Lo que ha generado el secularismo (III)
El secularismo ha desatado un proceso en el cual estamos inmersos: por una parte la creación de un "cristianismo secular", altamente peligroso, por otra parte, el repliegue del catolicismo a su interior, desentendiéndose del mundo en buena medida para preservarse.
La primera confusión la palpamos constantemente en grupos cristianos, en el lenguaje que se predica, en la espiritualidad inmanentista que se ofrece. Se ha buscado para responder al secularismo un cristianismo secular que ya es simplemente una caricatura de sí mismo.
¿Qué características tiene este “cristianismo secular”? Sabiendo que esta descripción sería un retrato de muchas situaciones eclesiales hoy:
-Cultiva y destaca sólo los valores del hombre, lo inmanente, cayendo en un moralismo
-Se fija sólo en los aspectos seculares del cristianismo, olvidando la trascendencia, la divinidad de Jesucristo, la gracia y la escatología: todo, absolutamente todo, es intramundano, la búsqueda de la justicia aquí y ahora, la opción por los pobres, la tolerancia...
-Diluye el cristianismo en una fuerza social dirigida a la “revolución” o, al menos, a la evolución y progreso de la sociedad
-Quita a Dios y pone el hombre en su lugar en aras de un consenso social e interreligioso; y este hombre es un hombre “idealizado”, “bueno en sí mismo”, con ausencia del pecado original y de los propios pecados personales. Es el optimismo antropológico, ¡y ya no necesita un Redentor y Salvador!
-La cristología se vuelve inútil y sin sentido porque “Jesús de Nazaret” (el nombre único que usan) es nada más que un modelo de profeta, de hombre justo, un ejemplar para incitarnos a nosotros a la transformación del mundo. Este ideal, ¿no es el antiguo pelagianismo en su versión moral, con lenguaje nuevo?
-Este “cristianismo secular” verá la espiritualidad y la oración, en general, como alienantes del mundo y el compromiso, y las aceptarán en tanto en cuanto sean una reflexión sobre qué hacer y en qué comprometerse.
-La liturgia deja de ser glorificación de Dios y santificación de los hombres, para ser celebración de la comunidad en cuanto comunidad y medio pedagógico-instructivo de mover las conciencias en la dirección de la transformación social. Se desacraliza para devenir antropocéntrica.
-Por último, la catequesis se convierte en terapia personal de crecimiento, de relación con uno mismo y el grupo, orientando hacia el mundo y el compromiso. Lo que se ofrece es más “educación para la ciudadanía” o manual del “buen ciudadano cristiano” que transmisión de la fe y acompañamiento eclesial.
La segunda confusión hoy en día tal vez se no se esté dando de forma mayoritaria, pero que es una insidiosa tentación. Consistiría en negar la responsabilidad, la libertad y hasta la creatividad del hombre en los asuntos seculares, en las tareas temporales, donde el hombre puede y debe ser responsable del mundo creado que Dios ha puesto en sus manos. Llegaría hasta el extremo –señalaba el discurso de Pablo VI que venimos analizando (al Secretariado para los no-creyentes, de 18 de marzo de 1971- de rehusar “la colaboración sincera con los hombres de buena voluntad que no tienen nuestra fe” pensando que así se fomentaría el sincretismo religioso y avanzaría el relativismo. Sería una postura defensiva, que, en el fondo, vuelve a encerrar a la Iglesia soberbiamente en sus templos, desconfiando de todo y de todos.
Las dos confusiones merecen respuesta por los interrogantes que plantean; las dos confusiones deben ser ya iluminadas y empezar una nueva forma de respuesta a la secularización.