Martes, 19 de marzo de 2024

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Perspectivas para mirar a los santos (Palabras sobre la santidad - XXXIII)

por Corazón Eucarístico de Jesús

La santidad, concretada en la vida de cada uno de los santos, debe ser pensada, amada, valorada, desde las distintas perspectivas que ofrece un fenómeno tan especial. Una simple mirada nunca logrará abarcar el misterio de la santidad ni logrará abarcar el misterio personal de un santo. Son, cada uno de ellos, muy plurales, polifacéticos, porque reflejan un Misterio insondable, inefable: la santidad de Jesucristo.
 
 
Los santos, cuando se les conoce, cuando se les presenta en la Iglesia, nos enriquecen y estimulan. Una buena presentación de los santos son un acceso certero para ver los valores actuales de la santidad y suscitar el anhelo de la santidad.
 
"A la vez, [la Iglesia] presenta estos excelsos ejemplos a la imitación de todos los fieles, llamados con el bautismo a la santidad, meta propuesta a todo estado de vida. Los santos y los beatos, confesando con su existencia a Cristo, su persona y su doctrina, y permaneciendo estrechamente unidos a él, son como una ilustración viva de ambos aspectos de la perfección del divino Maestro. 
 
 
Al mismo tiempo, contemplando a tantos hermanos y hermanas nuestros que en todas las épocas han hecho de sí una ofrenda total a Dios por su reino, las comunidades eclesiales reconocen la necesidad de que también en nuestro tiempo haya testigos capaces de encarnar la verdad perenne del Evangelio en las circunstancias concretas de la vida, convirtiéndolo en un instrumento de salvación para todo el mundo. También a esto hice referencia al escribir en la reciente encíclica Spe salvi que "nuestro obrar no es indiferente ante Dios y, por tanto, tampoco es indiferente para el desarrollo de la historia. Podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios:  la verdad, el amor y el bien. Es lo que han hecho los santos que, como "colaboradores de Dios", han contribuido a la salvación del mundo" (n. 35).
 
Durante los últimos decenios ha aumentado el interés religioso y cultural por los testigos de la santidad cristiana, que muestran el verdadero rostro de la Iglesia, esposa de Cristo "sin mancha ni arruga" (Ef 5, 27). Los santos, si se los presenta adecuadamente en su dinamismo espiritual y en su realidad histórica, contribuyen a hacer más creíble y atractiva la palabra del Evangelio y la misión de la Iglesia. El contacto con ellos abre el camino a verdaderas resurrecciones espirituales, a conversiones duraderas y al florecimiento de nuevos santos. Los santos normalmente engendran otros santos, y la cercanía a sus personas, o aunque sea solamente a sus huellas, es siempre saludable:  depura y eleva la mente, abre el corazón al amor a Dios y a los hermanos. La santidad siembra alegría y esperanza, y responde a la sed de felicidad que los hombres sienten también hoy" (Benedicto XVI, Disc. a los postuladores de la Cong. para las Causas de los santos, 17-diciembre-2007).
 
Cada uno de los santos es, además, una cierta "prueba apologética", donde se comprueba que Cristo es la Verdad y que esta Verdad se ha verificado en existencias concretas, frente al nihilismo que lo niega todo  deja al hombre en el absurdo, en el vacío, en el vitalismo del sentimiento y de ser el más fuerte y arrollar. La Verdad se ha verificado en los santos que se entregaron a Cristo.
 
"Queridos jóvenes, me habéis hablado de algunos problemas de la condición juvenil, de lo difícil que os resulta construiros un futuro, y sobre todo de la dificultad que encontráis para discernir la verdad. 
 
 
En el relato de la pasión de Cristo encontramos la pregunta de Pilato:  "¿Qué es la verdad?" (Jn 18, 38). Es la pregunta de un escéptico, que dice:  "Tú afirmas que eres la verdad, pero ¿qué es la verdad?". Así, suponiendo que la verdad no se puede reconocer, Pilato da a entender:  "hagamos lo que sea más práctico, lo que tenga más éxito, en vez de buscar la verdad". Luego condena a muerte a Jesús, porque actúa con pragmatismo, buscando el éxito, su propia fortuna. 
 
 
También hoy muchos dicen:  "¿Qué es la verdad? Podemos encontrar sus fragmentos, pero ¿cómo podemos encontrar la verdad?". Resulta realmente arduo creer que Jesucristo es la verdad, la verdadera Vida, la brújula de nuestra vida. Y, sin embargo, si caemos en la gran tentación de comenzar a vivir únicamente según las posibilidades del momento, sin la verdad, realmente perdemos el criterio y también el fundamento de la paz común, que sólo puede ser la verdad. Y esta verdad es Cristo. La verdad de Cristo se ha verificado en la vida de los santos de todos los siglos. Los santos son la gran estela de luz que en la historia atestigua:  esta es la vida, este es el camino, esta es la verdad. Por eso, tengamos el valor de decir sí a Jesucristo:  "Tu verdad se ha verificado en la vida de tantos santos. Te seguimos"' (Benedicto XVI, Disc. en el encuentro con los jóvenes, Asís-Italia, 17-junio-2007).
 
También al mirar a los santos descubrimos una perspectiva mayor, la de la caridad sobrenatural. Cada santo ha vivido el Amor de Dios, ha sido transformado por este Amor y su vida ha cambiado para vivir del Amor de Dios. Cada santo plasmó este Amor a su modo; cada santo se entregó al Amor de Dios con su vocación y estado de vida concreto; cada santo difundió a su alrededor esa caridad sobrenatural con una creatividad sobrenatural.
 
Los santos son los testigos cualificados del Amor de Dios.
 
"¡Qué admirables modelos de santidad nos propone la Iglesia! Estos santos son testigos de la caridad que ama "hasta el extremo" y no tiene en cuenta el mal recibido, sino que lo combate con el bien (cf. 1 Co 13, 4-8). De ellos podemos aprender, especialmente los sacerdotes, el heroísmo evangélico que nos impulsa a dar la vida por la salvación de las almas, sin temer nada. ¡El amor vence a la muerte! 
 
 
Todos los santos, pero especialmente los mártires, son testigos de Dios, que es Amor: Deus caritas est...
 
Los santos que he recordado brevemente nos hacen reflexionar sobre las profundas divergencias que existen entre el humanismo ateo y el humanismo cristiano; una antítesis que atraviesa toda la historia, pero que al final del segundo milenio, con el nihilismo contemporáneo, ha llegado a un punto crucial, como grandes literatos y pensadores han percibido, y como los acontecimientos han demostrado ampliamente. 
 
Por una parte, hay filosofías e ideologías, pero también cada vez más modos de pensar y de actuar que exaltan la libertad como único principio del hombre, en alternativa a Dios, y de ese modo transforman al hombre en un dios, pero es un dios equivocado, que hace de la arbitrariedad su sistema de conducta. Por otra parte, tenemos precisamente a los santos, que, practicando el Evangelio de la caridad, dan razón de su esperanza; muestran el verdadero rostro de Dios, que es Amor, y, al mismo tiempo, el auténtico rostro del hombre, creado a imagen y semejanza divina" (Benedicto XVI, Ángelus, 9-agosto-2009).
 
Éstas son perspectivas para mirar la santidad y saber interpretar la vida de cada santo.
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