«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.»

Queridos hermanos:

Estamos ante el Domingo XXVII del Tiempo Ordinario. La primera Palabra que nos da la Iglesia es del Profeta Isaías, nos dice: “Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña.” Lo más preciado para un agricultor siempre es su viña y esta viña la cuida, tiene paciencia. Continúa: “Mi amigo tenía una viña fértil”. Esa viña, ese pueblo de Israel, es la Iglesia, sin embargo, “esperó que diese uvas, pero dio agrazones”, es decir, dio vinagre. Hoy, hermanos, eso es lo que estamos haciendo, estamos dando vinagre a la gente. “Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen.” Dios, hermanos, espera de nosotros amor, justicia. El Señor ha cuidado de su viña con amor Dios y le hemos dado vinagre.

Respondemos con el salmo 79: La viña del señor es la casa de Israel. La trasplantaste, hiciste un trasplante de uva maravilloso. ¿Por qué has derribado su cerca para que lo saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas? Por eso Dios ha vuelto a sembrar afuera. Dice muy bien San Pablo en la segunda Palabra: “La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Hermanos, sembremos, comamos Palabra de Dios y experimentaremos paz, alegría, trascendencia; porque Dios es el único que transforma nuestros pecados.

El Evangelio que es de San Mateo está dirigido a los sumos sacerdotes y a los ancianos. Esta Palabra es actual. Fijaros cómo Dios envía profetas, catequistas, para salvarnos, para sacarnos de la mentira; y nosotros actuamos como estos labradores frente a los criados. Termina el Evangelio diciendo: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular… Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.” Nosotros, hermanos, no somos el centro de la viña. El centro de la viña es Jesucristo. En cualquier momento viene el hijo del hombre eso es lo que estamos viendo: Los alejados, los pecadores son llamados a conversión, esta palabra nos invita a convertirnos. Los alejados de la Iglesia necesitan una “Nueva Evangelización” donde se le ofrezca un sentido a la vida, el sentido de la vejez, del sufrimiento. Esta palabra nos llama a la autenticidad, a la felicidad. Dios nos quiere gratuitamente y quiere que experimentemos su perdón, su misericordia y seamos felices.

Pues bien, hermanos, que esta bendición que es la Palabra de Dios que nos invita a la felicidad esté con todos vosotros, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que el Señor os bendiga para poder creer en esta Palabra y tener Vida Eterna.

Rezad por mí.

 

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao