Religión en Libertad

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Una de las

conclusiones a la que muchos han llegado, como consecuencia de la crisis, es

que el capitalismo ha fracasado. La

conclusión es falsa porque parte de una premisa falsa: el sistema económico que

los políticos han impuesto en todos los países dista mucho de ser y poderse

llamar “capitalismo”. Nuestro sistema actual no utiliza dinero sino deudas

como capital. El papel fiduciario –los euros, el dólar, la libra, etc.- son

pagarés emitidos por los Estados. Un pagaré es una deuda y, una deuda, es

pasivo y no un activo. Un pasivo no es “capital” y si no lo es, el sistema

creado sobre la circulación de pasivos no puede recibir el nombre de

“capitalismo”. Entonces, si nuestro sistema no es capitalista, ¿cómo deberíamos

llamarlo? Yo lo he llamado debitismo. El término “debitismono aparece en el diccionario de la

Real Academia de la Lengua. De hecho, esta palabrota es la mejor traducción que

he encontrado para la palabra inglesa debitism.

Es muy curioso que, en inglés, tampoco aparezca

en los diccionarios. Sin embargo y por lógica, supuse que si existen las

palabras inglesas capitalism, comunism o

socialism, un sistema basado en la circulación de deudas en inglés debía de

llamarse debitism. Así que introduje

la palabra en Google y, para mi sorpresa, encontré a un curioso personaje

llamado Frank Smith

que tenía publicada toda una teoría sobre el concepto de deuda y el término debitsm. En la segunda parte

de su teoría, Frank Smith o Atocha, que es el pseudónimo con el que firma

sus artículos, dice:

Una de las peculiares perversiones de la

lengua inglesa es la práctica de definir algo con un término que significa

justo lo contrario de lo que queremos definir. Por ejemplo, “seguro de

enfermedad” pasa a ser “seguro de

salud”. Y, en nuestra manera orwelliana de darle la

vuelta a las palabras, el “seguro de muerte” se convierte en “seguro de vida”; el

“debitismo” en “capitalismo” y el “pasivo” en “activo”… Todo para que las cosas

más desagradables, cuando se las envuelven con palabras y conceptos mucho más atractivos

a la mente, sean más fáciles de vender.

Yo añadiría que

esto no es una perversión particular de la lengua inglesa. Frank Smith va más

allá y afirma que la ausencia de la expresión normal">debitism en los diccionarios no es casual: “normal">el término debitism se ha evaporado de los diccionarios para

convertirse, cultural y políticamente, en el término más obsceno de la lengua

inglesa…se ha prohibido y expulsado de nuestros diccionarios, nuestras aulas,

nuestras mentes y, por consiguiente, de nuestro proceso de pensamiento”. Hagan

ustedes la búsqueda y comprobarán que sucede lo mismo en castellano.

Frank Smith no

es economista –no confundir con Adam Smith-. Estudió

criminología y practicó esta profesión durante años junto con otras actividades

empresariales. Lógicamente, a un criminólogo, capacidad para unir cabos hasta

llegar al criminal no le falta. Y esto es lo que le llevó al análisis de la

economía actual. Buscaba culpables y los encontró. En esta serie de artículos

escritos a comienzos del 2002, determinó que el responsable último en todos los

procesos cíclicos de expansión y contracción de la deuda es el sistema

monetario actual.

Así, define el capital como toda riqueza en forma de

dinero o propiedad que un individuo o una empresa posee o utiliza para invertir.

Todos los diccionarios citan el término “activo”

como sinónimo de “capital”. Define

la deuda como un pasivo u obligación

contraída de pagar algo. Luego, basándonos en el significado conciso de las

palabras, capital es un activo y deuda es un pasivo. Igualmente, argumenta que el

diccionario define el término “capitalista”

como la persona que tiene y maneja

capital, en especial el invertido en una empresa o negocio; y “debitista” –en

castellano de toda la vida, deudor- sería la persona o institución que tiene más deudas que capital.

Nuestro sistema actual está basado en la

circulación de pagarés emitidos por los Estados y la banca privada mediante el

sistema de banca

de reserva fraccional.

Todos esos pagarés que llamamos euros, dólares, etc., son simplemente deudas de

los bancos y el Estado. Son además pagarés que, en su inmensa mayoría, no podremos

convertir en bienes de ninguna clase que sus emisores hayan reservado para

respaldar tales emisiones. Dicho de otra manera, en su mayor parte, son pasivos

emitidos sin contra asiento de ningún tipo. Desde un punto de vista puramente

contable es un fraude legalmente consentido. El papel moneda de los Estados no

está sujeto a obligación legal alguna para cambiar dichos pagarés por un objeto

o servicio tangible con un valor real. Además, son pagarés sin fecha de

vencimiento; es decir, intentan ser eternos o un “ya te pagaré pero no lo haré

nunca”.

Lo único que sostiene temporalmente este

perverso sistema es, uno, la fe ciega del ciudadano en que el papel moneda tiene un valor

real y, dos, la emisión de éste conforme

a un esquema Ponzi o piramidal. Esta fe es la repetida “confianza” de la que tanto

hablan algunos medios, banqueros y demasiados políticos. Estos pagarés no tienen

ningún valor real más allá de nuestra absurda “confianza” en el Estado y los

bancos. Desaparecida la “confianza”, tal cual le sucede a cualquier otro fraude

piramidal, los pagarés pierden su poder adquisitivo cuando el común de los

mortales se percata de que, en realidad, no son más que normal">confeti.

Por extensión, un sistema capitalista y de libre mercado

sería aquel basado en la libre circulación de activos; la libre fluctuación de los

tipos de interés; la libre emisión de pagarés contra cualquier objeto tangible

por parte de cualquier agente que participe en el mercado; la libre circulación

de personas y mercancías, etc. En nuestro sistema actual sólo existen vestigios

parciales de algunas de estas libertades. Por ejemplo, el Estado se declaró,

hace ya muchos años, en el emisor exclusivo de pagarés que luego podamos

utilizar como forma de pago y unidad monetaria. Todos los gobiernos y regímenes

han prohibido cualquier sistema de pago alternativo que pueda competir con los

pagarés del Estado. Las mismas instituciones que han convertido un fraude piramidal

en dinero de curso legal, han tipificado

como delito la libertad de elegir cualquier

otra forma de pago alternativa. ¿Se puede corromper más un sistema? ¿Dónde

está el libre mercado?

Por mucho que se

empeñen los socialistas de todos los colores y partidos –incluidos los del PP y

el Partido Republicano de EEUU- y su sucedáneo ideológico, el keynesianismo, el sistema actual no es ni capitalista ni

de libre mercado. Por ello y en referencia a un comentario

en este blog, no hace falta ninguna “autopista de veinte carriles” para ir del

lugar en el que ya nos encontramos –el socialismo- al socialismo. El resto del

comentario deja bien claro por qué esta ideología utiliza un puño cerrado como

emblema y, muy frecuentemente, la

violencia para imponerse –también innecesaria, en este caso, puesto que Von Mises y Hayek murieron hace

algunos años-.

Por lo

tanto, el capitalismo y el libre mercado que dejaron paso al debitismo y sus

peculiares formas de intervencionismo regulador, no normal">pueden ser responsables de todos los desastres que éstos han ocasionado.

Así lo demuestran fehacientemente los economistas Philipp Bagus y David Howden en su libro Deep Freeze, en el

que analizan el modelo más sobresaliente de debitismo de nuestros días:

Islandia. Lo trataremos en otra ocasión, pero para quién le interese, puede ir

leyendo.

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