La Universidad San Pablo CEU de Madrid acoge este 24 y 25 de febrero un interesantísimo congreso sobre dos de los escritores cristianos más influyentes y populares del s.XX: C.S. Lewis, autor de "Crónicas de Narnia" y "Mero Cristianismo", y J.R.R. Tolkien, famoso por "El Señor de los Anillos" y "El Hobbit" (aquí la web del congreso)

María Martínez López, desde el semanario Alfa y Omega, ofrece un acercamiento a algunos de los expertos extranjeros en el congreso, la mayoría con itinerarios espirituales que nacen lejos de la fe católica, pero que llevan a ella paulatinamente. 

Caldecott, familia Nueva Era, católico a los 27 

Uno de estos expertos es Stratford Caldecott, que participa a través de la pantalla desde Inglaterra. Pertenece -señala María Martínez- a las primeras generaciones de niños ingleses que leyó El Señor de los anillos, en los años 60 (el libro se publicó en 1954). 

La empresa de su padre publicó una de las primeras ediciones, y él aún conserva esos tomos, desgastados tras muchas lecturas.



«Me han fascinado hasta ahora. También disfrutaba de las historias de Narnia, de C.S. Lewis, de los cuentos del rey Arturo y de otros mitos y leyendas».

Tras un largo proceso espiritual desde la Nueva Era que cautivó a sus padres, pasando por la religión bahai, el budismo y el sufismo, Caldecott entró en la Iglesia católica a los 27 años.

«Leer a Tolkien fue parte de mi largo camino», como las otras lecturas infantiles.

«Ninguna fue decisiva, pero me ayudaron a caminar con la imaginación hacia un universo cristiano: un mundo en el que el amor y el bien reinan de forma soberana. También un mundo en el que pueden ocurrir cosas mágicas, no regido totalmente por la ciencia. Todo ello preparó el suelo de mi alma para recibir las semillas de Evangelio».

Desde su conversión, Tolkien le ha seguido ayudando en la vida cristiana, en su esfuerzo por la evangelización de la cultura, e incluso ahora que se enfrenta a un cáncer avanzado.

«Su fe brilla en sus novelas y también en sus cartas, y ambas me parecen enormemente alentadoras e inspiradoras».

Caldecott admite que la obra de Tolkien ha sido una vía de evangelización para «otras personas que conozco». Pero -matiza-, «en primer lugar, se deberían leer para disfrutar», pues el presentarlos de entrada como obras cristianas puede generar rechazo.

Michael Ward: de pastor anglicano a católico
Michael Ward, también inglés, ha gustado mucho con su conferencia sobre la relación oculta entre los 7 libros de Narnia de C.S.Lewis y los 7 planetas del canon medieval, un tema que apasionaba a Lewis (para los medievales los 7 planetas eran: la luna, el sol, Venus, Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno... y cada uno, con su simbología mitológica, tiene "asignada" una novela; Marte, con su dimensión guerrera, impregna "El Príncipe Caspian", por ejemplo).

Ward creció escuchando las Crónicas de Narnia que le leían sus padres. Ya más mayor «me parecía interesante el hecho de que tuvieran un simbolismo cristiano. Mis dos intereses principales han sido siempre la literatura inglesa y la teología, y Lewis los combina mejor que ningún otro escritor que conozca».

María Martínez explica en Alfa y Omega que fue ordenado pastor anglicano en 2005, a los 37 años.

Siete años después, en 2012, era admitido en la Iglesia católica.

También en ese camino le acompañó Lewis, converso del agnosticismo a la rama anglicana más cercana al catolicismo.



«Las propias tendencias católicas de Lewis -la Confesión, una visión elevada del sacerdocio y la Eucaristía, la creencia en el purgatorio, etc.-», y su amistad con autores católicos o próximos al catolicismo como Tolkien, Charles Williams y Dorothy Sayers, «me ayudaron a mirar en dirección a la Iglesia católica más de lo que lo habría hecho de otro modo».

Hoy, le siguen ayudando «la habilidad de Lewis para considerar la fe tanto desde un punto de vista artístico como filosófico, esta combinación de razón e imaginación; y su sinceridad al tratar temas difíciles», como la muerte de su mujer, en Una pena en observación.

Estos testimonios -dice la periodista de Alfa y Omega- demuestran que, en palabras de Ward, las «historias populares y al alcance de los niños pueden reivindicarse como el tipo de literatura imaginativa más importante que hay».

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