El Sargento General Diego Esteban Gómez de Salinas y Rodríguez de Villarroel, jefe en Gibraltar de las fuerzas defensoras del borbón Felipe V, se rindió el 4 de agosto de 1704,rápida y poco gloriosamente,  a las “fuerzas españolas” del pretendiente, Archiduque Carlos de Austria (Carlos III). Tal contingente,  entre el que había un batallón de 350 soldados catalanes que desembarcaron en la playa conocida desde entonces como “Catalan Bay”, estaba mandado por Georg von Hessen-Darmstadt; a este austríaco, conocido también como Jorge de Darmstadt, Landgrave de Asia y Príncipe de Hesse, estaba subordinado el almirante inglés Rooke, jefe de la escuadra aliada anglo-holandesa. Cuando el Carlos III austríaco desembarcó en España, a principios de 1705, lo hizo precisamente en Gibraltar, plaza a cuyo nombre había rendido La Roca el General Diego de Salinas; este Carlos III reinó incluso unos meses en Madrid, bastante antes que el futuro borbón de igual nombre.
 
Pero en 1713 el leonino Tratado de Utrech recogió, como hecho consumado ante la decadencia de una España que tuvo que aceptar los acuerdos previos de Francia e Inglaterra, la usurpación británica sobre Gibraltar, especificando que se cedía la propiedad de la villa, fortaleza y puerto, pero no su soberanía.  

Aunque se hicieron varios intentos para recuperarlo (sitios de 1704/05 y 1727, y gran asedio de 1779/83), Inglaterra, que lo había tomado a plena conciencia y para conservarlo mientras pudiera, poseedora ya de una de las llaves del Estrecho, hizo todo lo posible para anular la otra, Ceuta, apoyando incluso agresiones marroquíes. Además, siguió disminuyendo la influencia española en el concierto internacional; sustentando siempre, por supuesto, la separación de Portugal (su “hija” preferida), nación que había sido pieza clave en la suerte de Gibraltar.

Pero centrándonos en La Roca, el dominio inglés nunca ha dejado de expandirse fuera de los límites de “la fortaleza”. Nada más firmarse el Tratado de Utrecht ocupó militarmente la “Torre del Diablo” y “El Molino”, situados fuera de los límites de ella. Después del tercer sitio quedó una franja de terreno español en el istmo, de 1.450 metros de longitud entre la fortaleza y la fortificada “Línea de Gibraltar”, que estúpidamente España mantuvo sin ocupar para evitar fricciones, con lo que terminó constituyéndose de hecho en “zona neutral”, como había pedido Gran Bretaña en 1730. En 1810, durante de la invasión francesa, el vencedor de Bailén, General Castaños, consintió a los ingleses volar la “Línea de Gibraltar”, fortificaciones que los “aliados” británicos nunca más permitirán reconstruir. Terminada la Guerra de la Independencia, y con ocasión de la epidemia de fiebre amarilla desatada en La Roca en 1815, caritativa e inexplicablemente se permitió a los ingleses instalar un campamento sanitario en el “Campo Neutral”, zona que fagocitaron posteriormente poniendo centinelas a vanguardia. En 1830, consumada la independencia de los Virreinatos españoles en América, el Reino Unido concedió a Gibraltar, que había jugado importante papel en ella, como veremos, la consideración de “Colonia de la Corona”. Otra epidemia de fiebre amarilla desencadenada en 1.854 sirvió de nuevo a los británicos para ocupar un poco más de la Zona Neutral; recordemos que entre 1854 y 1856 transcurrió el “Bienio Liberal”. En 1.865 el Gobierno español firmó una Declaración Conjunta sobre navegación en aguas del Estrecho, lo que, de hecho, dio a los ingleses ciertos derechos sobre las aguas limítrofes al Peñón, cuando en Utrecht no se reconoció ninguna; aquello trajo, de inmediato y entre otras desgracias, un aumento del contrabando al amparo del alcance de las Reales Navy y Artillery.

Mientras el puerto de Gibraltar se extendía en aguas españolas, en el año 1.908 inician la construcción de “la verja”, terminada en 1.909, y que englobó también 850 metros del llamado “Campo Neutral”.  Durante la Primera Guerra Mundial ya aterrizaron los primeros aviones ingleses en el istmo y durante la Segunda República se construyó el aeródromo, como “campo de aterrizaje de emergencia”, estando la pista disponible para ser usada en marzo de 1936; posteriormente fue ampliada entre 1941 y 1943, bajo las amenazas de la Segunda Guerra Mundial, hasta los 1.620 m de longitud (varios cientos en aguas españolas) y 135 de anchura. Mientras, España, en 1.942 y para evitar nuevas apropiaciones inglesas, ocupó y fortificó los 600 metros que quedaban del “Campo Neutral”.

Durante aquella conflagración, los ataques franceses e italianos a La Roca produjeron víctimas mortales en el Campo de Gibraltar. 


 
En 1946, en congruencia con la Carta de las Naciones Unidas, Inglaterra registró a Gibraltar como “territorio no autónomo”, siendo incluido en la lista de territorios sometidos a descolonización, lo cual no fue obstáculo para la ocupación parcial inglesa de las aguas que rodean al Peñón en 1950, ante el aislamiento español. 

La Resolución 1.514 de Naciones Unidas proclamó solemnemente la necesidad de poner fin al colonialismo, y la ONU reconoció el estatus colonial de Gibraltar, instando a su descolonización mediante las resoluciones 2.231 y 2.353 de 1960. Aquello tampoco fue obstáculo para que Gran Bretaña convocara un referéndum sobre el futuro de Gibraltar en 1967 y, con la excusa del resultado del mismo, en mayo de 1969 entró en vigor en Gibraltar la “Constitución Lansdowne” y el Estatuto de Autonomía. La Roca pasó a la consideración de dominio, con un ministro principal de origen judeo-marroquí (Josuah Hassan), representante de la Corona británica, haciendo con ello también mofa y befa del Artículo X del Tratado de Utrech, el cual prohíbe expresamente la entrada de moros y judíos. El 8 de junio de 1969, el Gobierno español cerró la verja de la frontera terrestre; previamente, el 11 de abril de 1967 se había prohibido el uso del espacio aéreo español a la aviación militar británica, estableciéndose una zona prohibida a vuelos extranjeros.
 
Por supuesto, hubo otros hechos, principalmente en el campo diplomático, pero los anteriores plasman perfectamente la tenacidad sajona, digna de mejor causa, y la casi generalizada debilidad de muchos gobiernos españoles.

De los desastrosos acuerdos posteriores, llevados a cabo tras el cambio de régimen, y por ser infamantes y estar en la memoria de cualquier español digno de serlo, casi mejor es, aquí, correr un tupido velo sobre ellos.
 
Hitos gibraltareños del nuevo régimen
1981.- El viaje de novios del príncipe Carlos empieza en Gibraltar.
1982.- España en la OTAN. Con su reconocimiento, sigue Gibraltar en manos inglesas y alojando el GIBMED, un “mando” de la Organización que no ampara a Ceuta y Melilla. Formalmente, España no reconoce el GIBMED.
1985.- Reapertura de la verja y normalización de relaciones. La Adhesión de España a las Comunidades Europeas (hoy UE) no afecta a Gibraltar.
1987.- España firma del Tratado de No Proliferación Nuclear; Gibraltar había sido hasta entonces uno de los motivos para no hacerlo.
1990.- El Tratado FACE (limitación de armas), firmado por España con reservas, habla del Territorio Independiente de Gibraltar.
1996.- Fin GIBMED. Canarias sigue bajo un mando OTAN localizado en Portugal.
2001.- España y el Reino Unido proponen la co-soberanía para Gibraltar y un amplio autogobierno para gibraltareños.
2002.- Los gibraltareños rechazan lo co-soberanía en referéndum. Asalto de las patrulleras inglesas a una lancha en aguas españolas.
2006.- El Foro Tripartito de Diálogo sobre Gibraltar (España, Inglaterra y Gibraltar) acuerda el uso conjunto del aeropuerto, telecomunicaciones y puesto fronterizo. España aceptada a Gibraltar como parte legítima.
2007/2008.- La Constitución Europea (Tratado de Lisboa) tampoco acoge a Ceuta y Melilla bajo su jurisdicción, pero sí las Malvinas.
2009.-visita de un ministro español (Moratinos) a Gibraltar. Enfrentamientos entre la marina británica y patrulleras de la Guardia Civil, con cuatro guardias detenidos. Acuñada una moneda en la que Isabel II aparece como Reina de Gibraltar. Acuerdo de intercambio fiscal entre EE.UU y de Gibraltar. Israel ensayó en Gibraltar un ataque contra Irán.
2010.- Caruana, jefe del gobierno gibraltareño, declaró que las aguas adyacentes al Peñón son de soberanía de Gibraltar. Ataques a lanchas españolas.
2011.- En pleno ataque OTAN a Libia, en el que participa España, dos submarinos nucleares norteamericanos se reabastecen en Gibraltar. Una sede del Instituto Cervantes en Gibraltar. La ampliación de la terminal del aeropuerto se va a hacer sobre terrenos y restos de las fortificaciones españolas de la Segunda Guerra Mundial (dos casamatas de ametralladoras y una de antitanque)


 
La colonia fue siempre utilizada como base de contrabando y de otras actividades delictivas contra la ley y la soberanía españolas. Históricamente, desde Gibraltar se apoyaron múltiples movimientos subversivos, tales como, por ejemplo, la “Sublevación de Riego” (1820), y al menos cuatro levantamientos “liberales”, entre ellos los del Coronel Valdés (1824), los hermanos Bazán (1926) y el General Torrijos 1831. Es decir, que no solo hay que hacer memoria de las “agresiones directas” y palmarias, cuando han sido muchas más, y más peligrosas, las encubiertas, tan propias de la mentalidad sajona, siempre inclinada por la estrategia de la “aproximación indirecta”. Y ello por no hablar de otros riesgos de los que normalmente no se trata.
 
Centrándonos en la trascendente Sublevación de Riego, que supuso prácticamente la pérdida de las Españas Americanas, Inglaterra ya había preparado la desmembración de la España de ambos hemisferios a finales del siglo XVII. Tras la independencia de Estados Unidos, renovó sus esfuerzos con el asalto al Río de la Plata de 1806 (el Comodoro Sir Home Popham era amigo del masón Francisco Miranda; todos los “libertadores” fueron masones), entre otros episodios. Curiosamente, las fuerzas británicas destinadas a la Península al mando de Wellington, para combatir a favor de España contra los franceses en la Guerra de la Independencia, eran las organizadas previamente para un nuevo intento de conquista de Buenos Aires. Tras la guerra, la de alianza anglo-hispana impedía a Inglaterra ayudar a cara descubierta a los insurgentes americanos, por lo que el gobierno inglés utilizó las secretas actividades de la masonería, que se había infiltrado en el ejército español; masones eran Riego, Alcalá Galiano, Istúriz y Álvarez Mendizábal (intendente del Ejército de la Isla, futuro ministro desamortizador, y que huiría a Gibraltar años después), quienes formaron la cabeza visible de la insurrección, la cual recibió dineros y medios tanto de los masones de los virreinatos (Argibel, Achabal, Puyrredón y Lezica, entre otros) como directamente desde La Roca; y no hay que olvidar sinuoso General José Enrique O’Donnell, conde de La Bisbal, también masón. Para Menéndez Pelayo, José María García León y Ricardo de la Cierva, por citar solo algunos historiadores expertos en el tema, el apoyo de los ingleses y los judíos de Gibraltar fue, en buena parte, culpable del éxito de la conspiración de 1820, fraguada por las masonerías británica y española (peninsular e indiana), que irradiaron su influencia desde Gibraltar. Para España, que había recuperado virtualmente su Imperio americano en 1815, el que la insurrección de Riego en Cabezas de San Juan frenara el envío de las tropas a ultramar supuso que vencieran los rebeldes. También hay que recordar que tanto en las filas de los rebeldes americanos, como luego en las liberales durante la Primera Guerra Carlista, lucharon “Legiones Británicas” de voluntarios, como refuerzo a las tan poco “indirectas” agresiones.
 
Otros episodios significativos son los relativos a Marruecos. Tras la ocupación de Argel en 1.830 por Francia, y su posterior avance por el desierto sahariano hacia el Atlántico, España se encontró ya con el veto inglés cuando, después de la batalla de Uad-Ras (1.860), quiso ocupar Tánger; por entonces, el decadente reino de Marruecos, minado por la generalizada desobediencia al Sultán, era, de hecho, un protectorado inglés. La guerra franco-prusiana de 1.870 impulsó a Gran Bretaña a favorecer que Francia tuviera el mayor ejército terrestre del continente europeo, a la vez que propiciar que le tocara una parte muy importante en el reparto de África; aquello era congruente con  su premisa acerca de que ninguna nación dominara con firmeza el Norte de África, y sin dejar el Reino Unido de ambicionar Tánger, puerto que estuvo en el punto de mira inglés desde antes de ocupar Gibraltar y que ya era centro del poder inglés en la zona.  Tras la visita del Kaiser a Tánger en 1905, en 1906 comenzó la Conferencia Internacional de Algeciras, formalmente para poner freno al deterioro del reino de Marruecos, pero buscando establecer cuotas de control del Estrecho de Gibraltar, asuntos por los que competían Inglaterra, Francia, Alemania y España. La conferencia fijó el reparto del Protectorado de Marruecos entre Francia y España, además de crear la zona internacional de Tánger y prohibir artillar las costas del protectorado. Francia, apoyada por Inglaterra, se llevó la parte del león, ampliándola aún más por el Tratado de 1912. Gibraltar, es decir, el control inglés del Estrecho, seguía imponiendo su ley.


Durante la Guerra de África (1909-27), Abd el-Krim gozó de los apoyos ingleses a través del espionaje permitido por el Correo Inglés, una especie de valija diplomática de utilización pública que funcionaba autónomamente entre Tánger y Fez; algún correo fue fusilado al encontrársele mensajes secretos. Para el servicio de información militar español, Abd el-Krim fue ayudado y aconsejado por 47 oficiales británicos (incluyendo los famosos Gardiner y Cannings); para el servicio secreto francés, los rifeños conseguían burlar el bloqueo hispano-francés gracias a Inglaterra y Alemania; España, que tenía intención de investigar públicamente las acciones inglesas, renunció a hacerlo ante las peticiones francesas en las negociaciones previas al desembarco de Alhucemas. Gordon Cannings era capitán del Ejército Inglés, pero en esta época se dedicaba a los negocios de muy altos vuelos, pues el 4 de julio de 1.925 fundó el Riff Committee, una sociedad de finalidad teóricamente humanitaria, probablemente sostenida por la Internacional Socialista, y llegó a ser el Representante (una especie de Ministro de Asuntos Exteriores y Embajador) de la pretendida República del Rif en aquel mismo año. Robert Gardiner también era capitán y oficial del Servicio Especial del Almirantazgo; estaba interesado en las minas de hierro del Rif, y era también hombre de negocios ligado a intereses alemanes (en concreto a Hacklander, industrial del Rhur y representante del Deutch Orient Bank, al que los franceses consideraban espía); junto con John Aznel y Cannings proporcionaron ingentes cantidades de armas y mercancías diversas a Abd el-Krim, utilizando su yate (el Silver Crescent) y el vapor Sylvia, el cual hizo reiterados viajes con escalas en Gibraltar. El “grupo inglés” fue el que proveyó a Abd el-Krim de aviones y pilotos, aunque no pudieran ser empleados.

Más actual es la amenaza de la red de espionaje electrónico Echélon: en Gibraltar está una de sus principales Bases, supeditada a los Mandos regionales norteamericanos de Morenstow y de Menmith Hill, en Gran Bretaña, y de Bad Aibling, en Alemania. De forma similar, barcos fletados por Estados Unidos con armamento para Israel, singularmente en épocas de crisis, han hecho escala en Gibraltar, materializando otra amenaza “colateral” para España.
 
Pero, quizás, el más peligroso y, consecuentemente, más silenciado, es el peligro que ha encerrado y encierra La Roca al ser depósito de armas nucleares inglesas y seguramente de la OTAN. Durante todos los años de la Guerra Fría, Gibraltar ha sido, además, objetivo de los misiles nucleares intercontinentales soviéticos, dada su importancia estratégica y su condición de base de la OTAN. ¿Recuerdan ustedes que alguien haya hecho una “marcha antinuclear” a Gibraltar?. Se dice que la escuadra inglesa que partió para reconquistar Malvinas en 1982 pasó precisamente por El Peñón para cargar las correspondientes armas nucleares; un grupo de militares argentinos estuvo a punto de realizar acciones de guerra en aquella ocasión y lugar. Pero, volviendo a los misiles soviéticos, el fallecido religioso redentorista Antonio Hortelano, sefardita, relató en 2009 al diario El Mundo, que había pertenecido al “servicio secreto” del Vaticano y al Mossad hebreo, y que Gibraltar estaba en el punto de mira soviético. Incluso según la prensa local llanita, en el año 2000 los Estados Unidos consideraban La Roca como uno de los objetivos nucleares de los planes defensivos de la Rusia actual. A ello hay que añadir el mucho menor riesgo relacionado con los navíos ingleses y americanos dotados de propulsión nuclear que hacen escala allí. De hecho es algo más que leyenda urbana el que muchos llanitos viven en la Andalucía próxima, además de por calidad de vida, por temor al riesgo nuclear.
 
Desde luego, Gibraltar es una ignominia, una sangría económica y un inmenso factor de riesgo para España.
 
José María Manrique.
Coronel de Artillería DEM