Religión en Libertad

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Durante la celebración eucarística varios son los momentos en que el celebrante muestra a la asamblea el Cuerpo del Señor para su contemplación y adoración. Uno de ellos es el mismo momento de la comunión. Ésta, por tanto, es momento de contemplación y adoración.

Y es que en la Eucaristía vivimos anticipadamente las realidades celestes bajo el velo de la fe. Por ello, es lugar de contemplación en fe.

Una contemplación en el sacramento de Aquél que veremos tal cual es y que nos va transformando y haciendo partícipes ya del resplandor de su gloria.

Y, conforme vamos participando crecientemente de la divinidad, va creciendo nuestra esperanza en la plena deificación futura y, por ello, vamos purificando nuestro corazón (cf. 1Jn 3,3), de modo que crecemos en contemplación y, con ella, en transformación; así en espiral creciente que sólo puede romper el pecado.

Pero, en esa fidelidad contemplativa, en ese ir poniendo y abriendo más y más nuestra atención en fe a Él, no sólo no nos avergonzamos ni ahora ante el tribunal de nuestra conciencia ni en el futuro en el Juicio particular ni en el final, sino que con familiar confianza ponemos en Él nuestra mirada.

Imagen por gentileza de Mónica


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