Ryan Boyle tiene apenas 24 años pero ya ha cumplido uno de sus sueños de niño al conseguir una medalla olímpica en los Juegos de Río de Janeiro de 2016 en la categoría de ciclismo en ruta. Pero no lo hizo en la categoría que hubiera imaginado sino en los Paralímpicos.

Desde muy niño, Ryan había competido en carreras de bicicletas. A los 8 años era ya el mejor corredor de Mountain Bike de Nueva Inglaterra, aunque también destacaba en la categoría de BMX.

Una ayuda del cielo

Pero unos meses antes de cumplir los 10 años la vida de Ryan cambió drásticamente tras sufrir un dramático accidente. Los médicos dijeron que nunca se recuperaría, pero la fe y superación de este joven han demostrado lo contrario. Pero también hubo intercesión divina. Así lo atestiguan sus padres.

Según recoge Catholic Digest, el suceso ocurrió en octubre de 2003 cuando un vehículo de grandes dimensiones arrolló a este niño en Monroe, Connecticut, cuando iba en su bici. Pasó sobre su cabeza y le arrastró durante casi 20 metros.

Cuando la ambulancia llegó, Ryan apenas respiraba. Sufría una hemorragia interna, tenía el cráneo aplastado y múltiples huesos rotos, incluidos el fémur, la pelvis, las costillas y la clavícula. Los médicos informaron a los padres de que su hijo muy probablemente no sobreviviría porque las lesiones eran demasiado severas.

La fe que todo lo puede

Durante la operación, el neurocirujano extirpó al pequeño una parte del cerebelo, la parte del cerebro que controla el movimiento y el equilibrio. Una vez acabada la intervención, el médico dijo a la familia que sólo les quedaba la oración.

Ryan estaba en coma y no respondía. Pero aún así, los padres no perdieron la esperanza y rezaron por su hijo. Y en este punto fue cuando se produjo el primer hecho extraordinario. Una noche Matt, el padre de este niño, estaba en la habitación del hospital rezando el Rosario por su hijo cuando asegura que vio que alrededor de la cama había ocho personas también rezando. Cinco de ellas eran familiares difuntos: su padre, dos hermanos suyos, su tía y su suegra. Pero además había otras tres personas a las que no reconoció de inmediato.

Uno de ellos, un hombre joven, se volvió hacía Matt y le dijo que su hijo estaría bien. El padre asoció este hombre a Jesús, y las otras dos personas a sus padres, María y José.

La aparición providencial de las Misioneras de la Caridad

Unos días después, la familia recibió una llamada inesperada de una mujer que trabajaba con las Misioneras de la Caridad. Les dijo que había acudido con algunas hermanas a una misa en honor a la beatificación de la Madre Teresa. En ella habían escuchado al obispo William Lory hablar de Ryan, para el que había pedido oraciones.

Las religiosas querían ir a ver a este niño en coma. “Poco sabía en ese momento de los milagros que fluirían en nuestras vidas a través de esas santas mujeres”, recuerda Matt.

Las Misioneras de la Caridad llegaron al día siguiente y llevaban con ellas medallas con la imagen de la Virgen y de la Madre Teresa. A Ryan le colocaron una alrededor del cuello y luego le pasaron otras por las heridas. En la cabeza, donde el pequeño había sufrido el mayor daño, le pusieron una reliquia con sangre de la santa.

Las mejoría del pequeño Ryan

Los signos vitales del pequeño empezaron a mejorar desde aquel momento, para sorpresa del personal médico del hospital. Cada semana estas religiosas acudían al hospital para rezar junto a Ryan. La mejoría se producía tras cada visita.

En una de sus visitas, las Misioneras de la Caridad rezaron por un ‘milagro’ para que así se pudiera retirar el tubo de respiración a Ryan. Los médicos ya lo habían intentado hasta en dos ocasiones pero sin conseguirlo. Las esperanzas eran nulas. Sin embargo, tras esta oración los padres imploraron a los médicos que lo intentaran por tercera vez.

"Milagro en proceso"

Ante el asombro de médicos y enfermeras, ahora el pequeño comenzó a respirar por sí mismo. “Milagro en progreso”, colocó su madre como cartel en la puerta de la habitación.

Dos meses después despertaba definitivamente del coma. Y lo hacía con la memoria intacta, recordando incluso como en ese tiempo su padre le ley cuentos y su hermano le contaba las películas que veía.

Pese a despertar del coma todavía le quedaba mucho por delante. Al haber perdido parte de su cerebelo, Ryan tuvo que aprender de nuevo a respirar, tragar, comer, hablar y hasta moverse.

Una última petición a la Madre Teresa

La vida se convirtió en una terapia tras otra. Tanto Ryan como sus padres deseaban que pudiera hablar, pero no podía ni siquiera pronunciar una sílaba. Pero un día de repente dijo a su madre: “hola”, “papá” y “adiós”.

Rápidamente, la madre llamó a Matt, que al escuchar lo que acababa de hacer su hijo sintió que era una respuesta a sus oraciones. Ese mismo día había pedido a la Madre Teresa que intercediera por Ryan y que le enviara una señal de que estaba progresando.

El pequeño Ryan fue mejorando aunque con muchísimo esfuerzo, pues las secuelas eran gravísimas. Pero al final pudo cumplir de nuevo su sueño de ir en bici, tanto que ahora es una auténtica figura en el mundo paralímpico, en el que ha representado con éxito y con orgullo a su país, consiguiendo una plata en los Juegos de Río, y otras dos en los mundiales.