Martes, 19 de marzo de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio Lc 11, 1-13

Llamemos a la puerta con insistencia y constancia

Llamemos a la puerta con insistencia y constancia
Parábola del Amigo Inoportuno

por La divina proporción

El Evangelio de este domingo es complejo, ya que reúne varias cuestiones dentro de un mismo texto. Me voy a centrar en la Parábola del “Amigo Inoportuno”. ¿Quién no ha vivido algo similar en su vida? Una persona solicita algo en un momento inadecuado y espera que le ayudemos con insistencia. Nosotros mismos necesitamos algo y no dejamos de llamar a la puerta de quien nos puede ayudar. En el texto de San Agustín que comparto, se indica algo interesante. La tardanza confiere valor a lo que se solicita. Veamos.

Puede suceder que no pueda alguno responder a la petición de un amigo, pues no tiene lo que está obligado a darle. Sucede con frecuencia que viene a nosotros un amigo a nuestro de camino, esto es, de la vida de lo cotidiano; aquel camino en que todos pasan como peregrinos y ninguno permanece como poseedor, porque se dice a todo hombre: "Pasa, y deja lugar al que ha de venir" (Eclo 29,33). También puede suceder que venga fatigado del mal camino (esto es, de la mala vida) un amigo, que todavía no ha encontrado la Verdad, la cual, una vez oída y recibida, se convierta y te diga como a cristiano: "Instrúyeme". Y acaso te pregunte lo que tú ignores por la sencillez de tu fe y no puedas satisfacer su deseo; entonces te verás obligado a buscar en los libros del Señor. Acaso lo que te pregunta se encuentra en el libro, pero no de un modo claro. No dejarías entonces de consultar a San Pablo o San Pedro, o alguno de los profetas; pero ya descansa esta familia con este su Señor y es grande la ignorancia de este siglo, ésta es la media noche; e insta el sediento amigo, a quien no basta ya la fe sencilla. ¿Acaso será preciso abandonarlo? Acude, pues, al mismo Dios por medio de la oración, con el cual descansa la familia. De quien se dice: "El que está adentro responde: no me seas molesto". El que tarda en dar, quiere excitar más tu deseo con la tardanza, para que no parezca de poco mérito lo que da. (San Agustín, De verb. Dom., serm. 29)

Quiero enlazar esto que San Agustín nos señala con una noticia que ha tenido alguna difusión en estos días pasados: La Iglesia afronta una crisis de sacramentos: las bodas católicas ya son sólo el 21% del total y se bautiza a menos de la mitad de los niños. ¿Qué significa este desafecto para un cristiano? ¿Por qué parece que todo se va hundiendo dentro y fuera de la Iglesia? No dudo que haya muchas personas llamando a las puertas para encontrar algún sentido al constante declive eclesial. La cuestión que podemos hacernos es ¿Responde la Iglesia a una llamada insistente que lleva años produciéndose? La parte institucional de la Iglesia no se siente cómoda contestado o dando razones. En parte por la constante campaña de magnificación de casos de abusos, corrupción, etc, que sirve al desafecto colectivo. Hace poco, nos llegaba otra noticia similar. Este último año se ha producido una fuerte caída de fieles en Alemania. ¿Por qué ha sucedido? De nuevo no ha sido convenientemente explicada y tratada. Algunos achacan esta caída de fieles a la necesidad de modernizar la Iglesia según una determinada ideología. Pero las soluciones propuestas no generan alegría y esperanza. Generan enfrentamiento y malestar. Mal vamos cuando las soluciones generan más distancia y desafecto entre nosotros. Los medios de comunicación llevan décadas lanzando inhibidores de la fe en forma de noticias y artículos. La Iglesia parece no ser consciente de ello y sigue mirándose el ombligo preocupada por miles de otras cosas. El propio Papa Francisco habla de la “autorreferencialidad” enfermiza que parece que no nos preocupa. La autorreferencialidad se combate comunicando, no encerrándose y cerrando los ojos a la realidad.  Creo que los datos de reducción de número en los sacramentos y fieles, necesitan atención y respuesta.

Les pongo otro ejemplo. Desde hace bastantes décadas hay un gran interés por las catequesis infantiles y de jóvenes, lo que está muy bien. Pero se olvida a los adultos. Si los padres dejan de sentirse incluidos y valorados ¿Qué razón tienen para traer a sus hijos a misas, a las catequesis y recibir los sacramentos? Si los jóvenes ven que sus padres son ignorados e incluso estorban, ¿Cómo verán su futuro dentro de la Iglesia? Es normal que las misas se vayan vaciando, los sacramentos sean olvidados y los fieles arrinconen su fe. 

Pero no nos quedemos únicamente en la cara de la moneda que representa al Cesar. Demos la vuelta y ofrezcamos a Dios lo que es de Dios. Miremos con esperanza. ¿Podemos ver todo esto como una oportunidad? Una oportunidad para despertar de un letargo espiritual que dura varios siglos. "Lo socio-cultural" está genial, pero pasa moda tarde o temprano. Sobre todo hoy en día que las modas cambian a toda velocidad. ¿Podríamos empezar a cambiar esto? Creo que deberíamos empezar ya mismo y no dejarlo para la siguiente generación. ¿Tenemos que dar la batalla? Sin duda, pero no una batalla externa, sino interior. La batalla es realmente espiritual y mística. Recordemos que el Reino de Dios no es de este mundo. No se trata de ir contra nadie, sino a favor de Cristo en cada momento de nuestra vida. 

Es necesario hacer visible que todos somos Iglesia y que dentro de Ella arde el amor y la unidad. No dejemos de llamar a la puerta pidiendo cercanía, afecto, amor y unidad. Tengamos paciencia, las cosas no cambian de un año a otro. A veces se tardan décadas en empezar a moverse. Llamemos con insistencia y constancia a la puerta de las conciencias. Si molestamos, mejor. Evidenciamos que para nosotros es importante lo que reclamamos. Si es Voluntad de Dios, las puertas se abrirán a su debido tiempo.

También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. (Lc 11, 9-10)

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