#Espiritualidad Católica - #Nueva Evangelización - #AmarDueleYNosEleva
Amar duele porque cuestiona la falsedad
🔹San Agustín. Sermón 265, 9🔹

🔹San Agustín. Sermón 265, 9🔹
... una cosa es Dios y otra el prójimo, aunque sean amados con un mismo amor, no por eso lo amado es una sola cosa (🔹San Agustín. Sermón 265, 9🔹)
▶️En el contexto de la Espiritualidad Católica: San Agustín nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor y la distinción entre Dios y el prójimo, incluso cuando ambos deben ser objeto de nuestro amor. Un amor que no es emotivismo ni tampoco es placentero. Un amor que es unidad y sintonía. Actualmente está de moda dar prioridad en el amor al prójimo, dejando a Dios a un lado. Antes de amar a Dios, que no se ve, tenemos que amar al prójimo, que se ve. ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase? ¿Por qué decimos que Dios no se ve? ¿Qué tipo de amor podemos dar al prójimo cuando ignoramos a Dios?
San Agustín establece una distinción fundamental. Dios es Dios, el Ser Supremo, el Creador, la fuente de todo amor y bondad. El prójimo, por otro lado, es una criatura, un ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, pero inherentemente diferente de Él. No podemos confundir al Creador con la criatura, por muy digna de amor que esta sea. No podemos amar a Dios y al prójimo de maneras completamente distintas, sino que la acción real de amar debe ser la mismo. El amor es un don que recibimos de Dios y que debemos extender tanto a Él como a nuestros semejantes. El amor cristiano, en su esencia, busca la sintonía con Dios y con nuestros semejantes. Busca la unidad y vivir con sintonía creativa que potencia la imagen de Dios que llevamos en nosotros.
El hecho de que amemos a Dios y al prójimo con un "mismo amor" no significa que Dios y el prójimo se conviertan en una sola entidad. La diferencia de seres permanece. El amor no borra las diferencias fundamentales entre el Creador y la criatura. San Agustín, resalta la importancia del vivir con un "amor ordenado." Debemos amar a Dios por encima de todo, como la fuente de lo que somos e imagen de lo que debemos ser. Nuestro amor al prójimo debe ser un reflejo de nuestro amor a Dios, un amor que busca el verdadero bien del otro porque vemos a Dios en él. A veces ese bien conlleva dolor, porque atendemos a la Verdad y no a lo placentero y agradable. debemos amar a nuestro prójimo con un amor profundo y sincero, no debemos idolatrarlo. Poner a una persona en el lugar de Dios, esperar que nos satisfaga completamente o basar nuestra felicidad exclusivamente en ella, conduce a la decepción y a relaciones disfuncionales. El amor al prójimo debe estar enmarcado dentro de nuestro amor a Dios.
Reconocer la diferencia entre Dios y el prójimo nos ayuda a respetar la individualidad y la dignidad de cada persona. Cada individuo es único, con sus propias fortalezas, debilidades, dones y carismas. No debemos tratar de moldear a los demás a nuestra imagen y semejanza, sino amarlos tal como son, ayudándolos a que crezca la imagen de Dios en ellos.
▶️ En el contexto de la evangelización digital. Al evangelizar en las redes, debemos transmitir este mensaje de este amor ordenado y de respeto a la dignidad de cada persona. Debemos mostrar a los demás que el amor cristiano no es un sentimentalismo vacío, sino un compromiso concreto de caminar unidos hacia Dios. Caminar inspirados en el amor de Dios. Podemos usar las redes sociales para promover relaciones saludables y equilibradas, basadas en el respeto mutuo y en el reconocimiento de la dignidad inherente a cada persona. Por desgracia en al sociedad hay muchas relaciones falsas que se perpetúan para que el "status quo" individual no se vea comprometido. Por eso, a veces, amar conlleva cierto dolor que proviene del cuestionamiento de estas falsedades. En las redes, estas falsedades son la forma preponderante. En las redes, poner a Dios entre nosotros nos permite que se evidencien las falsedades. Como hashtag proponemos el siguiente: #AmarDueleYNosEleva. Si el amor no duele ni nos hace trascender, quizás no sea un amor verdadero.
▶️ Preguntas para reflexionar: ¿Cómo estamos amando a Dios y al prójimo? ¿Estamos manteniendo el orden correcto del amor, poniendo a Dios en primer lugar? ¿Estamos evitando la idolatría del prójimo, reconociendo sus limitaciones y amándolo tal como es? ¿Cómo podemos usar esta frase agustiniana para mejorar nuestras relaciones personales y profundizar la fe?
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