Este Viernes Santo el tradicional Via Crucis donostiarra al Monte Urgull, presidido por el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, fue un Via Crucis de la Reconciliación. Fueron invitados "algunos cristianos que han vivido en primera persona, de una u otra forma, nuestra reciente historia de sufrimiento y/o violencia", según expresó el mismo prelado en la carta de convocatoria del acto. (Pincha aquí para leerla en su integridad.)

En las catorce estaciones participaron sendas víctimas del terrorismo o bien terroristas arrepentidos, con los que a la conclusión de la ceremonia se reunió monseñor Munilla de forma privada.



"Desde la Iglesia miramos atentamente las iniciativas en favor de la reconciliación que tienen lugar en nuestra sociedad, en las que participan no pocos miembros de nuestras comunidades eclesiales", afirma el obispo: "Sin embargo, todo ello nos parece al mismo tiempo insuficiente, ya que la auténtica clave de la reconciliación está en la conversión personal, que pasa por el arrepentimiento y la petición de perdón, para unos; y por la superación del rencor y el odio, y la acogida del perdón, para otros".



Fue lo que se buscó fomentar en un multitudinario Via Crucis congregado bajo la lluvia y conducido tanto en euskera como en castellano.


Al finalizar el rezo de las catorce estaciones, monseñor Munilla se dirigió a los presentes evocando una petición del Padrenuestro.



"Cuántas veces hemos rezado", dijo, "en la oración que Jesús nos enseñó: ´Perdónanos como nosotros perdonamos´. A Dios le dirigimos unas palabras que son exigentes para nosotros mismos: ´Señor, perdónanos como nosotros perdonamos´. Tal vez hoy en este Viernes santo queremos complementar esas palabras, porque nos damos cuenta de que nos denunciamos a nosotros mismos a la hora de rezar así al Señor: ´Señor, enséñanos a perdonarnos como Tú nos perdonas´. Es lo complementario al Padrenuestro".

"Hemos sido reconciliados por la sangre de Cristo, hemos sido reconciliados con Dios y entre nosotros mismos", continuó el obispo guipuzcoano: "En Cristo, en la Cruz de Cristo, somos un solo corazón y una sola alma".

Por eso, concluyó, este acto "es un gesto, es un signo, porque en el Año Jubilar queríamos significar que la misericordia quiere también sanar nuestras heridas, las heridas de nuestra historia, porque todo el sufrimiento que hemos tenido, vivido en Cristo y desde la esperanza en Jesucristo, es capaz de construir un futuro mejor".