Si hay alguien en la Sagrada Escritura que nos enseña acerca de la verdadera libertad interior como nadie es san Pablo; si hay un texto en la Biblia que pudiera conocerse como la carta de la alegría es aquella que el apóstol dirigió a los filipenses.

La carta de Pablo a los cristianos de Filipos es uno de los escritos paulinos más honestos, íntimos y personales. Se trata de una carta de amistad que fue escrita cuando Pablo se encontraba en prisión y privado de su derecho más fundamental, la libertad. Está dirigida a una comunidad cristiana a la que el apóstol manifiesta gran confianza y profundo afecto.

¿Es posible vivir con alegría a pesar de unas circunstancias hostiles y desfavorables? ¿Podemos experimentar libertad interior aún en prisión y cuando sentimos el peso de nuestras cadenas? La respuesta que nos da Pablo es un rotundo sí y lo demuestra su carta a los filipenses que incluye la palabra alegría o similar hasta 16 veces en tan solo cuatro capítulos.

La verdadera alegría no es circunstancial y la auténtica libertad no está fuera de nosotros debido a que es el resultado de nuestra realidad interior. ¿Quieres conocer la estrategia del apóstol Pablo para vivir en libertad interior y alegría en cualquier tipo de situación?

La estrategia de san Pablo es hacerse buenas preguntas. Para ello necesitamos pensar en cómo pensamos, ya que nuestras peores prisiones se generan en nuestro pensamiento. El apóstol les pide a los filipenses que enfoquen su pensamiento en “todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito” (Flp 4,8).

¿Sabías que la verdadera transformación en Cristo comienza por la renovación de la mente y de nuestros pensamientos? Es el mismo Pablo quien les hizo entender esta verdad tan importante a los cristianos de Roma (Rom 12,2).

En una ocasión escuché a alguien afirmar que no deberíamos subestimar el poder de hacernos buenas preguntas, ya que pueden impulsar nuestras vidas al propósito de Dios. No olvidemos que malas preguntas pueden boicotear el propósito de Dios y encerrarnos en una prisión que no tiene barrotes de hierro.

Necesitamos tener en cuenta algo importante que solemos olvidar con facilidad y es que Satanás comenzó su conversación con la humanidad a través de una pregunta: “¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?” (Gen 3,2). Por supuesto, se trataba de una pregunta llena de veneno y mortal dirigida a la mente.

Algunas preguntas en nuestra vida pueden ser el inicio de nuestra conversación con la serpiente, ya que malas preguntas son como puertas abiertas para que el enemigo influya en nuestros pensamientos y emociones.

Es verdad que algunos predican a Cristo llevados por la envidia y el espíritu de discordia, pero otros lo hacen con buena intención. Estos obran por amor, sabiendo que yo tengo la misión de defender el Evangelio. Aquellos, en cambio, anuncian a Cristo por espíritu de discordia, por motivos que no son puros, creyendo que así aumentan el peso de mis cadenas. (Flp 1,15-17)

El apóstol Pablo había entrado en una especie de bucle en sus pensamientos acerca de algunos que estaban predicando por rivalidad y envidia para perjudicarle; sin embargo, se detiene y se dice a sí mismo:

Pero ¡qué importa! Después de todo, de una u otra manera, con sinceridad o sin ella, Cristo es anunciado, y de esto me alegro y me alegraré siempre. (Flp 1,18)

Es como si Pablo se preguntara a sí mismo: ¿qué importancia tiene? ¿realmente importa? Esta es una buena pregunta que deberíamos hacernos más a menudo ya que centra nuestros pensamientos en lo que es fundamental y necesario. San Pablo se da cuenta de que, si se trata de su ego, no importa. ¡Cuánto gozo nos roba nuestro ego!

Vivir para nuestro propio ego nos encierra en una existencia triste y gris, ya que Dios nos creó para un propósito mayor. Es cierto que hay que pelear en la vida, pero debemos elegir bien las batallas. Si tiene que ver con tu ego o es algo que no trasciende a la eternidad, no pelees esa batalla. Como dice el apóstol Pablo, lo que realmente importa es que Cristo sea anunciado.

Además de preguntarse si realmente importaba, san Pablo observó sus cadenas para descubrir en ellas propósito y significado eterno:

La mayor parte de los hermanos, a quienes mis cadenas han devuelto el coraje en el Señor, se han animado a proclamar sin temor la Palabra de Dios. (Flp 1,14)

Es como si se preguntara a sí mismo: ¿qué significado tiene esto? Se trata de otra buena pregunta que nos ayuda, en gran medida, a descubrir el sentido de nuestras propias cadenas. El apóstol no lo vio como un obstáculo sino como la plataforma para inspirar a otros y hacer avanzar el Reino de Dios.

El problema es que, cuando dejamos de ver el significado de nuestras cadenas, comenzamos a distraernos con otras cosas. Queremos anestesiar nuestro dolor y sacamos a Dios de nuestro sufrimiento para sustituirlo por placeres temporales que dejan nuestro corazón aún más vacío y nuestro pensamiento encadenado.

La carta de san Pablo a los filipenses nos muestra el secreto de la auténtica alegría y libertad interior, algo que no se encuentra en las circunstancias ni fuera de nosotros mismos sino en una mente sana que pone el foco en los propósitos de Dios para nuestra vida.

Quizás todo esto pueda resumirse en tan solo estas pequeñas frases:

 

Fuente: blog.evangelizacion.es