Religión en Libertad

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Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú les das la comida a su tiempo (Sal 145,15).En esta ocasión, con palabras del salterio, el sacerdote, si no hay un canto de comunión o la antífona no la recitan los fieles, después de haber comulgado y antes de distribuir la comunión, dirige una oración al Señor presente sobre el altar. Estas palabras son un acto de fe implícito en la presencia eucarística del Señor; si no fuera así, si no hubiera nadie a quien hablar, sería pura palabrería. Por ello, sería conveniente que se dijeran mirando a las especies sacramentales, pues, ya no son pan, sino Aquel a quien se dirige esa oración. Esa mirada del sacerdote, a su vez, debería de ser expresión de la actitud de toda la asamblea, de "los ojos de todos". Miradas expectantes y anhelantes. Todos aguardan, porque todos tienen hambre de eternidad, pero es una necesidad que aguarda porque tiene esperanza en el único que puede saciarla. De modo que la antífona es, a la vez, un recordatorio de la actitud adecuada. En este caso, una llamada a situarnos desde esa esperanza. Quien va a comulgar es un pobre que necesita algo, pero, a la par, es alguien muy rico, pues tiene en posesión de esperanza aquello que precisa. Después del Agnus Dei hay un momento de silencio -o debería de haberlo- en el que tanto los celebrantes como el pueblo, en oración, se preparan para comulgar. La escucha de la antífona es un buen momento para acrecentar esa preparación previa. Estas palabras son un acto de fe no solamente en la presencia eucarística, sino también en que es el Señor el que se da a sí mismo. El sacerdote es solamente un ministro. Quien da de comulgar es Jesús y es a Él a quien nos acercamos. Los ministros están llenos de defectos, pero no son sus méritos los que dan de comer al Señor, sino que es Él mismo el que lo hace. Para los ministros de la comunión, es una llamada a la humildad, a desaparecer, para que el protagonismo lo tenga solamente Jesús. Y, en estas hermosas palabras, hay también un acto de fe en la Providencia. El Señor lo hace todo bien. Lo que necesitamos, tanto lo material como lo espiritual, nos lo da a tiempo. Si necesito adversidad, me la da a tiempo; si necesito consuelo, también.
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