Viernes, 26 de abril de 2024

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Cuando no sentimos a Dios (II)

Cuando no sentimos a Dios (II)

por Duc in altum!

Continuamos con el tema de lo que San Juan de la Cruz llamaba la “noche oscura del alma”; es decir, cuando no sentimos la presencia de Dios. Antes de entrar en materia, aclaramos lo siguiente:

  1. La sequedad espiritual es parte normal del proceso de madurar en la fe.
  2. De todo esto saldremos con nuevas fuerzas y una mayor profundidad en nuestra relación con Dios y con los demás.

Para poder profundizar mejor en el asunto que nos ocupa, citamos ahora tanto a Teresa de Ávila como de Lisieux. Ambas, en distintos momentos de la historia, experimentaron, quizá como pocas personas, la intensidad de la sequedad espiritual. Sus escritos nos permiten darnos una idea y encontrar pistas importantes.

Nos dice Santa Teresa de Jesús, en el capítulo primero de las Moradas terceras:

«Mirad mucho, hijas[1], algunas cosas que aquí van apuntadas, anque arrebujadas, que no lo sé más declarar; el Señor os lo dará a entender, para que saquéis de las sequedades humildad, y no inquietud, que es lo que pretende el Demonio; y creé que adonde la hay de veras, que anque nunca dé Dios regalos, dará una paz y conformidad con que anden más contentas que otros con regalos…»”[2]. Lo que nos enseña con esto es aprender a sacar de las sequedades, una buen a dosis de humildad (es decir, reconocer que Dios sabe por dónde nos va llevando) y no de inquietud, al pensar que Jesús nos ha dejado, que esto no es normal, que al principio no era así, que el camino se vuelve imposible, que esta crisis no terminará nunca, etcétera. La santa de Ávila sabía que, en medio de la sequedad, surgen las grandes obras y de eso se trata.

Ahora bien, en el caso de Teresa de Lisieux, encontramos la siguiente referencia como clave para nuestra vida de fe:

«El (Dios) permitió que mi alma fuera invadida por las más espesas tinieblas y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, no fuera en adelante sino motivo de lucha y tormento» (C 5v)[3]. Esto no significa que se haya vuelto atea, sino que sabía que debía pasar por la prueba para que el amor a Dios no fuera solamente un sentimiento, algo que viene y va, sino que pudiera echar raíces en su interior. Por eso, también decía: «Mi alma, a pesar de sus tinieblas, está en una paz admirable» (DE 24.9. 10)[4].

Como podemos ver, dos grandes santas en medio de la sequedad que nos enseñan a mantener el rumbo y el buen humor, porque el hecho de no sentir a Dios de ninguna manera significa que haya dejado de existir o que debamos estar tristes minuto a minuto, sino que lo permite para trabajar en cada uno de nosotros y así poder ser personas con una espiritualidad de verdad; es decir, capaz de liberarnos de nuestros esquemas y/o complejos.

Continuará…

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[1]Así se refiere a las religiosas de la Orden de las Carmelitas Descalzas que ella fundó en el siglo XVI.

[2]Créditos:  http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/las-moradas--0/html/ff0e7ddc-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html

[3]Créditos:  https://cipecar.org/maestros-de-oracion/santa-teresa-de-lisieux/orar-con-teresa-de-lisieux/teresa-dialoga-con-los-hombres-en-la-noche-de-la-fe/ consultada el 09/08/20 a las 20hrs.

[4]Ibíd.

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