En su última homilía, el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, se ha referido a la entrada en vigor de la eutanasia y del proyecto de “ley trans” como “leyes inicuas, criminales y ante las que la Iglesia no puede callar”. “Frente a estas dos leyes”, alentó, “tenemos que aprender a ser libres” y dar “testimonio de unas vidas decididas a vivir como el Señor” sin temor a las consecuencias.

La sociedad postcristiana: la libertad como absoluto y contra el bien común

Martínez dedicó su homilía a alertar de las implicaciones que tienen la aprobación de estas legislaciones, que son muestra de que “la sociedad en la que vivimos se ha ido haciendo postcristiana o no cristiana”, y criticó que “se aprueban aprovechando determinadas circunstancias para que no se pueda reaccionar”.

“Si algo caracteriza el abandono de la Tradición cristiana es la caída de las evidencias. Cuando se pierde a Jesucristo, lo primero que se enturbia es la razón. Y nuestra sociedad", continuó, “no se rige por la razón. Se rige por criterios humanos o por relaciones pura y simplemente de poder”.

En relación a estos proyectos, uno ya aprobado y otro en proceso, el arzobispo de Granada alertó de los peligros de “la libertad convertida en un absoluto”, que “ha generado las dictaduras más terribles” en las que “se imponen leyes que van contra el bien común”.

"Quien ha nacido hombre será siempre hombre"

Una de ellas, dice, es la “ley trans”, que “convierte el sentimiento en categoría jurídica. Hay una historia de suicidios vinculados a eso que se oculta en una época en que en los Estados Unidos esa práctica se hizo con niños recién nacidos, durante diez años y luego se prohibió. Se prohibió porque muchos de esos niños terminaban o en instituciones mentales, o en el suicidio”.

Por ello, Francisco Javier Martínez ha invitado a reconocer que “la realidad es la realidad y no puede cambiar. Quien ha nacido hombre será siempre hombre; quien ha nacido mujer será siempre mujer, le pongan las hormonas que le pongan, le hagan las operaciones que le hagan”.

"No hay que temer la desobediencia civil"

Tras pedir por un buen uso de la razón y la libertad, afirmó que “no hay que temer a la objeción de conciencia”, sino tampoco “a la desobediencia civil” y comparó las posibles consecuencias con las de “los primeros cristianos. Tenía muchísimas consecuencias simplemente el decir 'soy cristiano Mi rey es Jesucristo'. Miles de consecuencias, que las tuvo. Ha habido quienes han ido a la cárcel, y sus hermanos les han acompañado y les han ayudado”.

Aprovechó para animar a los cristianos a vivir la fe en comunidad y criticó que si “los Estados pueden hacer este tipo de legislación”, se debe a “que saben que no hay un pueblo. Somos individuos aislados, cada uno cerrado en sí mismo o en su pequeñísimo círculo familiar. Un pueblo libre es capaz de expresar no solo sus convencimientos y pedir que otros defiendan sus ideas, sino que es capaz de sostenerlas y de ayudarnos unos a otros, como comunidad, en esa dificultad de sostenerlas”.

La clave, cristianos decididos a "vivir como el Señor"

“Tenemos que aprender a ser libres”, añadió. “Pero no a defender la libertad. Tenemos que pedir al Señor que nos enseñe a amarla. Luego a defenderla. Y luego a vivirla. Y luego, aprender a amar también a los que nos persiguen, porque nos dan la posibilidad de dar testimonio de Jesucristo por encima de todo”.

“Sólo el testimonio de unas vidas decididas a vivir como el Señor y con la libertad de los hijos de Dios puede permitir que con el tiempo esta sociedad descubra el bien que es Jesucristo para la vida y puedan entonces cambiar en sus modos de proceder”, concluyó.

Puedes consultar la homilía completa del arzobispo de Granada aquí