505. ¿Por qué la oración es, en ocasiones, un combate?
Los maestros espirituales de todos los tiempos han descrito el crecimiento en la fe y en el amor a Dios como un combate, en el que se lucha a vida o muerte.

El campo de batalla es el interior de la persona. El arma del cristiano es la oración. Podemos dejarnos vencer por nosotros o por nuestro egoísmo, perdernos en nimiedades o ganar como premio a Dios. [2725-­2752]

Quien quiere orar tiene que dominar primero sus bajos instintos. Lo que hoy llamamos "no tener ganas", los Padres del desierto lo conocían como "acedia".

La falta de ganas de Dios es un gran problema en la vida espiritual. Tampoco el espíritu de nuestro tiempo ve ningún sentido en la oración y la agenda llena no le deja ningún lugar.

Asimismo toca luchar contra el tentador, que se atreve a todo para impedir que el hombre se entregue a Dios. Si Dios no quisiera que lo encontráramos en la oración, no lograríamos vencer en el combate.

506. ¿No es la oración una especie de monólogo?
Precisamente lo característico de la oración es que se pasa del yo al tú, del ensimismamiento a la apertura radical.

Quien ora realmente puede experimentar que Dios habla y que frecuentemente habla de forma diferente a lo que nosotros deseamos y esperamos.

Los orantes experimentados dicen que con frecuencia se sale de la oración de forma diferente a como se ha entrado. A veces se cumplen las expectativas: uno está triste y es consolado; uno está desanimado y logra una nueva fuerza. Pero también puede suceder que uno quiera olvidar las dificultades y se encuentre en una inquietud aún mayor; que uno quiera que le dejen tranquilo y reciba una misión.

Un verdadero encuentro con Dios, como sucede continuamente en la oración, puede alterar nuestras ideas, tanto de Dios como de la oración.