Miércoles, 08 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Elogio del fracaso. Novena parte.

por La Columna del #CoronelPakez


-Habíamos llegado a la muerte. ¿Fin de sus disquisiciones, señor autor?

Pues, mire, no. En realidad, comienzan ahora. Si usted ha tenido la inmensa suerte de fracasar, si con ese fracaso usted ha visto destruido su "yo" en alguna medida, estará en condiciones de comprender mejor lo que voy a contarle.

Hubo un hombre llamado Jesús que dijo cosas que no son humanas, que no pertenecen a la categoría de lo que un habitante de este planeta calificaría como razonables. Por ejemplo, dijo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian, prestad sin esperar cobrar, a quien se lleve lo vuestro no se lo reclaméis, no juzguéis a nadie.

Es un programa imposible de cumplir humanamente. Y, en cambio, él lo propone a los hombres como un ideal. Podemos pensar que estaba loco o que era un ingenuo. Sin embargo, lo que se cuenta de él no son las obras ni los dichos de un loco o de un ingenuo. Podemos pensar que era un gran hombre. Sin embargo, ningún gran hombre ha dicho nunca de sí mismo que es el hijo de Dios. Podemos pensar que fue un gran profeta, pero ningún profeta se ha puesto nunca al mismo nivel de la ley divina, ningún profeta se ha puesto en el lugar del legislador. Un judío esto lo comprende muy bien: Jesús se sitúa en un plano de igualdad con Dios. Podemos pensar que no existió tal figura realmente. Sin embargo, las evidencias históricas son concluyentes: vivió en la Palestina romana, bajo el poder de Tiberio César y de su gobernador, Poncio Pilatos, un tipo llamado Jesús. Quedémonos sólo, si ustedes quieren, con el testimonio del historiador Flavio Josefo. Lo más inaudito es que, poco después de su muerte, unos pescadores de Galilea andaban por ahí diciendo que había resucitado. El resto de la historia, hasta hoy, ya lo conocen.

Hay una pregunta inquietante en los Evangelios, tal vez la más inquietante de todas las preguntas que se formulan a Jesús. La hace Poncio Pilatos, lleno de temor: ¿de dónde eres tú? Reparen en que no cuestiona la realidad del ser humano que tiene ante él, estaba viéndolo y podía tocarlo. Era un hombre. Pero, ¿sólo un hombre? ¿De dónde había salido?

¿De dónde han salido esas palabras? Amar a los enemigos o poner la otra mejilla cuando nos abofetean no son reacciones humanas. Que se lleven lo nuestro y no chistar, dejar que se lo lleven… Prueben. Dejen que se lleven lo suyo sin reclamar. No lo harán. Reclamarán ustedes y apelarán a la justicia. En cambio, este Jesús nos dice que no hagamos nada, que se lo lleven. Nos pide, incluso, que amemos a quien se lleva lo nuestro. Que amemos a quien se lleve lo que más queremos, nuestra propia vida. Que amemos, pues, a nuestro asesino.

No. Nunca llegará a tanto un autor de libros de auto-ayuda. Nunca llegará a tanto quien le diga la tontería esa de que "piense en positivo". Y, en cambio, se lo garantizo, si usted intenta cumplir las palabras de Jesús, usted tendrá paz. Una paz como nunca la habrá conocido antes. Una paz tan inexplicable que usted se preguntará, como Pilatos, ¿de dónde viene?

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