¿Por qué dormís?

¿Cuántas veces has orado a los pies de esta cruz?
Llega la noche y como tantas noches, me quedo en oración ante Jesús Eucaristía. Es una noche más y al mismo tiempo una noche diferente. Una más porque es una noche de sábado donde abro mi corazón a Dios para dejar que hable Él y me ayude a hacer mío el evangelio del día siguiente. Pero además esta noche es diferente porque es la noche que nos mete de lleno en la Semana Santa, es la noche que conduce al Domingo de Ramos. Y no sólo por esto es una noche especial, sino porque vivo con dolor la situación que toca el corazón de no pocos españoles, la resignificación del Valle de los Caídos y las consecuencias que ya empezamos a sufrir y formarán parte de la historia de España.
Me viene el recuerdo de una escena vivida esta misma semana en la plaza del Pilar cuando iba a hacer una visita. Había varios grupos de colegios esa mañana por lo contornos. Al llegar a la puerta de la basílica paso junto a uno de ellos y escucho con gran alegría lo que dice la profesora a sus alumnos, unos niños de unos 8-10 años: “tenéis que estar muy atentos y ser muy respetuosos, vamos a entrar en un lugar sagrado…”. Sigo adelante mientras la profesora termina de dar las explicaciones previas a la entrada a la basílica del Pilar de Zaragoza. Entro, llego a la santa capilla y en oración presento a la Virgen del Pilar lo vivido. No dejo de dar vueltas a lo escuchado en la plaza.
¡Qué claro lo tenía esa profesora y qué bien lo expresa a esos niños! ¡No va con rodeos! ¡Cree en Dios! ¡Sabe lo que es el Pilar de Zaragoza! ¡Tiene respeto por los lugares santos! ¡Manifiesta su fe en público! ¡Es maestra que educa!
Mientras sigo en oración el corazón se va a la Sagrada Familia de Barcelona, a la Catedral de Burgos, a la de Santiago de Compostela y a muchos lugares sagrados de España. Le digo a la Virgen que los cuide todos, porque si esto hacen con el Valle de los Caídos puede llegar el día, y no ser muy lejano, en que también quieran resignificar dichos lugares sagrados y hacer de ellos museos temáticos de los diferentes modelos de familia, de la leyenda negra de la Inquisición, de mitos esotérico-satanistas... Quizá también querrán quitar las bombas que echaron sobre el Pilar en 1936 y… Es cosa de empezar. Así sucede en los principios de los años 30 del siglo pasado cuando comienzan a quemar iglesias y conventos sin que nadie frene dicha barbarie. Al final ya sabemos lo que ocurre. Es la consecuencia de lo que inicia con sucesos puntuales y termina en guerra entre hermanos. Cruel… Larga… Sangrienta…
Volvamos a la oración de la noche. Leo el evangelio de la Pasión que este año es el del San Lucas. Dicho evangelista nos ofrece una escena que tantas veces hemos visto en los pasos de la Semana Santa, pero quizá pocas veces hemos orado y contemplado: Jesús es confortado por un ángel en el Huerto de los olivos y llega a sudar sangre. ¡Cristo se prepara a la Pasión! ¡Sabe lo que se avecina! ¡Pide ayuda al Padre!... Y sufre… Sufre muchísimo por lo que el Padre le pide, comenzar la Pasión redentora de la humanidad… Un ángel viene desde el cielo. Su Cuerpo suda sangre. ¡Sudar sangre…! ¿Somos conscientes de lo que supone sudar sangre? ¿Cómo tiene que estar un cuerpo humano para sudar sangre? ¡Metámonos en la Pasión de Cristo y vayamos al Huerto de los olivos! Cristo está solo. Un ángel da luz y ánimo, pero la sangre corre… ¡Corre por el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo! Y sabemos que es sólo el principio. Luego correrá mucho más, y al final una lanza le atravesará el costado…
Entonces me voy al Cerro de los Ángeles, a ese 28 de julio de 1936 en que un pelotón de fusilamiento dispara contra el monumento al Sagrado Corazón de Jesús que desde lo alto de ese cerro bendice a toda España. Esa imagen en piedra, tras muchos intentos después de ser fusilada, termina destrozada por tierra. No podemos olvidar a ese grupo de jóvenes mártires de Acción Católica que dan su sangre por defender dicha imagen antes de comenzar los ataques al Sagrado Corazón del Cerro. No sangra Cristo en ese momento, pero sí esos jóvenes que saben que nada hay más grande en esta vida que defender un ideal, ¿cuál? ¡Por ti, Rey mío, la sangre dar!
Sigo en oración y cada vez me meto más en la Pasión de Cristo, pero mi corazón sufre turbación porque lo que vive España es grave, muy grave… Entonces me acuerdo de un comentario a esa letrilla de Santa Teresa “Nada te turbe, nada te espante…” que escribe el Beato Lucas de San José, mártir carmelita descalzo que también entrega su sangre por Dios y por España en julio de 1936. Lo escribe años antes de comenzar la Cruzada española, pero parece que lo veía venir, o lo que es más, afirma con rotundidad que los baños de sangre que sufren las naciones purifican las apostasías que hunden una nación… Leer este comentario me calma. Me llena el corazón de paz. Me une a Santa Teresa. Me hace ver que Dios tiene todo preparado, su divina providencia siempre nos lleva al final a gozar de la luz.
Parece que el Padre Lucas me está hablando a mí y ahora, y al mismo tiempo a toda España. Es hora de poner la mirada en Dios y saber que Dios no falla, que siempre está con nosotros, que es justicia, amor y misericordia; y por eso nada tenemos que temer. No me resisto a copiar algunos párrafos para ayudar a calmar nuestro corazón y levantar la mirada al cielo…:
“Y si los individuos y los pueblos, poseídos de vértigo delirante y faltos de orientación, corren al precipicio llevados al parecer en alas de espantoso fatalismo,
Nada te turbe, nada te espante;
Porque los individuos y los pueblos y las naciones son llevados en brazos de un Dios providente, que es Justicia, Amor y Sabiduría. Como Amor, todo lo dirige a utilidad y provecho de sus santos y esplendor de su gloria. Como Justicia, permite que las naciones tomen frecuentes baños de sangre, para que se purifiquen de sus locas apostasías, y se levanten luego rejuvenecidas y tornen a gozar días de paz y de bonanza. Como Sabiduría, puede sacar bien del mal, de las tinieblas hace salir la luz, del caos y de la confusión el orden y la armonía, y del fondo de escandalosas corrupciones hace nacer grandes y heroicas virtudes” (Mi libro de consolaciones. Glosa a una letrilla de Santa Teresa de Jesús, pp. 17-18).
Con el corazón sosegado sigo en oración y me quedo parado en lo que dice Jesús a sus discípulos después de ser confortado por el ángel y sudar sangre: ¿Por qué dormís? Y me pregunto en tono orante, España, ¿por qué duermes? ¿Cómo puedes seguir durmiendo mientras la basílica de El Valle de los Caídos va a ser resignificada? ¡Recuerda las vivencias de tus abuelos y bisabuelos! ¿Has ido alguna vez al Valle? ¿Te has dejado abrumar por la majestuosidad de la basílica y de la cruz? ¡Vive la santa misa en la basílica! ¡Contempla esa cruz! ¡Mira al cielo! ¡Los mártires te acompañan! ¡Los ángeles te iluminan! ¡Cristo te ama! ¡Cristo ha muerto en la cruz! ¡Cristo ha lavado tus pecados con su Sangre! ¡Ahora Cristo entra en Jerusalén! ¡Comienza la Semana Santa! ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a callar? ¿Vas a rezar? ¿Vas a olvidar la sangre de los mártires? ¡Despierta! ¡Entra en la Pasión de Cristo! ¡Toma el evangelio de San Lucas! ¡Hazlo tuyo! ¡Vete al Huerto de los olivos! ¡Escucha a Cristo: ¿Por qué dormís?!