acoger lo nuevo, con generar cultura, con reconocer las nuevas expresiones culturales. Este es el gran desafío".
Sin embargo, ¿cómo somos capaces de mantener la herencia recibida? "España ha tenido hasta hace cincuenta años un tercio de los monasterios de clausura del mundo. Hoy, una cuarta parte. ¿Qué hacemos con muchos de ellos, que están vacíos? Lo normal es que terminen siendo pasto de iniciativas inmobiliarias", añadía, con realismo, Luis Argüello. ¿Cómo sustituir lo que fueron experiencias de mecenazgo, que hicieron posible el trabajo de muchos artistas, por nuevas alianzas? "Tiene que ser la propia comunidad cristiana la que redescubra la vía de la belleza para comunicar el Evangelio", añadió.
La herencia del monacato como generador de cultura fue también motivo de reflexión. "Estamos viviendo una nueva desamortización", criticó entonces el arzobispo, "pero no tanto por la presión de los poderes públicos, sino por nuestra impotencia. Lo reconozco, y al mismo tiempo aquí estoy, buscando qué podemos hacer".
"Esta decadencia artística de la Iglesia responde a la decadencia espiritual", observó Javier Viver. "Constatamos que lo que sucede es una consecuencia: si no somos capaces de generar una nueva cultura tan atractiva como la que hemos generado en otros momentos es porque no hay nada sucediendo en nuestro interior capaz de regenerar el arte sacro".
El Niño de Elche está "fuera de la religión y de la Iglesia", pero se pregunta qué hace la Iglesia a nivel curatorial para frenar esa decadencia. "A mí me preocupa y me ocupa, y me genera muchos interrogantes, no sólo el mecenazgo, sino la cuestión estética: la Iglesia está 'sonando' igual de mal que suena el mundo. Esto es preocupante. Podemos entender las prioridades de la Iglesia y sus límites económicos, pero me genera controversia saber que en la belleza, la Iglesia atraviesa su peor momento. ¿Por qué las iglesias y su propuesta son estéticamente tan horribles? En música, pintura, arquitectura...", se preguntaba.
"Esta es la gran cuestión", respondió Argüello: "Ha habido diversos factores, uno de los más importantes es cómo se acoge la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Se buscaba que el pueblo pudiera vivir la liturgia de cerca. A la vez, se produjo la explosión de la cultura pop: es una época en España donde se produce una movilización de la población, cuando crecen los barrios de nuestras ciudades y hay que buscar un lugar en el que poderse encontrar. Por eso la Iglesia pone el acento en la encarnación en los barrios populares antes que en el cuidado estético". La lección de historia de Argüello se detuvo en entender ese giro de la Iglesia, que ya se está "revirtiendo".
"El Dios creador nos enseña otro rostro: el de Dios redentor, que reconoce que el corazón herido tiene una capacidad grande de expresar, de quejarse, de gemir, de buscar. Esta dramaticidad se expresa artísticamente: así el Dios restaura, vuelve a crear. El escándalo del mal se convierte así en la oportunidad de sacar bien del mal", concluyó Argüello ante una pregunta sobre cómo la herida es la rendija por la que entra la belleza. "El misterio de Dios es que abraza todo el tiempo; más aún, desborda el tiempo".