Estamos en plenas vacaciones de verano y llevo veinte años jubilado, pero cuando pienso en el nuevo curso, no puedo por menos de recordar a los miles de chavales a los que se va a intentar pervertir robándoles la inocencia.

Estoy desde hace bastantes años luchando contra la ideología de género por dos razones: es una ideología profundamente malvada y estúpida.

Malvada

Su moral, especialmente en el campo sexual, salvo el caso de violación, que también desaprueban, es la misma que la moral católica, pero al revés. Es decir, es la moral del diablo.

Benedicto XVI, en su exhortación apostólica Sacramentum caritatis, nos dice: “Valores fundamentales como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables” (n. 83).

Observemos que ni uno solo de estos valores es respetado por la ideología de género. Pero también en el campo económico su idea de empobrecernos a todos y que cambiemos los chuletones de carne por insectos y gusanos indican claramente que quienes defienden estas ideas son unos seres menospreciables que nos consideran idiotas, por otra parte con una buena dosis de razón en esto, porque hay muchos que les siguen, como lo prueba el hecho que todas las comunidades autónomas tengan leyes en favor de la ideología de género.

Pero a mí, como antiguo educador, lo que más me interesa es que los centros de estudio sean centros de estudio donde no se corrompa a los alumnos. Ahora bien, en la ideología de gé­nero, la fornicación es un derecho del niño, del joven y de cualquiera, porque el fin de la sexualidad es el placer y él o ella tienen sus órganos sexuales para usarlos cuando y como les venga en gana, evitando, eso sí, las enfermedades venéreas y los embarazos. Estamos ante un libertinaje en el terreno sexual que está arruinando muchas vidas. Incluso hay que enseñar a los niños, ya desde la Primaria, que pueden optar libremente por ser chicos o chicas. La masturbación y las relaciones sexuales de toda clase, también entre menores, son prácticas recomendables, así como la pederastia, aunque aquí hay que esperar hasta los trece años. Y la gran mayoría de los padres, entretanto, en la luna, sin querer saber lo que está pasando y sin defender sus derechos de educadores, que están en la Constitución.

Estúpida

Los partidarios de esta ideología consideran que quien no piensa como ellos no es un auténtico demócrata, uniendo pensamiento único a democracia, lo que no creo sea muy acertado ni democrático, y además nos acusan de ir contra las mujeres, cuando son ellos los que quieren liquidar el deporte femenino y terminar con una palabra, la palabra madre, que para tantas mujeres es su mayor timbre de gloria.

Con su subjetivismo y relativismo mantienen posturas inadmisibles desde el punto de vista científico. No hace mucho me contaron un chiste, que además puede ser perfectamente realidad, y que es más eficaz que muchos argumentos. Un paciente va al médico y le exige que le trate como señora. El médico le responde: “Señora, lamento darle una mala noticia: tiene usted cáncer de próstata”.

Estos días he visto en Google una foto de una estatua que se encuentra en el Museo del Género, antes Museo de la Mujer, de Dinamarca. La foto representa a un hombre con barba y todos los atributos masculinos, menos los pechos, que son de mujer y con los que está amamantando a un niño. Y es que esta ideología no tiene mucho sentido del ridículo.

Me enviaron un meme sobre las diversas olas del feminismo: En la primera, “queremos ser iguales a los hombres”; en la segunda, “no necesitamos hombres”; en la tercera, “somos hombres”.