Hakuna en la "ciudad sin Dios"
En los 70 se quiso meter a Dios en la ideología.
Hoy estos jóvenes quieren meter la vida entera en Dios.

Concierto de Hakuna
En los años 70 había curas que llevaban a los jóvenes a los conciertos de canciones protesta.
No es información nueva que la fe mezclada con la ideología fracasó y se llevó por delante a muchos. Entró la secularización. Se rompió la transmisión de la fe. Hoy son los jóvenes los que nos piden a los curas que vayamos con ellos a los conciertos de Hakuna. Algo ha cambiado. Bendito sea Dios.
Aquellos conciertos de los 70 eran de queja y protesta: gritar contra el sistema, denunciar injusticias, soñar utopías pero sin Dios. John Lennon cantaba aquello de «imagine there's no heaven (…) and no religion, too». Cuántos jóvenes engañados y perdidos en la promesa de que se iba a construir un mundo mejor si se caminaba juntos pero cada vez más solos hacia el vacío y la nada.
Aquella generación ha envejecido sin que el fruto derivado de ella sea un mundo mejor. Cierto es que en muchos lugares hay menos miseria material. Pero el avance del sinsentido ha dado lugar a las miserias morales y espirituales. Trágico. Gente occidental vuelta contra su propia historia y cultura cristiana, perdida por no tener esperanza a la que agarrarse para vivir ni esperanza que ofrecer a las nuevas generaciones. Lo de la serie de Adolescence.
En España esto nos ha golpeado muy fuerte en las últimas décadas. Seguramente seamos el país del mundo más castigado por el avance de las ideologías sin Dios, donde más rápidamente se ha vivido la descristianización de la sociedad. Sin embargo también en España ha surgido algo entre las nuevas generaciones: Hakuna. Un nuevo fuego algunos no lo soportan y que les cae encima como el agua bendita cae encima de la piel de los posesos.
La noticia del ABC sobre el concierto del pasado sábado decía así: «Hakuna reza y llena Rivas Vaciamadrid, la “ciudad sin Dios”». Un titular perfecto. Miles de jóvenes llenaron el auditorio al aire libre más grande de Europa situado en la ciudad que fue pionera en tener una oficina pública dedicada a ayudar en el proceso de apostasía de la fe a sus ciudadanos. Ciudad en la que se escogió que los números de teléfono empezarán después del prefijo 91 por 666…
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La música de estos jóvenes no es para gritar quejas amargas, consignas vacías y llamar al sinsentido sino que es para Dios. Adoración. No se clama contra algo, se canta a Alguien. A Jesús. Al que de verdad puede mover los corazones para salvar al mundo. Las letras que cantan al unísono no suenan al ruido de la sociedad sino al fuego de la fe. En los 70 se quiso meter a Dios en la ideología. Hoy estos jóvenes quieren meter la vida entera en Dios.
Son jóvenes que han crecido en el fracaso de ese mundo sin Dios. En medio del vacío, el ruido, las pantallas. Víctimas del relativismo sin Verdad y del individualismo sin amor. Cuando las personas tienen frío buscan una hoguera. Cuando tienen sed acuden a las fuentes. Hakuna no es moda. Es signo. Es el corazón de una generación que no se conforma con anestesia ni sucedáneos. Quieren sentido real.
El fracaso del mundo construido sin Dios se ha llevado a muchos por delante y ha dejado en otros heridas muy profundas. Sin embargo las heridas son las grietas por donde entra la luz de Cristo, las joyas donde el testimonio cristiano más brilla. El desengaño del mundo es el inicio de la fe que vuelve. Ya no a modo de cristianismo sociológico sino a través de un pequeño resto, de una generación llamada a hacer lo que con muchos de ellos no hicieron: prender la fe, mantenerla y trasmitirla.
Dios sigue escribiendo la historia a través de los corazones de los que se hacen sencillos y humildes. Así lo hará si los cristianos nos hacemos pequeños. Quienes pensáis que estos jóvenes de Hakuna hacen algo demoniaco, ¿a qué esperáis para ayudarles en vez de insultarles detrás de vuestras cuentas de troll? ¿Quizás no soportáis que son ellos los que os trolean con su música de alabanza que no hace daño a nadie?
Hoy la fe renace fuerte, joven y valiente en quienes cantan y adoran sin miedo y sin complejos. Quién sabe cuántos corazones van a tener noticia de Dios gracias a haber escuchado una de estas canciones. Quizás sea el único Evangelio que oigan en su vida. El mundo no tiene la última palabra. Y nuestros pobres criterios tampoco, La historia la escribe el Señor. Tenemos mucho que agradecerle. A Él la gloria por siempre. La paz.
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