Santo estupor

Dibujo creado por Aníbal de Dios, 10 años
Pocas palabras me parecen tan atractivas como estupor. Tiene una fonética muy potente y sonora, con mucho peso, pero sin ser ruda o áspera. Al contrario, tiene un aire afrancesado, es una palabra con estilo. Etimológicamente proviene del latín stupere y significa asombro, pasmo, aturdimiento.
En teología es un término clave para expresar el sobrecogimiento ante el hecho religioso o el estado de asombro en una primera conversión fulgurante o dramática. Así, el estupor invadió a Saulo camino de Damasco cuando la luz de Cristo resucitado le tiró del caballo y le dejó ciego (Hch 26, 12-14) Lo de que se cayó de la montura es discutido y discutible, pero más allá del dato, siempre parece una imagen muy descriptiva de lo que supone el encuentro personal con Cristo que nos derriba de nuestras soberbias ante la constatación del abismo que existe entre el cósmico misterio divino y nuestra inmensa pequeñez. Este es el mismo estado de estupor en que se sumergió Tomás cuando pudo meter la mano en el costado divinizado del maestro y solo acertó a exclamar: “Señor miró y Dios mío” (Jn 20, 28). O el estupor que constantemente reflejan los evangelios que experimentan los presentes ante los milagros de Jesús (Lc 5, 26).
Una reacción de santo estupor frente a un acontecimiento divino es de los estados anímicos más impactantes y densos de la vida espiritual. Puede darse por un momento, durar días e incluso semanas, meses o años con diferente grado de intensidad, dejando siempre una marcada huella en el alma. Sin duda, las personas que han experimentado llamadas del Señor muy potentes y directas han vivido este estado de estupefacción, este asombro, este pasmo por descubrir, palpar o alumbrar la verdad de Dios. De repente, todo lo creído se vuelve certeza, todo lo sospechado es realidad, todo lo deseado es satisfecho. O incluso todo aquello rechazado, negado o simplemente indiferente, se vuelve cercano, importante y central en el camino vital de la persona. Es entrar en otra dimensión, reconocer lo invisible, palpar lo inaccesible. Se trata de ser testigos de la transfiguración, de encontrarnos en el Tabor (Lc 9). Lo humano se eleva, lo terreno se trasciende, lo material se diviniza.
El estupor religioso es un estado sublime directamente relacionado con la vida contemplativa o con el estado de éxtasis. Es un estado que todo creyente debería experimentar por lo menos una vez en la vida. Una certeza así, bien dirigida e interpretada, produce siempre un cambio de perspectiva troncal y transversal. Toda la vida afectiva, psicológica y espiritual es afectada por este acontecimiento y nada vuelve a ser igual. No se puede vivir en constante estado de estupor, pero sin duda, es un estado deseable y necesario. Significa un avance, una ruptura de nivel, una elevación del alma que hace despegar la naturaleza del ser hacia lo trascendente de forma que el espíritu se revitaliza, el ánimo se renueva y la certeza se reafirma.
En el mundo de hoy, el estupor religioso está minado por la falta o nula capacidad de asombro. Todo está al alcance rápidamente. Todo es sabido, decidido y previsto. Los jóvenes queman etapas vitales a velocidades vertiginosas, perdiendo la inocencia antes que los dientes de leche. La vida no tiene secretos y verdades universales. Todo está contado, medido y pesado. No es cierto en el fondo, pero es la nueva filosofía de vida de las masas. El materialismo radical, el cientifismo y las ideologías nihilistas vacían de sentido profundo la existencia humana y esta sequedad espiritual desertifica el discurso filosófico e intelectual. Y esto se nota en los medios de comunicación, en el mercado, en los centros de ocio, en las escuelas y en la calle. Todo contribuye a ello. Todo es muy visual, rápido e impactante. Se amontonan imágenes en la mente que no dejan espacio a la soledad, el silencio y la meditación. Todo es evidente, exhibido y mostrado. La intimidad y el pudor son extraños al nuevo paradigma humano.
Por otro lado, la inseguridad que provocan las fake news, las falsificaciones con la IA, las estafas digitales, todo en la red promueve la desconfianza ante el prójimo, el individualismo y la desesperanza. La capacidad de asombro está aplastada por el miedo, la globalización y el materialismo. Internet ha revolucionado de tal forma la vida del hombre que está produciendo un cambio, no solo de paradigma sino un cambio en la esencia humana. El concepto de persona se está redefiniendo. Se están transformando las bases morales, idolatrando la ciencia y reestructurando las motivaciones y metas, pero vaciando el sentido profundo de la existencia humana.
El estupor religioso que acontece en el alma descubierta ante la inmensidad de lo divino es palabra de loco, experiencia extrema o trastornada y cosa de raros. Benditos locos que todavía existen y se dejan alcanzar por lo divino. Pidamos ser visitados por el cielo para entrar en el santo estupor que nos haga salir de nuestras mediocridades y avanzar en el camino de la verdad. Que nada tiene que ver con el estupor diario que nos mortifica al encender la televisión y comprobar la estulticia general.
A una vida sin momentos de estupor religioso le falta intensidad. Pidamos vivir la fe con intensidad, estupefactos ante el misterio de Dios que nos llama y se nos muestra en nuestro interior. Pidamos un corazón sencillo con capacidad para asombrarse de los pequeños milagros de la vida. La vida en sí misma es un milagro. Pidamos recuperar la inocencia y pureza propias de mentes sanas. Y lo primero que tenemos que hacer es protegernos. Debemos disminuir o cerrar todas las ventanas que nos arrebatan la sencillez. No perdamos tanto tiempo afuera por los dispositivos artificiales que nos convierten en esclavos y miremos adentro. Perdamos el tiempo con nosotros mismos, abriendo las ventanas adecuadas, esperando al Señor. Demos la oportunidad a que acontezca Dios y podamos disfrutar del santo estupor.
“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mt 11, 25)