Religión en Libertad

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(Para don Luis Baturone)



Dios mío, además de verte

quisiera tener una larga conversación Contigo,

dejando atrás el tiempo y sin las trivialidades habituales que Tú sabes.

A solas por favor. A solas los dos, sin otras presencias,

ni tronos, ni potestades camufladas de pensamientos o niños.

Por mi parte estaré soso, ya me conoces, y puede que nostálgico

(perdona, es la costumbre y su poso de años),

además no tengo demasiada experiencia en diálogos celestiales.

Soso, sí, y distraído en infinitas nimiedades,

tan propio de mí. Que así me va, eres testigo, dando tumbos entre palabras

y olvidos, y una descarnada economía que no viene al caso.

Palabras que sólo debes de leer Tú y otros incondicionales amigos.

Siempre pendiente de cosas inútiles (o eso me dicen): que si las caricias,

que si el otoño pluscuamperfecto de los chopos, que si las piernas de Ana

(y lo que no son las piernas, con esa piel de luna y caramelo),

que si los versos de Siles, de d’Ors o de Colinas, que si el vuelo

de las aves o del viento en las sábanas recién tendidas…

Escribo para verte, escribo mi Dios

por si hubiera una mínima posibilidad de amarte

un poco más íntimamente a lo largo de mi vida.

Con todas estas palabras que contemplan lo sencillo,

pero que no saben cómo decirte el alma

del aroma de tomillo, del temblor del mar o de su lengua

cuando resucita el amor entre mis labios secos.

Hablar Contigo, Señor, de esos poemas

que nunca escribiré, pero que están en Ti, y vivo.

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