Viernes, 26 de abril de 2024

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Salesiano, era natural de Talavera de la Reina

Ayer fallecía el padre Alberto García-Verdugo

por Victor in vínculis

Las causas de los mártires me han llevado a conocer a mucha gente interesante. Entre ellos a bastantes hijos de los mártires seglares. En este caso a los hijos del siervo de Dios José García-Verdugo Menoyo. Fue el 27 de noviembre de 2004, hace más de 18 años, en la Compañía de María de Talavera de la Reina, donde el padre Alberto García-Verdugo [sobre estas líneas, en unas primeras comuniones en 2017] había celebrado su primera misa. El lugar de la reunión era más que familiar para él. Lo acompañaba su hermano Antonio.

Aquí la vida de su padre, cuya causa de canonización tramita la Archidiócesis de Toledo:

García-Verdugo Menoyo, José (464martires.es)

El siervo de Dios casó con María del Pilar Fernández-Sanguino de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos: Pilar, Alberto [nuestro protagonista, el primero por la derecha, con dos años en 1932], José Carlos, Luis y Antonio.

Antonio, su hermano, me avisaba de su muerte:

«Alberto falleció anoche a la edad de 93 años [había nacido el 13 de febrero de 1930]. Llevaba casi dos años en el centro salesiano de Atocha en Madrid, y desde hace unos meses estaba atendido en la residencia para ancianos que los salesianos tienen en Arévalo (Ávila). Su muerte no ha sido debida a ninguna dolencia especial sino solo a su vejez. Sus fuerzas se fueron debilitando poco a poco. Murió dulcemente, sin dolores. Además, ha sido precisamente el día de María Auxiliadora».

En alguno de sus correos me explicaba el padre Alberto:

«Creo que te dije que tuve el placer de ser monaguillo (solo por las tardes como buen comodón) en esa preciosa iglesia del colegio de la “Compañía de María” de Talavera de la Reina, con el padre Díez (o Díaz) SJ. Llevar la comunión a los heridos de guerra [el colegio fue Hospital de Sangres, que echados en colchones en el suelo por las aulas, vacías entonces de alumnas (años 1937-38) me quedó grabado y tal vez fue un poco del aliento que el Señor me enviaba para que fuera más tarde pobre ministro suyo.

La Madre Natalia que era la sacristana nos vestía y orientaba para que hiciésemos bien las cosas, me queda en el corazón todavía.

Mi madre quiso que mi primera "Misa Cantada" (así se decía) fuese en La Enseñanza donde ella había sido alumna (y su padre, mi abuelo, médico de la Comunidad). y donde una prima suya, madre Juliana Rivera, miembros de esa Comunidad, fue un apoyo espiritual y moral en los primeros años de su viudez».  

En Zamora fue el primer director del Colegio Rey Fernando. De 1967 a 1973 fue rector de la Universidad Laboral de Zamora.

Convivió con el cardenal Angelo Amato, salesiano como él, durante seis años (1995-2001). Cuando el cardenal Amato era profesor en la facultad de teología de la Universidad Pontificia en Roma y el padre Alberto era director de una de las comunidades de estudiantes sacerdotes. Me contaba que de vez en cuando le repetía:

-Cómo le envidio, don Angelo por ser usted Angelo y Amato.

«Le felicité cuando se le impuso el capelo cardenalicio y me invitó amablemente al acto al que, naturalmente, no fui. Pero en la felicitación le había expresado también mi alegría porque era el Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos. Y aludí, de paso, a la Causa de los 464 de Toledo, entre los que estaba mi padre».

En 2006, bajo estas líneas, siendo procurador de Misiones Salesianas.

Además de traducir numerosa obras de otros salesianos, publicó NOVENA A MARÍA AUXILIADORA como homenaje a la devoción mariana que san Juan Bosco popularizó e inculcó en los jóvenes y en el pueblo.

O este otro, publicado en 2014: Así rezaron

Y el padre Alberto escribía: «Los superhéroes no rezan. Un superhéroe no necesita inteligencia. Le bastan la habilidad y sus facultades asombrosas. Desde que el hombre es hombre ha rezado de muchos modos, porque de su propio modo de verse, de ver el mundo, de ver las cosas, de sufrir el dolor, de tocar el sucederse de los tiempos, de imaginarse su futuro, de constatar el hecho de la muerte, de la marcha de los que ama, de tantas otras experiencias, depende el modo de hacerlo.

Aquí se recoge un muestrario de esos sentimientos. El criterio con que está hecho lleva un orden cronológico, más o menos aproximado. El lector podrá constatar en una visión global cómo el ser humano de todos los siglos y de todas las religiones reza. Podría ampliarse más la selección de oraciones. La finalidad no es ser exhaustivos, sino ofrecer una panorámica. Creemos que queda bien alcanzado este objetivo.

En la contraportada leemos que Alberto García-Verdugo es sacerdote salesiano. Ha desempeñado varios cargos de responsabilidad en la Congregación. Su afición a la lectura y al hecho religioso universal le ha permitido elaborar esta breve antología de la oración a lo largo de la Historia.

Descanse en paz, el servidor fiel y solícito. 

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